El jardín libro Ii: Sobre la sinfonía.

Capítulo 14: Amor, fortuna y estrellas.

—Exactamente, ¿qué buscamos? Desde hace rato parece que no buscamos a alguien, sino algo —dijo Jenna algo confundida.
—Bueno, funciona más o menos como dices, no podemos llegar sin más —explicó Mía mientras buscaba entre los libros de la biblioteca—. Necesitamos un tipo de pase, al menos eso escuché.
—¿Dónde lo escuchaste?
—Gabriel —dijo Mía, volvió a meter el libro en la estantería—. El plan original era regresarte con ellos y que yo fuera a buscar a por quien vamos ahora, pero ya ves cómo está todo.
—Creo que te saliste un poco del guion.
Jenna había hablado un poco fuerte, una persona sentada frente a una mesa cercana a las chicas les pidió guardar silencio. Jenna reguló su volumen.
—Además, ¿por qué tanto secretismo? Ni siquiera me has dicho su nombre.
—Gabriel me dijo que se llamaba Victor, que era un estudiante en la Escuela de Hechicería, pero que existía la probabilidad de que no usara el mismo nombre ahora.
Salieron de la biblioteca tras no tener éxito en su búsqueda, mientras caminaban por la calle de la ciudad, llena de gente y coches, continuaban su plática.
—Un estudiante. ¿Qué no duermen en la escuela? —preguntó Jenna mientras intentaba cuadrar lo poco que sabía.
—Ex estudiante, mejor dicho. Se dio de baja y no lo encontraron. Gabriel dice que no se preocuparon, en sus propias palabras “no es un buen peleador, pero le faltan algunos tornillos”.
—Si vamos a pelear, deberíamos buscar alguien que sepa pelear.
—Lo mismo pienso, Jenna.
El dúo se mantuvo en su búsqueda por la ciudad sin tener éxito. Por la noche volvieron al hotel donde se hospedaban, una vez en la habitación, Jenna cuestionó a Mía.
—¿De dónde sacas tanto dinero?
—Bueno, Niko tenía suficiente y lo dejó a mi nombre todo. De algún modo puso toda su fe en que yo reencarnaría.
Jenna se quedó pensativa durante un momento.
—Enserio que sé muy pocas cosas. Ahora mismo me siento demasiado inútil, no sé pelear de forma decente, mi técnica es débil, yo soy débil.
—No pienso que haya hechiceros débiles —dijo Mía para consolar a Jenna—. Simplemente aún no encuentras tu verdadero potencial, en algún momento me sentí como tú.
—¿Qué hiciste?
—Sinceramente nada más que deprimirme, fue hasta que entré en situación de crisis que tuve que llevar mi magia más allá, como un todo a todo.
—Apostar todo a que podías ser algo más. —Jenna se sentó en su cama, se quedó pensativa un momento—. No buscamos en lugares cercanos, si se trata de algo tan escondido, ¿por qué no buscar en el casino?
Mía chasqueó los dedos.
—Cierto, pensé que era una tontería cuando Gabriel dijo que debía probar suerte. No tenemos ropas para ir al casino —dijo Mía—. Si tan solo Mirko estuviera aquí.
Mía se levantó y buscó entre las bolsas de su ropa, encontró un papel algo maltratado con un número de teléfono.
—Jenna, ¿tienes tu celular?
Jenna se negó con la cabeza, lo había perdido durante el enfrentamiento contra Roman. Ambas corrieron a la recepción y pidieron usar un teléfono, cuando les prestaron uno, llamaron al número de la hoja. Contestaron la llamada del otro lado de la línea, una voz les habló.
—¿Quién habla?
—¡Gabriel! —gritó Mía, llamó la atención de todos en el hotel—. Menos mal contestaste, quería saber si tenían a Mirko ahí.
—Sí, aquí están todos. ¿Encontraste a Jenna?
—Estoy vivita —dijo Jenna con alegría, se había emocionado de escuchar que Gabriel se había preocupado por ella.
—Bien, ¿irán a buscarlo?
—Sí, tenemos una idea de dónde encontrarlo, pero necesitamos su ayuda, de Mirko.
—¿Quién es? —dijo Vanesa de fondo de la llamada.
—Mía y Jenna, están a salvo —se escuchó a Gabriel decir.
