El jardín libro Ii: Sobre la sinfonía.

Capítulo 10: Eclipse del alma.

Los hechiceros de Alto Grado bajaron de la camioneta. Tras despedirse de Gabriel se adentraron en el pueblo, decidieron revisar un mapa polvoriento que había cerca. Lo rayaron para dividirlo en cuatro zonas, cada uno exploraría una y la limpiaría, los datos de la misión decían que ahí únicamente habitaban entes malignos débiles y que sería un trabajo fácil. Todos se encontrarían en la iglesia al terminar de revisar sus zonas. Lexa se limitaba a sacar armas de los dibujos que guardaba en su maletín, era cierto que los entes de aquel lugar eran débiles, bastaba con un corte o dos para eliminarlos. Su camino fue calmado, los otros tres hechiceros no tuvieron problemas.
Dominique era una chica entusiasta, su técnica ritual permitía crear objetos de cristal mientras usara su collar, una herramienta sacra que había heredado. Bastó hacer una lanza de cristal para eliminar los entes de su zona, no tuvo ninguna complicación en su misión. 
—Me pregunto si alguno de ellos tiene entes más fuertes. —La chica acostumbraba a hablar para ella misma, avanzaba con un paso lento, pero no frenaba. Si algún ente se lanzaba hacia ella lo partía en dos.
La mayoría de los entes tenían forma de gusano o de mosca con un notable aumento de tamaño. No era diferente en ninguna parte que se propusieron limpiar. La rutina de Dominique era simple, entraba a una casa, gritaba, asesinaba a los espíritus que la atacaran y salía una vez terminaba la limpieza. Cada uno de los hechiceros se encargó de alrededor de catorce casas. Todos siguieron una rutina similar.
—Creo que nos subestimaron —dijo Dominique, el comentario era para su propia persona. 
—Tienes toda la razón —dijo Dann, se había aparecido desde detrás de la iglesia—. Qué mal, quería ser el primero en llegar.
Dominique estaba sentada frente a la iglesia, al escuchar la voz de Dann se giró a verlo.
—Te gané —dijo la chica y esperó a que su compañía se sentara a su lado.
Dann tomó asiento en las escaleras que daban a la iglesia, parecía tener la intención de decir algo. 
—Dilo —dijo Dominique, era una chica observadora, al menos lo suficiente para saber que el temblequeo en los labios de Dann indicaban que había algo que quería decir—. ¿Tanto miedo doy?
—Al contrario, al contrario. —Dann agitó sus manos con prisa, en su tono de voz había una notable preocupación—. Simplemente me da pena invitarte a ver una película.
Dominique soltó una risa ligera, recargó sus manos en los tablones donde estaba sentada y miró al cielo, estaba despejado.
—Más te vale elegir una buena —dijo la chica con una sonrisa en tu rostro—. ¿En tu cuarto está bien? Me da algo de flojera acomodar el mío.
Ambos seguían planeando los detalles de su reunión, a los pocos minutos llegó Lexa, estaba limpiando su rostro con la manga de su uniforme.
—Recuérdenme agradecerle a Mirko cuando volvamos. —En ese momento Dominique y Dann se sobresaltaron por un momento, tenían la ligera preocupación de haber sido descubiertos por su amiga, misma que no había escuchado de sus planes—. Este ritual que limpia la sudadera cuando se ensucia es perfecto.
Lexa se sentó a lado de Dominique, estuvo pocos segundos en esa postura ya que se acostó.
—Las misiones aburridas me dan sueño —dijo y cerró los ojos para que la luz del Sol no la lastimara.
Los chicos que estaban sentados a su lado se vieron a los ojos y soltaron una pequeña risa. Alexandra llegó en silencio y se sentó a lado de Dann. Se quitó los audífonos y miró a su hermano.
—¿Cómo te fue?
—Fui el segundo, Dominique me ganó —dijo el chico con entusiasmo.
Alexandra alejó la mirada de su hermano, su actitud era más reservada que la de él, se notaba incluso en la mirada.
—Las casas fueron muy fáciles. —Lexa estiró las palabras, era un modo de reflejar que estaba harta de la misión—. Hagamos un sorteo y el que salga limpia la iglesia. Dom, ¿puedes hacer una botella?
