El jardín libro Ii: Sobre la sinfonía.

Capítulo 1: Pero la magia existe.

Una chica rubia corría por un pasillo estrecho, detrás de ella, pasos que azotaban contra el suelo de madera no dejaban de atormentarla. Sus gritos, llenos de desesperación, parecían incitar a la criatura que la perseguía a aumentar la velocidad. Tras varios segundos en los que la chica corrió en línea recta, se estampó con una vieja puerta de madera, por más que lo intentó no pudo abrirla. Entonces se giró, una criatura deforme, llena de ojos que no miraban ningún punto específico y, de cuyo cuerpo salían tentáculos cada vez más y más largos, se acercaba a gran velocidad. En esa situación la rubia se limitó a gritar y, entonces, la pantalla se volvió negra y los créditos aparecieron.

—¿En serio? Ese final es horrible, ni siquiera entiendo de dónde salió ese monstruo.

Una voz adolescente se quejaba, no dejaba de repetir la misma queja sobre la falta de realismo en la película. Las personas empezaban a retirarse de la sala, entre ellas una chica de cabello negro, con un corte a la altura del cuello que aprovechaba su cabello lacio. Miró con molestia al chico que se quejaba y se levantó del asiento.

—Pues no veas pelis de fantasía.

La chica habló para sí misma, se acomodó la falda y se estiró, un ligero crujido llamó su atención, ya que no venía del adolescente que se quejaba o de alguno de sus amigos, sino del fondo de la sala. Dejó la charola con su basura enganchada al brazo del asiento y se dirigió al lateral para subir a la última fila. El crujido del suelo no frenaba, cuando llegó a la fila de origen miró los asientos, estaban vacíos, cuando bajó la mirada vio un gusano del tamaño de su brazo retorciéndose, su piel era grumosa y  tenía un rostro humanoide.

—Uno débil —susurró la chica.

Miró el suelo a su alrededor y tomó una palomita que estaba tirada, la elevó unos centímetros al lanzarla con sus dedos y con un golpe de la palma la lanzó hacia la criatura. Cuando el objeto chocó con el gusano, éste fue atravesado y dejó de moverse.

—Me pregunto si habrá un ente como el de la película.

Cuando se giró a las filas más bajas sólo se encontró con el grupo de adolescentes que aún no salía de la sala y ahora se burlaba de ella. Se lanzaban palomitas entre sí como la chica acababa de hacerlo.

Tras salir de la sala fue al baño, ahí acomodó su cabello y su ropa, posteriormente caminó hacia su casa, lugar en el que su madre la esperaba.

—¿Qué tal tu salida? —preguntó una voz amable cuando escuchó que cruzaron la puerta de su casa.

—Me gustó mucho la película, sobre todo esa representación del monstruo como los miedos de la protagonista.

—Sabes que no he visto la película, ¿no?

La joven se acercó a la sala de estar, vio a su madre que trabajaba en la computadora y se sentó en un sofá junto a ella.

—¿Crees que exista la magia o los fantasmas?

La madre frenó el movimiento de sus manos sobre la computadora y miró la pantalla por un instante.

—Tal vez, quien sabe.

La puerta empezó a sonar por los golpes que le daban, la chica se levantó y se acercó a la puerta por la que acababa de entrar.

—¡Jenna!

La voz alegre que surgió justo cuando abrió la puerta era de una chica pelirroja.

—Hola Sabi, ¿qué haces aquí hoy?

—Quería verte, ¿no puedo visitar a mi amiga sin ningún interés en específico?

—Cuando viene de ti es raro, ¿quieres pasar?

Sabina entró a la casa de Jenna, saludó con una sonrisa a su madre y subió al cuarto de su amiga. Cerraron la puerta, Jenna se sentó en la silla frente a su escritorio y su amiga en la cama.

—¿Te gusta llamar la atención? —dijo la chica en la cama—, jamás creí que quisieras ser famosa.

—¿De qué hablas?

Sabina sacó el celular del bolso que traía y buscó un video que le mostró a su amiga, en él se veía una chica que estaba en la parte alta del cine y lanzaba una palomita a los asientos.

—Es que no sabía cómo llamar la atención —dijo Jenna y se talló los ojos—, seguro fue ese tipo quejoso, bueno, como sea da igual, no hice nada raro.

—¿Qué se supone que hacías?

Jenna se quitó la mano de la cara y miró a su amiga.

—Había una de esas cosas, así que usé una palomita para eliminarla.

—Ya veo, entonces hiciste algo bueno. Aun así, me da duda, ¿qué se supone que era?

—Bueno, se veía como un gusano gigante, la verdad era muy desagradable, no quería mancharme con su sangre, o lo que sea que suelta.

—Entiendo esa parte, pero ¿por qué las ves y qué son?

—Ojalá lo supiera, si mi papá me hubiera dicho más seguro ya te lo habría contado. A todo esto, ¿te dije que mañana me llevará a ver la universidad a la que quiero ir?

—Qué genial, tomas fotos para que pueda verla.

—¿No quieres venir?

Sabina miró por un instante a su amiga, sonrió con complicidad y dio su energética respuesta.




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