—Tú de verdad estás tonto —empezó a reclamar Vanesa, Mía y Jenna escuchaban que Gabriel recibía algunos golpes—. Nos has tenido buscando como tontos por días para que de repente te marquen y ya.
Vanesa le quitó el teléfono a Gabriel.
—Me alegro de que estén bien, hemos estado preocupados por ustedes —dijo Vanesa con la calma que siempre le hablaba a Jenna.
—¿Quiénes están ahí? —preguntó Jenna.
—Pues tenemos a Mirko, Mika, Riko, el estúpido de Gabriel, Zoe, Adrián, Alexandra, Dai, Lexa, Dominique y Rubén.
—¿Quién es Dai? —preguntó Jenna—. Los demás estoy segura de al menos escuchar su nombre una vez en la escuela. Falta Dann también. ¿Qué pasó?
Vanesa y Gabriel pusieron al corriente a Jenna, la misión por recuperar el poder de Ino, el ataque a los hechiceros de Alto Grado donde ocurrió la muerte de Dann, el ataque a la secta y la muerte de los directivos. A su vez, Jenna y Mía revelaron lo ocurrido con Roman y El Emperador. Tras decirles el hotel donde se encontraban, hicieron un acuerdo sobre cómo actuar.
—Enviaremos a Mirko y Riko —dijo Gabriel—. Ustedes dos buscarán a Victor para conseguir su ayuda, después de brindarles ayuda, Mirko y Riko buscarán a otro hechicero. Algunos de aquí irán a buscar a los conocidos y familiares de Jenna y los demás. Olivia no debe ser muy fuerte ahora, por eso tenemos un poco de tiempo, cuídense.
—Sí, cuídense —dijo Vanesa.
—Ustedes también —dijo Mía.
—Gracias por todo —dijo Jenna, se encontraba más alegre de saber que su familia iba a estar a salvo.
Tras despedirse colgaron la llamada, Gabriel y Vanesa informaron al resto de la nueva misión. Apenas dos horas después, Mirko y Riko salieron en dirección al hotel indicado.
—Estoy seguro de que salieron de la escuela con esas fachas —dijo Mirko al ver el aspecto de Jenna y de Mía.
Después de abrazarse de la alegría por verse, todos fueron a la habitación de las chicas. 
—Entonces necesitan ropas de casino —dijo Mirko.
El hombre permanecía sentado, pensativo, veía la habitación con detalle.
—Esa lámpara no va ahí, si fuera de otro color el tapete quedaría mejor —dijo Mirko y se acercó con las chicas—. Bien, les explicaré algunos detalles extra de Victor mientras las arreglo.
Mirko comenzó a mover su mano y modificaba la ropa que vestían Jenna y Mía.
—¿Lo conocían? —preguntó Jenna.
—Era nuestro alumno —dijo Riko y se acercó a Mirko para ver a detalle cómo usaba su técnica—. Un chico de cabello negro, se la pasaba jugando a las cartas durante y después de clases. Hasta que lo vinieron a acusar de hacer apuestas ilícitas en la escuela.
—El que se quejó debió perder una buena cantidad de dinero —dijo Mirko, refinaba unos detalles pequeños—. Era algo entusiasta si se trataba de apostar, alguna que otra vez lo atrapé, pero no dije nada.
—¿Cuál es su técnica? —preguntó Mía—. No creo que me sirva de algo saber su origen si no incluyen su técnica.
Mirko y Riko se mantuvieron en silencio.
—Sé que podía lanzar unas bolas de metal gigantes, probablemente de plata —dijo Riko y miró a otro lado—. Una o dos veces lo hizo para aplastar entes. 
—Gabriel dijo que no era un buen peleador —dijo Mía.
—Tiene razón —dijo Mirko—. Pero confiaremos en el juicio de Gabriel.
—¿Ustedes a quién buscarán? —preguntó Jenna.
—Un tipo con la técnica de controlar la mente de aquellos a quienes ha derrotado —dijo Riko—. Es uno de los más buscados por la escuela de hechicería, si se hicieran con él sería un problema, no sabemos cuántos hechiceros tiene bajo su control.
Jenna y Mía se encontraban en vestidos de noche, el de Mía era blanco y el de Jenna era azul cielo, ambos eran largos y tenían algunos ornamentos.
—Dos mujeres hermosas en un casino, si tienen dinero nadie sospechará —dijo Riko y sentó a ambas en la orilla de la cama—. No pensarán irse con ese cabello tan mal arreglado.