Dominique creó una botella de cristal con su mano, Lexa se levantó y se sentó frente a Dann. 
—Hagan una especie de círculo —dijo Lexa y sonrió.
Alexandra no estaba de acuerdo con el método de Lexa, sin embargo, no tenía razones para oponerse. Cuando todos tomaron asiento para formar un círculo, Dominique puso la botella en el suelo y la giró. Dann fue señalado.
—El castigo de ser el segundo —dijo Dann, se puso de pie y estiró los brazos al aire—. Les enseñaré lo que es un hechicero.
El chico se acercó a la puerta de la iglesia, jaló de la manija, pero no parecía dar indicios de abrir. El rostro del chico era de preocupación, decidió no tomar el camino complicado y formó un mazo de luz en sus manos. 
—Quiero hacerlo rápido.
Dann rompió la puerta con un golpe único de su mazo. Todos habían ignorado un detalle sobre la iglesia, excepto Alexandra. Cada ventana estaba tapada con tablones de madera, ninguna permitía la entrada de luz. Sabía que, en esas condiciones, su hermano tendría dificultades para enfrentar a los entes malignos. Este mismo sentido de alerta hizo que se colocara detrás de él, mientras Dominique y Lexa se habían alejado a platicar. La puerta se abrió, el interior estaba iluminado por velas y, alrededor de una mesa ovalada, un grupo de hombres encapuchados hablando. Las miradas de los encapuchados se dirigieron a los jóvenes.
La mesa ovalada estaba dispuesta de modo que varios metros frente a la puerta estuviera un hombre cuya capucha y traje era blanca con dorado, a diferencia del resto, cuyos trajes eran totalmente negros y se encontraban a los laterales. El hombre de blanco levantó el brazo y lo apuntó al chico al instante, una flecha de metal salió disparada de la palma de su mano. La flecha fue frenada por un muro que levantó el mismo Dann tras sacrificar su mazo, retrocedió de la puerta y fue a lado de su hermana.
—Hay que llamar a Gabriel, a quien sea —dijo el chico asustado.
Un domo totalmente oscuro se extendió alrededor del pueblo, Dominique y Lexa se acercaron tan pronto vieron a los hermanos sobresaltarse.
—¿Qué pasó?
Lexa preguntó alterada, la razón principal era el territorio que se extendió a gran velocidad.
—Los hechiceros de ahí dentro —dijo Alexandra, abrazaba a Dann y miraba el domo que se formó en segundos— son mejores que nosotros, pueden extender un territorio.
El muro que había levantado Dann se desvaneció en cuanto la oscuridad cubrió la zona. Su técnica ritual había quedado inutilizada. La técnica de Dann permitía al chico crear objetos de luz mientras hubiese alguna fuente cercana, entre más intensa la fuente, más fuerte y resistente la creación. En oscuridad total, no era capaz de crear algo. El grupo de estudiantes apenas podía ver dentro del territorio, no era totalmente imposible hacerlo, sin embargo, a los pocos metros las cosas no podían distinguirse.
—Alexandra, haz una protección, rápido —dijo Dominique.
La chica obedeció, creó una muralla alrededor del pequeño grupo. Su técnica era lo contrario a la de su hermano, mientras él manipulaba las formas de luz, ella podía manipular las de oscuridad. Bajo la misma lógica de la técnica de Dann, Alexandra estaba en la zona perfecta de su técnica ritual. La desventaja era clara para aquellos que conocían a la chica, no tenía conocimiento de combate contra hechiceros.
La muralla que había creado carecía de techo, hecho que fue notado al instante por los hechiceros malignos. El primero de ellos se asomó por el límite superior de la muralla y se dispuso a cruzar.
—Ni te acerques —dijo Dominique y lanzó una bola de cristal que se rompió cuando golpeó en la cara al hechicero, pero logró alejarlo.
Influida por el miedo, Alexandra creó un techo para el territorio.
—Llamen a alguien —dijo Alexandra—. A Gabriel o a la escuela.
Lexa sacó su celular, no tenía señal. El resto del grupo hizo lo mismo con el mismo resultado. Así llegaron a la conclusión obvia: dentro de los territorios no había señal. 
