El jardín libro Ii: Sobre la sinfonía.

Capítulo 8: Todos tenemos historia.

Incluso en su escuela lo confundían con una chica; su cabello largo, su cuerpo delgado, sus rasgos finos y que siempre usara cubrebocas no ayudaba mucho. Era distinguido por su cabello con algunos mechones blancos, la mayoría de los doctores lo atribuían a una enfermedad del cabello, probablemente hereditaria, que se manifestó desde finales de secundaria.

—¿Entonces quieres entrar a atletismo?

Quien hablaba era un profesor robusto, tenía una barba descuidada y usaba lentes que mantenía un poco más bajos de lo que debería. Tras la petición del joven revisó los papeles que apenas le había entregado.

—Bueno, no tienes reportes de mala conducta y no pareces presentar ningún impedimento médico. 

El profesor siguió leyendo los papeles, en la sección de notas tenía algo escrito a mano: “Víctima de acoso escolar”. Reflexionó su decisión por un momento, cuando vio al chico a la cara entendió por qué se veían curitas en su frente y bajo su ojo derecho.

—¿Puedes quitarte el cubrebocas? 

El chico obedeció la orden al instante, tenía una cortada que apenas cicatrizaba en la comisura derecha de su boca y marcas cafés en su mejilla izquierda, no tenían forma definida, pero parecían completar varios círculos pequeños.

—Quería ver si eras el de la foto de tu identificación, es todo —dijo el profesor, en cuanto vio las cicatrices entendió la situación en la que se encontraba el joven—. Bueno, no veo ninguna razón para negarme a tu solicitud, mañana preséntate en la pista de atletismo a las cuatro, ahí el capitán te explicará más del asunto.

Una sonrisa se marcó en el rostro del joven, 

—¿Debo usar un uniforme especial o con el deportivo está bien? —preguntó el joven con algo de pena, sin embargo, se seguía mostrando feliz.

—El deportivo está bien. Ten tus papeles.

El chico tomó los papeles que le regresaron, volvió a ponerse el cubrebocas y salió de la oficina del profesor. Una vez fuera vio el pasillo iluminado de naranja por el atardecer, tres chicos un poco más altos que él lo interceptaron.

—Así que atletismo —dijo uno de ellos, tenía el cabello lacio y bien peinado—.Quedarás muy bien en el equipo femenil.

Con descaro se recargó sujetando el hombro del chico que había salido de la oficina.

—Pensé que ya me habían molestado hoy. 

Dio esa respuesta con la mirada baja, conocía a aquel grupo desde hace tiempo.

—Vamos, Ino —dijo otro de los chicos, estaba rapado—. No creerás que venimos a molestarte, ¿o sí?

Se quedó en silencio, prefería evitar conversar con ellos.

—Venimos porque nos dio curiosidad a qué venías a la oficina del profesor de deportes, por un momento creímos que nos acusarías —dijo el chico de cabello lacio—. Pero qué buena sorpresa nos diste, decidiste unirte al equipo de atletismo. 

—Qué mal que no estemos inscritos —dijo el chico rapado—. Sino disfrutaríamos más tiempo como amigos.

—Otra vez ustedes.

Una voz femenina se escuchó cerca, los cuatro se giraron y vieron a Dai, una estudiante de segundo año con cabello rubio y reconocida por su belleza y amabilidad. Este último rasgo provocó un gesto de disgusto en los chicos dispuestos a molestar a Ino.

—Queríamos felicitarlo por entrar al grupo de atletismo —dijo el chico que no había hablado—. Ya nos íbamos.

Los tres chicos se alejaron al lado contrario de donde llegó Dai. El último en irse, de cabello lacio, dio un empujón a Ino y le dirigió la palabra.

—Te dejo a solas con tu novia, mañana nos vemos.

Una vez se fueron, Dai se acercó a Ino y le quitó el cubrebocas con cuidado.

—Antier no tenías ese corte —dijo la chica al ver la herida de la comisura de la boca.

—Día nuevo —dijo Ino y rápidamente volvió a cubrir su rostro con el cubrebocas.

—Deberías de reportarlos —dijo Dai, intranquila tras ver la herida de su amigo.

—Lo hice, sin embargo, no ayuda que uno de ellos sea hijo del director. Los profesores no harán nada por evitarlo si su empleo está de por medio.

Dai miró algo decepcionada a Ino, con prisa entró a la oficina que tenía a lado. Tan pronto se encontró con el profesor que recién había atendido a Ino, le dirigió la palabra con un toque alterado.

—¿Es cierto que Ino entró al equipo de atletismo? Si es así no dejará que los tontos esos entren, ¿o sí?

—Obviamente no —dijo el profesor para la sorpresa de Dai, tenía un tono cansado—. Había escuchado que lo molestaban, es todo lo que me han dicho, pero ahora que vi las heridas que tiene, me es inevitable sentirme responsable.

—Yo… —Dai no esperaba tal respuesta, se calmó un poco tras las palabras del profesor—. No tenía idea, pensé que todos sabían de lo que pasaba.

El profesor soltó una ligera risa y negó con la cabeza.

—No estoy en las juntas, si sé algo es por los reportes escolares, la actividad física es “una actividad secundaria”. 




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