Jenna volteó a ver a Mía, quien se mostraba apenada ya que ella había peinado a ambas.
—Si tienen que pelear el vestido identificará la energía ritual y se adaptará a algo más cómodo, pero no se preocupen, se verán hermosas mientras pelean —dijo Mirko—. Nosotros intentaremos ser discretos en la universidad.
—¿Allí buscarán? —preguntó Mía.
Mirko asintió. Una vez estuvieron arregladas, todos salieron del hotel en dirección al casino.
—Bien, ustedes aquí —dijo Mirko—. Suerte en su misión.
Riko y Mirko volvieron al vehículo en el que vinieron, comenzaron su viaje para completar su misión. Jenna y Mía se encontraban en la entrada del casino.
—Denme sus identificaciones —dijo el guardia de seguridad que frenó a ambas en la puerta.
Mía mostró una tarjeta de débito, el guardia las dejó pasar sin ninguna queja. Una vez dentro, y después de comprar fichas, fueron al centro del lugar.
—Dividirnos servirá —dijo Jenna—. Son dos pisos, el de arriba se ve más pequeño.
—Arriba parecen estar las máquinas tragamonedas. Ve allí y úsalas, tu técnica ritual debería ayudarte a ganar de cuando en cuando.
—¿Quieres que apueste? —preguntó Jenna y vio a Mía, misma que le ofrecía algunas fichas—. No tengo mucha suerte. Además, si uso energía ritual el vestido cambiará.
—Sólo úsala en tus manos, que no toque el vestido tu energía. Aprovecha que no tienes guantes como yo. Apúrate a tomar las fichas, absolutamente todo aquí funciona con ellas.
Jenna tomó el montón de fichas que le ofreció Mía, no eran como las fichas que había visto en películas, estas eran de tres colores, doradas, plateadas y cobrizas. Las tres tenían símbolos diferentes, pero intuyó que las de mayor valor eran las doradas, las cobrizas el valor menor y las plateadas un valor medio. Fue al segundo piso del casino y se acercó a la primera máquina tragamonedas que encontró, tenía una ranura donde insertar la ficha y el símbolo de un infinito. Puso la ficha dorada con el mismo símbolo y la máquina empezó a alternar los dibujos de frutas en ella. Jenna revisaba al lateral los premios, tres frutas iguales implicaba duplicar la ganancia y dos frutas iguales daba tres medios de lo apostado. En la primera tirada de Jenna no tuvo ninguna ganancia, se mantuvo apostando sin éxito hasta que recordó el consejo de Mía de usar su técnica ritual.
—Después de las uvas se detiene y da un mango —decía Jenna para ella misma.
Logró detener todas las casillas en la misma fruta, el premio se duplicó. Siguió así por un rato hasta que decidió dar vueltas por el segundo piso con la esperanza de ubicar a Victor. Mía buscaba en el primer piso, sin conocer la cara de quien buscaban, le era difícil ubicarlo entre tantas personas de cabello negro. Sin más opciones, tomó asiento en una mesa donde jugaban blackjack y colocó su apuesta frente a ella, todas eran fichas plateadas con el símbolo de un círculo perfecto.
—Dame dos cartas —dijo Mía.
El repartidor dejó de entregar las cartas y esperó a que alguien pidiera. Mía empezó a calcular las probabilidades para tener éxito, sabía que quien estaba a lado suyo no debía pedir cartas. Con su ritual extendió una planta que se encontraba detrás del repartidor para que recorriera el suelo y empezara a enredar a la persona de a lado, cuando bajó a revisar su pie dos guardias se le acercaron al instante.
—¿Pasa algo? —preguntó uno de los guardias.
—Picazón —dijo el hombre y volvió al juego.
Mía tenía una carta más, misma que le dio la victoria al plantarse.
—Qué suerte —dijo Mía y sonrió—. Después de una victoria no queda más que tentar mi suerte.
Tanto Mía como Jenna hicieron varias partidas más, hubieran seguido así de no ser porque dos guardias se acercaron a cada una.
—El jefe quiere verlas.
Ambas fueron llevadas a la oficina principal del casino, cuando se vieron en sus miradas les quedaba claro que no habían hecho nada sospechoso a primera vista. Cuando entraron a la oficina había una chica de cabello corto, las puntas eran azules, tenía una coleta y usaba un short en conjunto con una blusa de tirantes.