—Sólo hay que esperar. —La voz de Alexandra estaba llena de miedo, podía enfrentar entes malignos sin problema, pero los hechiceros eran algo diferente—. Gabriel vendrá a recogernos y nos salvaremos.
—¿Y si entran antes? —dijo Lexa, en ese momento experimentaba un miedo similar al que sintió cuando quedó atrapada en el territorio del estadio junto a Jenna—. No podemos depender del tiempo, entre más les demos, más oportunidad tendrán de entrar.
Dann se mantenía en silencio, estaba aferrado a su hermana.
—¿Crees que si explota la barrera nos dé tiempo? —dijo Dominique, también estaba asustada, pero intentaba disimularlo—. Tal vez eso nos dé el tiempo de correr a alguna casa y escondernos mejor. Incluso podríamos escapar a los bordes del territorio y protegernos ahí.
—Es verdad, también dejaría heridos a algunos hechiceros —dijo Lexa—. Es una buena idea, Ale…
—No. —Alexandra se negó al instante—. No quiero dañar a nadie.
—Si no los dañas a ellos, te dañarán a ti o a tu hermano —dijo Lexa con severidad—. Puede que a nosotras. Es cosa de sobrevivir, Ale.
Alexandra se sentó en el suelo y cubrió sus oídos, empezó a entonar una canción. Dann, quien se había soltado por el brusco movimiento de su hermana, se agachó y empezó a acariciar el cabello de su hermana, su mano temblaba.
—Puedes hacerlo —dijo Dann—. Hazlo para protegerme.
Alexandra miró a su hermano, los ojos de la chica habían empezado a soltar lágrimas. Se puso de pie con las piernas temblorosas y puso su mano en la muralla. A los pocos segundos la separó y retrocedió.
—No quiero —dijo Alexandra mientras empezaba a llorar desconsolada—. Esperaremos a Gabriel, es lo mejor.
—¡Moriremos si no hacemos nada!
El grito de Lexa sorprendió a todos, Dominique la empujó ligeramente hacia atrás. Alexandra se limitó a quedarse quieta y llorar. Su hermano la abrazó.
—No quiero morir —dijo Lexa—. No me quedaré a esperar, hazlo.
Alexandra miró a Lexa con desaprobación, sin embargo, extendió sus manos. La muralla empezó a fracturarse, parecía que había una gran presión que la empujaba. Cuando estaba a punto de dividirse en fragmentos que saldrían disparados a gran velocidad, se volvió polvo.
—No puedo —susurró Alexandra y se arrodilló.
Los hechiceros malignos miraron al grupo de estudiantes. Uno de ellos gritó.
—¡La chica en el suelo! ¡Es la que creó la barrera!
El hombre de traje blanco apuntó su flecha a Alexandra, la disparó a gran velocidad. Cuando la chica levantó la mirada vio a su hermano, quien la miraba a los ojos y le sonreía.
—No eres mala persona, nunca lo serás —dijo el chico y cayó al suelo.
El cuerpo de Dann estaba atravesado por una flecha de metal, se mantenía recostado en el suelo mientras se desangraba. Alexandra miraba horrorizada el cuerpo de su hermano. El hechicero volvió a apuntar su flecha para darle a Alexandra, sin embargo, una bola de cristal que pronto estalló en pedazos que lo atravesaron llegó a él.
—¡Dann! —gritó Dominique preocupada.
Una cadena surgió de uno de los hechiceros malignos, y sujetó a Dominique del cuello, poco a poco la asfixiaba. Lexa fue atrapada por otro de los hechiceros que la amenazaba con una daga.
—Nos llevaremos a la que está con Tin —dijo el hombre de traje blanco, quien estaba siendo curado por otro sectario—. Maten a las otras.
Una piedra fue lanzada a Alexandra, cuando estuvo a medio metro de su rostro, un hechicero apareció y la pateó en la cara. El hombre se agachó al cuerpo de Dann y colocó su mano en su espalda.
—Extracción —dijo el hechicero.