—No le agradan los tramposos —dijo la chica, tenía una expresión de alegría, pero a la vez retaba a ambas chicas—. Y ustedes están ganando mucho sin explicación. ¿Qué dicen al respecto?
—Estamos buscando a alguien, pero queríamos probar nuestra suerte y venimos al casino, ¿qué mejor lugar? —dijo Jenna algo acelerada, se notaba que se sentía presionada por ser cuestionada.
—Probar su suerte —dijo un hombre que estaba en una silla, sentado a espaldas de ellas, sólo supieron que estaba ahí cuando habló—. ¿Por qué la escuela de hechicería las envió?
—No venimos de parte de la escuela —dijo Mía.
—¿No? Entonces no veo razones para que vengan aquí.
—¿No será él? —preguntó Jenna—. Si sabe de la escuela probablemente es porque viene de ahí.
—Pues, ¿a quién buscan? —preguntó el hombre.
—Su nombre es Victor —dijo Jenna, seguía nerviosa, pero tenía la esperanza de que el hombre cooperara.
—¿Cómo no lo conocería? —dijo el hombre y se giró—. Hace tiempo que dejé de usar ese nombre.
Tenía el cabello rubio con rayos morados, su cuerpo se veía entrenado y usaba una sudadera ancha de color azul marino, pantalón de mezclilla y tenis de bota alta. Se sentaba con las piernas abiertas y casi acostado en su silla.
—Ahora que saben mi identidad, creo que me desharé de ustedes. Si la escuela supiera de este lugar se libraría una batalla que ellos no ganarían.
—¡Que no venimos con la escuela! —reclamó Mía—. Nos mandó Gabriel, él mató a los directivos y ahora estamos en contra de Olivia.
—Nah, me suena a mentira —dijo la chica que acompañaba al hombre y soltó una risa—. Nadie podría contra todos a la vez.
—Tal vez Gabriel sí —dijo el hombre sentado y acercó su teléfono a Jenna y Mía—. Llámenlo, así comprobaremos si dicen la verdad, si llaman a alguien más. Todos morirán.
Mía sacó la nota con el número de Gabriel, marcó y esperó a que respondiera.
—¿Ahora quién habla? —dijo Gabriel del otro lado de la línea.
—Somos nosotras, Jenna y Mía. Mira, encontramos al tipo que os dijiste, pero no nos cree ni un poco —dijo Mía.
—Pásamelo —dijo Gabriel en un tono serio.
Mía le dio el teléfono al hombre.
—¿Gabriel?
—Ah, Victor, por fin te encuentro —dijo Gabriel con alivio y más alegría—. Lo que te hayan dicho es probablemente cierto.
—Dime Mikashi, es mi nombre ahora, ya sabes, seguridad. Pero eso no es importante, ¿de verdad mataste a los directivos?
—Así es —dijo Gabriel con orgullo—. Me tenían harto desde hace tiempo, aunque eso ya lo sabías. Han pasado muchas cosas, amigo, te necesito conmigo para lo que vendrá.
—¿Qué vendrá? Estoy seguro de que no me hablarías si no fuera algo realmente grave.
—¿Recuerdas a Niko? El tipo del que se la pasaban hablando en clase, el sellado.
—Vagamente, sabes que poner atención nunca fue lo mío.
—Bueno, lo que necesitas saber es que la chica que tienes enfrente puede liberarlo.
—¿Cuál de las dos?
—La que se llama Jenna, ¿no se han presentado?
—No, hemos tenido una conversación difícil. Pero ahora que todo está claro, es momento de presentarnos en condiciones.
—Protégela, confío en tus habilidades —dijo Gabriel y colgó la llamada.
—Mikashi —dijo el hombre y estiró su cuello para apoyar una mano en él—. Mi compañera de aquí es Fumiko, ambos escapamos de la escuela de hechicería.
—Yo soy Jenna.
—Me llamo Mía, no soy de la escuela ni lo fui, digamos que soy una reencarnada.
—¿Serás la misma que era compañera de Niko? —preguntó Fumiko, quien veía con sorpresa a Mía.
—La misma, pero ahora tengo unas técnicas diferentes, más o menos.
—Dígannos sus técnicas —dijo Mikashi con seriedad—. Necesito saber a quién ayudaré.
—Sólo si ustedes nos las dicen después —dijo Mía—. Tengo que saber quién nos ayudará.
Mikashi sonrió. 