Un orbe de luz surgía del cuerpo de Dann, cuando se terminó de formar el orbe, el chico dejó de mostrar algún signo de vida. Alexandra estaba en el suelo, cerca de quedar inconsciente, veía con enojo al hechicero que la había pateado.
—Técnica ritual…
Alexandra y Dann habían nacido el mismo día, crecieron juntos desde su nacimiento, asistieron a las mismas escuelas y sus padres habían ayudado a ambos con sus respectivas técnicas rituales. Nunca se separaban, Dann acostumbraba a hacer amigos que luego presentaba a su hermana, la razón era que conocía las dificultades que su hermana tenía para socializar.
—Quiero ser hechicero —dijo Dann, estaba acostado en la parte superior de la litera—. Es una buena forma de ayudar a las personas a lidiar con lo desconocido. No conocen a los entes malignos, pero los entes malignos si las conocen y pueden dañarlas. Creo que los hechiceros nacemos con nuestros rituales para ayudar a otros.
—Es peligroso —dijo Alexandra, sentada en uno de los dos escritorios de la habitación y escuchando música en su computadora—. No quiero que te pase algo malo y tenga que ayudarte.
—Entonces hazte hechicera, así me podrás proteger. Cuando yo sea débil tú serás fuerte y viceversa, seremos el equipo perfecto.
—No lo sé. Sabes que me cuesta matar incluso a un ente maligno débil, no sé qué haré cuando haya uno fuerte y me quede paralizada.
—Estaré ahí para protegerte, no hay lugar en el que no haya luz.
—¿Y si no la hay? 
— Estaré ahí para motivarte a que me protejas, mientras estemos juntos estaremos bien.
Alexandra recordó aquella conversación con su hermano cuando le asignaron la misión de limpiar las casas, estaba consciente de que a su hermano le iría bien. Cuando entró a la primera casa vio un rincón oscuro, así que puso una pequeña trampa de ratones, en algún momento un ente maligno pasaría por ella. Antes de salir de la casa la trampa se activó. Para sorpresa de Alexandra su método funcionaba, tenía atrapado a un ente maligno. Se acercó con un cuchillo de sombra que había hecho, era débil, pero era suficiente para eliminar al ente maligno.
El gusano se retorcía sin poder liberarse de la trampa, la chica lo observó durante un rato, acercó el cuchillo y zafó la trampa. El ente se dirigió a otro rincón de la casa. Alexandra se arrodilló, miró el suelo derrotada y empezó a apretar los dientes.
—Después de esto renuncio —dijo para ella misma y empezó a llorar.
Se quedó en esa casa varios minutos, ni siquiera se dignó a entrar al resto, se había limitado a abrir la puerta principal de cada una. Su plan era ser expulsada tras ver su poca falta de compromiso. Así perdió su tiempo y llegó última con sus compañeros, se acercó desde detrás de la iglesia y notó que cada ventana estaba tapada. 
La chica tuve un fugaz recuerdo de la conversación con su hermano y el ente maligno que había perdonado previamente.
—Técnica ritual… —dijo Alexandra con la voz quebrada y un enojo notorio—. Pesadilla.
Del suelo emergieron tentáculos, el primero que surgió atravesó al hechicero que la había pateado, pronto fue totalmente consumido por la oscuridad y su cuerpo desapareció. El resultado no fue diferente para los hechiceros malignos que amenazaban a sus compañeras. Alexandra se puso de pie y vio el cuerpo de su hermano, su expresión no mostraba sentimiento alguno. Tomó el orbe que flotaba sobre el cuerpo de su hermano y por instinto lo llevó a su boca. Miraba el techo del domo, los hechiceros malignos se defendían de los tentáculos que salían del suelo.
—Técnica ritual. —La nueva técnica deshabilitó la anterior, los hechiceros malignos recuperaban el aliento tras su batalla con los tentáculos y sus compañeras veían a Alexandra sin reconocerla—. Creación de territorio, eclipse.
Un territorio comenzó a sobre escribirse en el que ya existía, lo primero en notarse fue un orbe negro con borde anaranjado surgir en el suelo. El territorio se extendió con lentitud, permitió a algunos hechiceros huir, sin embargo, no todos corrieron la misma suerte. Aquellos hechiceros malignos que quedaron atrapados en el territorio cuando se completó vieron un domo similar a un atardecer, pero con una mayor oscuridad. Alexandra entró a la iglesia y vio la mesa por un momento. La mesa se convirtió en cenizas y la chica se sentó en el centro de la iglesia. Lexa y Dominique se habían acercado al cuerpo de Dann, de reojo veían a su compañera.
Los hechiceros malignos empezaron a sufrir quemaduras que dejaban un rastro oscuro en sus trajes y su piel, pasó poco para que un hechicero empezara a curar a sus compañeros.
—Sigamos la misión, no nos hacen nada las quemaduras.
—Ataquen, pequeños —dijo Alexandra, a pesar de susurrarlo desde el interior de la iglesia, resonó por todo el interior del domo.
Los entes malignos que estaban vivos en la sección que Alexandra tenía que limpiar salieron de las casas y aparecieron desde detrás de la iglesia. Ya no eran los gusanos o moscas sencillas de matar, ahora eran seres deformes hechos de una mezcla de luz y oscuridad. Ni siquiera un ataque directo hacía un daño notable en ellos. Los hechiceros malignos empezaron a atacar a los entes, sin embargo, poco a poco fueron asesinados por estos seres, quienes empezaron a comerlos hasta desaparecer sus cadáveres. Los entes volvieron a la iglesia, metros antes de entrar volvían a su forma original y morían. Alexandra vio a sus compañeras.
—Restricción.
Dominique y Lexa sintieron una descarga eléctrica a través de su cuerpo, miraron la escena y cargaron a Dann a las barreras del territorio. Alexandra se recargó con las manos en el suelo, su territorio comenzaba a volverse inestable. Unos pocos minutos después, cuando levantó la mirada, vio a Gabriel y se desmayó.
Alexandra despertó en el interior de la camioneta, estaba acostada en la última fila de asientos, estaba recostada sobre una mujer que no reconocía.
—¡Gabriel! Ya despertó.
Dai llamó a Gabriel, quien se acercó a ambas.
—¿Qué pasó? —preguntó Gabriel, su mirada era de confusión.
—Pensé que Lexa y Dom ya te habrían explicado.
—Están divagando, una dice que los atacó un grupo de hechiceros, otra dice que un grupo de entes. No se ponen de acuerdo en ningún detalle.
Alexandra miró con tristeza a Gabriel, estiró su brazo hacia las chicas que dormían en los asientos de enfrente y, sin dejar de temblar, recitó un ritual.
—Liberar.
A pesar de estar dormidas, se percibió un ligero movimiento en el cuerpo de ambas. No despertaron. Alexandra explicó su historia a Gabriel, cuando llegó al final levantó las preguntas.
—¿Absorber? ¿Estás segura? —preguntó Gabriel.
Alexandra asintió.
—¿También hiciste lo de modificar su memoria?
La chica volvió a asentir. Alexandra se había levantado, Gabriel se sentó a su lado y la abrazó.
—Siento lo de Dann —dijo y acarició el cabello de la chica—. No debí dejarlos ahí, fue mi culpa.
—Tenías tu misión —dijo Alexandra, tenía la mirada perdida y permanecía acurrucada en Gabriel—. Ninguno sabía que ellos estarían ahí. Por cierto, ¿quién es ella?
—Ella es Dai.
La mujer saludó con una sonrisa. La camioneta frenó, Dai abrió la puerta y bajó.
—¿Estamos en la escuela? —preguntó Alexandra.
—No —dijo Gabriel—. Ya no volverás ahí.
Gabriel y Alexandra también bajaron de la camioneta. Adrián y Vanesa despertaron a Lexa y Dominique. Estaban frente a una casa en medio de un bosque. Dominique se acercó a abrazar con fuerza a Alexandra, Lexa también se acercó.
—Perdón —dijo Lexa—. Si yo no te hubiera forzado…
—Da igual —dijo Alexandra y la acercó para el abrazo—. Al menos ambas están bien.
Las amigas se separaron del abrazo, prestaron atención al lugar donde estaban.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó Lexa—. Pensé que iríamos a la escuela.