—Puedo imbuir energía ritual en objetos y extraer técnicas de ellos —dijo Jenna—. Incluso controlarlos en el caso de que no tengan técnicas grabadas en ellos.
—Así que incluso si una herramienta sacra es exclusiva de una familia podrías usarla —dijo Fumiko, su rostro era alegre. 
—Exacto —replicó Jenna—. Aunque aún no puedo explotarla del todo.
—Magia verde —dijo Mía—. Plantas y controlarlas en general. También tengo otra técnica.
—¿Y esa cuál es? —preguntó Mikashi—. Sin reservas, estamos en confianza.
—Si tanto confía Gabriel en ti —dijo Mía—. Tengo grabados en mi los rituales de La Sacerdotisa, puedo usar dos pilares y manipularlos a mi gusto.
—El tarot, eh —dijo Fumiko y volteó a ver a Mikashi—. Ya que estamos en la confianza, me toca hablar primero.
Fumiko sacó de su bolsillo una carta, se trataba de Los Amantes.
—Se grabaron en mi las técnicas de la carta, pero en esencia puedo trabajar con un alma enamorada. Por ejemplo, puedo hacer que una persona sufra lo mismo que la persona que ama.
—Otra carta —dijo Jenna—. De casualidad, ¿no hay un arcángel que te hable?
Fumiko se negó con la cabeza.
—Cuando encontré la carta lo había, yo estaba malherida, sin embargo, el arcángel usó su energía vital para salvarme y por eso sus técnicas se grabaron en mí. Me cuesta canalizarlas a veces, por eso traigo la carta conmigo.
—Ya veo —dijo Mía—, eres muy útil.
Fumiko asintió con orgullo, todos voltearon a ver a Mikashi para que hablara de su técnica. Suspiró y mostró su palma.
—Es una técnica simple, juegas al casino mientras apuestas algo de igual valor que tu oponente. —dijo Mikashi y se levantó de la silla—. No es algo que se use fácil para pelear.
—Antes de seguir —dijo Mía y vio a Mikashi—. ¿Por qué nos enviaron a buscarte? Dicen que eres malo para pelear, si vamos a ir a pelear no creo que nos sirva andar paseando en un casino.
—¿Gabriel te dijo eso? —preguntó Mikashi.
—Además de Riko y Mirko, sí —dijo Mía.
—¿También están con ustedes? —dijo Mikashi, la sorpresa en su voz podía notarse—. Entonces debe ser más grave de lo que pensaba. 
—Se trata de Niko —dijo Fumiko—. Liberarlo implica demasiadas cosas que ninguno pretende enfrentar, puede que intente matar a todos los hechiceros, que ayude a quien lo libere o que no haga nada. 
—¿Alguien de los que conocemos podría vencerlo? —preguntó Mikashi— . Con la cantidad de hechiceros que existen no se me haría descabellado que alguna fuera lo suficientemente fuerte.
—Los hechiceros del pasado eran mucho más fuertes que los actuales —dijo Mía—. Tal vez no que todos, pero sí hay una diferencia grande de poder con la mayoría de los hechiceros contemporáneos.
Abrir un territorio nunca ha sido una técnica exclusiva de la hechicería, mientras pudieras imaginarlo podrías hacerlo, además de cuestiones técnicas como contar con la cantidad de energía suficiente y que el territorio no afecte al usuario que lo crea. Al usar la apertura o creación de territorios, aquellos que se encuentran al interior no lo perciben, no a menos que vean las barreras que lo delimitan, que hayan visto al hechicero conjurarlo, como fue para Mikashi, noten algún efecto del territorio.
—El agua está congelada —dijo Mikashi y se colocó en una posición defensiva—. ¿Alguien los siguió?
Mía y Jenna se negaron con la cabeza, ninguna había prestado atención siquiera a la existencia de un vaso con agua en la esquina del escritorio de Mikashi. 
—¿Una técnica de hielo? —preguntó Jenna—. No, no siento frío, debe ser algo más.
—Sí —dijo Fumiko—. Algo como un territorio.
Los cuatro salieron por la puerta con prisa, el casino estaba frente a ellos. Parecía una escena de película, las cosas caían con lentitud, las plantas se encontraban secas a la gente le costaba moverse.
—No quería interrumpir —dijo un hombre en el centro del casino—, así que limité mi técnica al resto del casino sin que afectara su cuarto. 