—Bueno, no puedo llevar a Dai allá. Tampoco a Ale —dijo Gabriel—. Lo dejaré en términos simples, a los directivos no les agradará que ahora tenga dos técnicas rituales y que sea tan fuerte, incluso si intentamos esconderlo se hará notorio.
—No me molesta —dijo Alexandra—. Planeaba renunciar a lo de ser hechicera de todas formas.
—Me quedaré —dijo Dominique—. No quiero dejar sola a mi amiga, mucho menos después de lo que pasó.
Alexandra miró con sorpresa a su amiga.
—Yo también —dijo Lexa.
—Tú no —dijo Vanesa al instante—. Te necesitamos en la escuela.
Lexa mostró una notable confusión.
—¿Qué está pasando? —preguntó Lexa, no pensaba irse sin respuestas.
—Bueno, ya están dentro quieran o no, merecen saberlo, todos —dijo Gabriel—. Los altos mandos son el enemigo ahora, recibí un mensaje de Riko que se limitaba a decir que ahora estábamos contra ellos. Además, es probable que tengan un plan relacionado con Niko.
—¿Por qué tendrían un plan así? —preguntó Vanesa que recién se enteraba del mensaje.
—Eso me pregunto —dijo Gabriel—. Pero no es casualidad que aumentaran las búsquedas de cartas del Tarot sin avisar a los hechiceros de Grado Puro. Si no fuera por Rubén, que está de espía, no lo sabría. Si le agregamos el ritual para ver el futuro.
—El mundo de la hechicería está mal —dijo Alexandra con una voz seria.
Todos la miraron con sorpresa, habían escuchado esa frase en algún lado.
—¿Qué hay de Jenna? —preguntó Lexa—. Es quien puede usar las cartas.
—No debe ser su única opción, no si la intentan matar —dijo Adrián.
—¿Dónde está ella?
La pregunta de Lexa puso reflexivos a Gabriel y a Vanesa. No conocían el paradero de la chica, sólo sabían que fue enviada a una misión en solitario y que, por no tener alternativa, la enviaron con Roman.
—Tenemos que volver —dijo Gabriel mientras veía a Vanesa.
Gabriel explicó los detalles relevantes de la historia que Alexandra le había contado. Vanesa y Adrián quedaron sorprendidos al escuchar la parte del orbe.
—Pero esa técnica…
—Lo sé —interrumpió Gabriel a Vanesa—. Dai, cuida a Alexandra y Dominique, volveré en unos días. Lexa, vendrás con nosotros, serás la testigo de la misión, en el camino te diremos qué inventar. Nos vemos.
—¿Puedo despedirme? —preguntó Alexandra.
Gabriel asintió, llevó a la chica a la cajuela de la camioneta donde estaba el cuerpo de su hermano. Alexandra lo miró, le dio un beso en la frente y volvió al frente de la casa. Lexa dio un abrazo de despedida a sus amigas. Dai se despidió de Gabriel y Vanesa. Mientras Vanesa manejaba, los otros tres hechiceros estaban en la parte trasera de la camioneta, tras organizar una mentira en la que un ente maligno de alto nivel atacó a los jóvenes y Gabriel llegó a salvarlos, estuvieron debatiendo otro tema.
—¿Ahora hay dos bandos? —preguntó Adrián.
—Eso parece —dijo Gabriel.
—¿Por qué todo es tan cruel? —preguntó Lexa.
—Los hechiceros salvamos a muchos —dijo Gabriel—, pero nadie salva a los hechiceros.
Lexa se recargó en su asiento y cerró los ojos, fingía dormir, pero en su mente no dejaba de repetirse su encuentro en el estadio y, ahora, el ataque de los hechiceros. Llegaron a la escuela, fueron recibidos por algunos directivos que trasladaron el cuerpo a la morgue.
—¿Y los otros dos cadáveres? —preguntó Francis con seriedad mientras veía a Gabriel.
—No estaban —dijo Gabriel sin voltear a verlo—. Seguro el espíritu maldito los eliminó.
—No te ves afectado —dijo Francis—. No como con el chico de hace unos años. Por cierto, ¿cómo te fue con esa misión?
—Fracaso —dijo Gabriel—. La técnica no sirvió.
Francis miró a Gabriel, pronto se retiró. Antes de que se alejara, Gabriel le hizo una pregunta.
—Francis, ¿alguien ha escapado de su calabozo?
El hombre se negó con la cabeza y se retiró. Gabriel sabía lo que significaba. Adrián llevó a Lexa con los directivos para testificar lo ocurrido en la misión. Vanesa y Gabriel fueron a la oficina de Mirko, al entrar lo vieron empacando sus cosas acompañado de Riko.
—¿Por qué guardan todo? —preguntó Vanesa.
Los hechiceros explicaron lo ocurrido durante la junta. Gabriel entendió la naturaleza del mensaje de Riko. También le dieron la carpeta de la misión a Gabriel, la lucha contra la secta, al ver las fotografías quedó paralizado por un instante. El uniforme era el mismo que el del hombre que asesinó a Ino años atrás. Había pasado una hora desde que habían llegado a la oficina de Mirko, Adrián llegó acompañado de Lexa.
—¿Ella también? —preguntó Riko, se notaba algo molesta.
—Ya no hay opción —dijo Gabriel.
Cerraron la puerta de la oficina, Gabriel contó la historia que había recibido de Alexandra, en un momento de su relato Lexa tomó la carpeta de la misión.
—Gabriel… —dijo Lexa, se notaba preocupación en su voz, el chico paró de hablar—.  Este uniforme… Es el mismo de los hombres que nos atacaron.
Gabriel volteó a ver a Vanesa, habían confirmado su sospecha. Después de que Gabriel terminó de contar la historia, explicó su conclusión al resto de los miembros de la habitación.
—Aún es una suposición —dijo Gabriel a pesar de que estaba totalmente seguro de lo que pensaba—, pero creemos que los directivos son los que están detrás de la secta. No es casualidad que días antes de enviarlos a la misión del pueblo pidieran copiar a Vanesa la técnica de un prisionero, misma técnica que días después fue usada por los hechiceros malignos que Lexa narra
—Siempre le piden copiar los poderes justo antes de salir —dijo Adrián.
—Pero —interrumpió Lexa—, si ellos están de esto, ya saben que nuestra historia es una mentira.
Gabriel reflexionó durante un momento.
—Los hechiceros de Grado Puro iremos a la misión —dijo Mirko—. Adrián y Vanesa, ustedes se negarán a ir, dirán que encontraron una pista que seguir sobre una carta del Tarot. Alejen a Lexa lo más posible de la escuela, si pueden, llévenla con las otras tres.
—Nos envían a morir —dijo Riko—. Si la secta es controlada por los directivos, ellos saben nuestros rituales. ¿Por qué no los matamos y ya?
—Seguiría la secta —dijo Mirko—. Eliminemos la secta, después nos encargamos de los directivos.
Gabriel se mantuvo en silencio, cerró los ojos por un momento.
—Cambiaremos el plan —dijo Gabriel.
Mirko y Riko lo miraron atento. Gabriel no podía ver totalmente el futuro, sólo podía hacerlo durante el tiempo que cerraba los ojos, ya que no era su técnica innata no podía tener muestras aleatorias del futuro como Ino.
—Enviaron a Mikaela por algo —dijo Gabriel—. Si la matan primero quedan sin curación. Pero es demasiado útil para matarla y ya.
—A menos que encuentren el modo de extorsionarla —dijo Mirko—. Como su hijo.
—¿Tiene un hijo? —preguntó Vanesa, la duda era de todos los presentes.
—Así es, lo mantiene en secreto para no ser extorsionada o algo similar, sólo lo sabemos nosotros  y los directivos. Estoy seguro de que ahora mismo está con él. Después de salir aquí quiero a Adrián vigilándolo.
Adrián asintió. 
—Mirko, necesitamos de tus rituales para protección —dijo Gabriel.
—Está cubierto, usaré unos rituales nuevos en su uniforme.
—Si entramos, necesitaré que me cubran, crearé un territorio. Esta vez no debo limitarme como en la pelea contra Roman.
Lexa se mantenía en silencio, estaba atenta con una mezcla de maravilla y confusión. Ese era el mundo de los hechiceros que le gustaba, en el que sentía que peleaba por el bien.