—Debes mejorar un poco —dijo Mikashi—, un vaso con agua te delató.
—Creo que olvidé eliminar el congelamiento de líquidos ahí dentro, no creí que tuvieran agua. Me llamo Moro, me enteré de que aquí hay una carta del Tarot y la escuela esa de hechiceros está pagando bien si se las llevo.
—¿Y tú cómo te enteraste de semejante mentira? —dijo Mikashi—. Me temo que si fuera verdad sería el primero en darla, como dueño del casino no me interesa nada más que el dinero a montones.
—Y nos creeremos eso si nos das la carta —dijo una mujer que se acercó a Moro.
El hombre tenía cabello corto de los lados y largo en la parte superior, usaba un traje completo negro al igual que su acompañante, quien tenía cabello rubio y su rostro estaba lleno de pecas.
—Te daremos la mitad del dinero —dijo nuevamente la mujer—. Entréganos a la chica a tu lado y todos felices. Sino congelaremos los líquidos en su interior también. No será muy agradable.
—Oye Jenna —dijo Mikashi—. Pregunta de examen. ¿Qué pasa cuando dos territorios coinciden?
—Eso nunca me lo enseñaron —dijo Jenna.
—Vaya que la educación es deplorable hoy en día —dijo Mikashi y sonrió—. Fumiko, dile la respuesta.
Fumiko sonrió y se adelantó al grupo.
—Un territorio da una garantía de que la técnica funcionará, claro que los hechiceros actuales no suelen tener complicaciones con eso, la experiencia da una garantía y seguridad de que tu ritual siempre servirá —dijo Fumiko—. Cuando dos territorios coinciden pueden pasar tres cosas, ambos se anulan, uno prevalece sobre el otro o se fusionan.
Moro y su compañera se quedaron atentos a la explicación, no entendían el por qué la daban, pero era información nueva para ellos.
—¿Cómo sabemos cuál será la que ocurra? —dijo Mikashi.
—No podemos saberlo, no existe una regla específica, en otras palabras, es cuestión de azar —concluyó Fumiko.
—¡Apertura de territorio! —gritó Mikashi, colocó sus manos una sobre otra, con cada una formaba un círculo al unir el pulgar con el índice y los acomodó de forma paralela, la mano derecha sobre la izquierda—. ¡Primer círculo!
Mikashi bajó la mano derecha y subió la izquierda, lo que dejó la dirección de sus palmas hacia afuera. El entorno cambió totalmente, era de fondo totalmente negro, lo único que podía divisarse era una ruleta enorme a los pies de todos, tenía intercalados los colores negro y rojo, además de dos casillas verdes con el número cero y el doble cero. 
—¿Quién está dentro? —gritó Mikashi.
El territorio de Moro había sido destruido, probablemente por lo poco refinado que se encontraba al ser una técnica relativamente nueva para él. Los territorios se fortalecen al chocar con otro territorio, si se trataba de ello, Mikashi nunca perdería una lucha de territorios.
Ninguno, a excepción de Fumiko y el mismo Mikashi, entendían lo que ocurría. Jenna, Mía, Fumiko y la acompañante de Moro aparecieron a una altura elevada respecto a la ruleta, ellas no participarían en la apuesta. 
—¿Qué apostamos? —dijo Mikashi—. Tengo algunas ideas, pero me gustaría escucharte primero.
—¿Apostar? —preguntó Moro—. No entiendo, no pienso jugar tu juego.
Mikashi tronó los dedos, una bola de metal gigante apareció sobre ellos, probablemente era de un metro de diámetro. 
—Apostaremos el uso de nuestras técnicas, quien pierda no podrá usar su técnica durante una hora. ¿Trato?
El pensamiento de Moro fue el mismo que el de las personas que escucharon la oferta por primera vez: “Aceptaré, si pierdo no cumplo y listo”. No sería una técnica funcional si fuera tan fácil. Milashi saltó y la bola de metal cayó en uno de los orificios de la ruleta, entonces empezó a girar. Moro se pegó a uno de los bordes de los orificios de la ruleta, cuando saltó para salir de ahí Mikashi lo esperaba.
—Lo siento —dijo y sonrió—. Pero no me gusta estar quieto.