—¿Jenna cuando vuelve? —preguntó Riko.
—No tenemos idea —dijo Gabriel—. Los directivos no se dignaron a darnos detalles y ni ella ni Roman contestan. Con las condiciones de las cartas del Tarot no me parece raro, tampoco es difícil creer que es una técnica de algún directivo.
—Iremos a buscarla después de dejar a Lexa —dijo Vanesa—. Adrián y yo intentaremos ubicarla.
—Tenemos demasiadas tareas y poco tiempo… —dijo Gabriel.
—¿Los directivos no sabrán como contrarrestar tu territorio? —preguntó Lexa, tenía algo de pena—. Digo, si saben todo de sus rituales.
—Siempre guárdate algo —dijo Gabriel—. Ellos no saben los detalles, sólo saben que puedo extender uno.
—Vayan a prepararse —dijo Mirko—. Parece que vienen tiempos difíciles.
Los jóvenes hechiceros salieron de la oficina, dentro quedaron Mirko y Riko, quienes siguieron acomodando. Adrián fue a vigilar al hijo de Mikaela tras recibir los datos de quien era. Lexa fue con Vanesa tras pedirle permiso para dormir con ella, estaba consciente de que sus propias pesadillas no la dejarían dormir. Gabriel fue a la habitación de Jenna, quería encontrar alguna pista de a dónde había sido enviada. La puerta se cerró a sus espaldas, era Mía.
—Se llevo la carpeta —dijo la mujer y se sentó en la cama—. ¿Por qué te preocupas tanto por ella? Está con Roman, pensé que le habías agarrado confianza después de su robo en conjunto.
—¿Qué sabes de la misión? —preguntó Gabriel y miró a Mía, a pesar de tener siempre el mismo aspecto, estaba limpia y olía bien.
—Una limpieza de un pueblo lejano, escuché a Roman decir que probarían la prisión allá.
Gabriel miró alarmado a Mía, él tenía conocimiento de que el objeto estaba en su habitación. Sin decir más salió corriendo del cuarto, como dejó la puerta abierta, Mía salió y la cerró. Ambos entraron al cuarto de Gabriel, abrió su armario y la vio, “La Prisión” estaba ahí.
—¿No es eso lo que Roman quiere probar? —preguntó Mía.
—Así es —dijo Gabriel con algo de pánico.
Mía tomó la prisión en sus manos, empezó a analizar su textura.
—Incluso si sólo Jenna la puede usar…
—Debe tener algo en mente —dijo Mía y dejó el objeto en su lugar—. Creo que tenías razón en preocuparte.
Gabriel miró a Mía.
—¿Cuál es tu verdadera técnica?
—Magia verde —dijo Mía con una marcada sonrisa en el rostro—. Pero, aquí en confianza, sospecho que puedo usar las técnicas que Niko hacía con “La Sacerdotisa”. En este tiempo he experimentado mucho, probé con uno de esos rituales y funcionó.
Gabriel siguió mirando a Mía, se acercó a ella.
—¿Por qué la repentina pregunta? —dijo Mía con una sonrisa en el rostro, no comprendía las intenciones de Gabriel.
—Estuve pensando, Niko tenía cientos de técnicas. Tú eres una de las que más lo conoció. ¿Existe la posibilidad de que alguna de esas técnicas involucre el control de entes malignos o algo similar?
Mía pensó durante un momento, entonces dio su respuesta.
—Recuerdo algo con la carta de “El Emperador”, la usaba para crear mandatos o algo así, una vez hizo algo escalofriante y revivió los cadáveres de unos hechiceros que mató para que pelearan por él, aunque, si lo pienso, tuvo intervención de la muerte.
—Roman tiene una técnica que le permite controlar entes malignos…
Mía entendió a lo que Gabriel quería llegar, lo miró con preocupación.
—Iré a buscarla —dijo Mia—. Tu sigue tus cosas.
Mía salió del cuarto. Gabriel se acercó a la ventana y vio el cielo, una nube se acercaba.
—Se aproxima un infierno inminente —dijo Gabriel y dejó la vista en el cielo.
 




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