Mikashi le dio una patada en el estómago, mismo que lo mandó a la barrera del territorio, la cual coincidía con una pared imaginaria que se levantaba desde los bordes de la ruleta. Moro se sostuvo de la pared, estar dentro de un territorio no implicaba que no pudiera usar su técnica, la cual le permitía cambiar una magnitud física a la vez. Creó un suelo donde pudiera ponerse de pie al crear estructuras de aire sólidas. La ruleta seguía girando, vio la bola de metal y se dispuso a un plan.
—¿Aire sólido? —dijo Mikashi—. ¿Cuál es tu técnica? ¿Hacer sólidas las cosas?
—No exactamente —dijo Moro.
En ese momento saltó y apuntó a la esfera metálica, intentó reducir el peso de la misma, en ese instante la ruleta empezó a acelerar.
—¿Qué? —dijo Moro—. Si puedo cambiar su peso cuando frene…
—¡Lo siento, Moro! —gritó Mikashi—. Cualquier intento de manipulación de la ruleta hará que se acelere, en resumen, no puedes hacer trampa aquí.
Moro creó plataformas de aire para saltar entre ellas y llegar a Mikashi.
—¿Y tú vuelas o qué?
Moro no creció en un entorno donde estuviera rodeado de hechiceros, siempre había cumplido el rol del inteligente del grupo, de aquel que nunca era superado. Desde que encontró otro hechicero y notó lo poco experimentado que estaba, se molestó. 
—Puede decirse que sí —dijo Mikashi—. Si no estuvieras tan cerrado de mente podrías llegar más lejos.
Moro soltó un golpe que Mikashi esquivó, sostuvo su brazo y lo arrojó contra la ruleta.
—¡Mira! Ya empezó a frenar.
Moro se estampó contra la ruleta, que empezaba a disminuir de velocidad. Volvió a salir de la misma y se acercó a Mikashi. Mientras se elevaba vio a Fumiko sacar la carta de The Lovers y recitar algo.
—Técnica ritual —dijo Fumiko, no podía ser frenada ya que cada observador se encontraba en su propia zona aislada, mientras no afectara la técnica de Mikashi, todo era válido en su territorio—. Almas gemelas.
Para Fumiko se trataba de una apuesta arriesgada, no sabía si Moro y la chica que lo acompañaba eran una pareja, pero en caso de serlo, su técnica funcionaría. Moro se distrajo lo suficiente para ser sujetado por Mikashi y arrojado contra la barrera.
—Elige rápido, amigo —dijo Mikashi—. ¿Cuál es tu apuesta?
—Rojo —dijo Moro.
—Yo elijo negro entonces.
La ruleta frenó varios segundos después, la esfera metálica había caído en un espacio negro con el número veintinueve. El territorio se desvaneció, todos habían vuelto a sus posiciones antes de que se activara siquiera. Moro se dejó caer al suelo. Las plantas alrededor volvieron a hidratarse, las cosas volvieron a caer con normalidad. 
—Una buena apuesta —dijo Mikashi—. Ahora, para evitar más conflictos, me gustaría que platicáramos un rato.
Moro dirigió su mirada al grupo detrás de Mikashi, apuntó a ellas, pero no ocurrió nada.
—Como dije —dijo Mikashi—. Una apuesta es una apuesta, ¿no? Las apuestas dictadas por mi territorio son definitivas, se cumplirán.
La chica que acompañaba a Moro miraba a todos lados, como si buscara algo.
—¿Por qué yo tampoco puedo usar mi técnica?
—Por mí —dijo Fumiko—. Mi técnica con los amantes permite que el efecto de la persona que amas también te llegue a ti. No sabía si eran pareja, entonces fue un pequeño riesgo. ¿Cuál es tu técnica, amiga?
—Me llamo Paola, no amiga —dijo la chica—. Puedo leer cualquiera valor matemático o físico de aquello que veo. No es especialmente riesgosa.
—Claro -dijo Fumiko—. Pero en conjunto a la de este tipo, puedes usarla al completo.
—¿Desde cuándo está la oferta? —preguntó Mía.
—Desde hace varios días —dijo Paola—. Pero ninguno se ha topado con alguna carta.
—¿Cómo nos encontraron? —preguntó Fumiko.
—Sencillo —dijo Moro—. La escuela nos contó las cosas, vinimos y lo corroboramos.
—¿Y ahora por qué nos cuentan esto? —dijo Jenna.
—No podemos defendernos —dijo Moro—. Como sea, sólo queríamos dinero, nos da igual si se quieren encargar de quienes nos mandaron.
—Si tanto querían dinero podrían haber venido a apostar —dijo Mikashi, en su voz había una pequeña molestia, volvió a acomodar su mano en su cuello para frotarlo—. Bien, haremos algo.
Mikashi entró a su oficina, cuando salió tenía un maletín.
—Irán con la escuela y le darán un mensaje por mí, a cambio les daré el dinero que hay aquí, cien mil, en efectivo.
—¿Nos darás dinero sólo por entregar un mensaje? —preguntó Paola—. No te creo.
—También necesito que me ayuden a algo más —dijo Mikashi—. Denme una forma de entrar a esa escuela.
—¿Para qué quieres entrar? —preguntó Fumiko.
—Ya lo reflexioné —dijo Mikashi—. Seguro que no soy el único de acuerdo. Llevaremos a Jenna a revivir a Niko.
—Liberar, él está vivo —dijo Fumiko—. ¿Enserio no ponías atención en clases?
—¿Cualquier forma de entrar? —dijo Moro.
—Cualquier forma. Mientras puedan entrar varios, claro. ¿Tenemos un trato?
Moro aceptó, tras recibir el pago se retiró del casino.
—¿Confiarás en ellos? —preguntó Mía—. Vinieron a matarte.
—La gente que trabaja por dinero tiene mucho más honor que esa bola de corruptos de la escuela. Bien, le dejaré el casino encargado a alguien más. Ya que iré con ustedes me gustaría tener a alguien más en nuestro equipo, un viejo amigo de la universidad.
—¿De confianza? —preguntó Jenna—. Mira si Gabriel confía en ti, yo lo haré.
—¿Hablas de Louis? —cuestionó Fumiko—. Pensé que estaban peleados, no se hablaron después del choque de territorios.
—Es el único que logró fusionar su territorio conmigo, así que me gustaría tenerlo a mi lado para pelear —dijo Mikashi—. Tenemos que ir a la universidad, así que usen ropa más adecuada para la situación. Esos trajes las harán ver como maestras.
—¿No estás vetado de la universidad? —dijo Fumiko preocupada—. Recuerdo que te prohibieron ir ahí después del incidente con los hechiceros.
—Ya debieron haberlo olvidado —dijo Mikashi con una sonrisa en el rostro—. Y bien, ¿vienen con nosotros? 
—Bueno —dijo Mía—. La verdad quiero ver una fusión de territorios.
—Yo también —dijo Jenna—. ¿Qué no Mirko y Riko están en la universidad?
—Cierto —dijo Mía—. Supongo que con suerte consiguieron su misión. O tal vez los encontremos ahí y podamos ayudarlos.
—Una reunión —dijo Mikashi—. Qué emocionante. A ellos dos sí tengo ganas de verlos. 
Una vez arreglaron el asunto de la administración del casino salieron en dirección a la habitación del hotel, recogieron las cosas de Mía y Jenna y descansaron el resto de la noche ahí. Por la mañana fueron a la universidad, al llegar se encontraron el vehículo de Mirko y Riko, ambos estaban dormidos dentro de la camioneta.
—Buenos días —dijo Mikashi mientras golpeaba la ventana de la camioneta.
Mirko y Riko salieron, saludaron a Mía y Jenna.
—¿Victor? —preguntó Riko.
—Mikashi, por favor —dijo el chico y sonrió, después la saludó con un abrazo.
—¿Cómo estás? —preguntó Mirko a Fumiko.
—Bien, escuchamos que buscan a alguien, ¿cómo van? —preguntó Fumiko.
—Algunas cosas inesperadas —dijo Mirko—. Encontramos a un chico que no recuerda nada, pero no tenemos ni noticias del que controla mentes.
—¿Y lo tienen ahí atrás de la camioneta? —preguntó Jenna—. Si lo hacen así realmente se ve sospechoso.
Se asomaron a la parte trasera de la camioneta, había un chico de cabello negro dormido, vestía una playera blanca y un pantalón de mezclilla, sus tenis con sus calcetines se encontraban debajo del asiento.
—¡Déjenlo! —gritó una chica que corrió en dirección al grupo.
Cuando llegó intentó golpear a Mikashi, el más cercano a ella. Era rubia, tenía rasgos de ser extranjera y vestía una blusa blanca con un short negro. En cuando pudo golpeó a Mikashi en la cara.
—¡Mo es mío!




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