—No entiendo —dijo Jenna—. ¿Por qué? ¿Cómo?
—Yo estaba embarazada de ti —dijo Carla—. Naciste y todo fue bien durante tus primeros años de vida, decidimos abandonar la vida de hechiceros desde que supe que estaba embarazada. Pero en secreto tu padre siguió haciéndose el héroe durante varios años después de que nacieras incluso. Cuando me enteré peleamos y se fue de la casa.
—Me corriste —dijo Mark.
—Sí, lo volvería a hacer —dijo Carla—. Me enteré porque impuso una marca mientras estaba dormida, una con la que pretendía darte su técnica. Pensé que lo impedí, pero no fue así. ¿No se te hizo raro que supiera tanto de tu técnica? Todas son diferentes.
—Es cierto —dijo Jenna.
—No es la primera vez que intentan liberar a Niko —dijo Mark—. Lo intentaron cuando yo era estudiante, también cuando trabajaba de hechicero a espaldas de tu madre. Así que si te daba mi técnica pensé que nunca te encontrarían y te preparé para defenderte por si lo hacían.
—También le heredaste el horrible destino que te correspondía, ¿no? —dijo Carla—. No pretendas que hiciste las cosas bien, le diste a mi hija el destino de ser una herramienta.
—También es mi hija —dijo Mark—. Le enseñé a protegerse y a hacer el bien.
—No —dijo Carla. No es tu hija, un padre nunca actuaría así con su hija. Todo el mundo la busca por eso ahora. Esa gente tiene su vida en riesgo por tu culpa. No puedes cambiar eso con unas pequeñas enseñanzas.
Jenna se mantuvo en silencio, escuchaba la pelea de sus padres e intentaba asimilar todo lo que le decían.
—Ella debía ir a la universidad y ser normal —dijo Carla—. Ahora tiene el peso de una decisión que afectará a todo el mundo. Jenna, volvamos a casa.
—No —dijo Jenna—. Ya no puedo dar vuelta atrás. Quisiera que me dijeran algo. ¿Quién fue Niko realmente?
—Un asesino —dijo Mark—. El terror de los hechiceros, se corrompió por el poder y sólo Olivia pudo frenarlo.
—Él mataba hechiceros, decía que debía desaparecer la magia del mundo, que nadie además de él podía tenerla. Por eso no puedes liberarlo del sello —dijo Carla—. Si lo haces, toda esa gente estará en riesgo.
—Bien —dijo Jenna—. Tengo mi decisión.
Jenna salió del cuarto. Sus padres no la frenaron, vieron en su mirada lo que su hija decidiría. La chica entró a la sala donde se llevaría a cabo la reunión, era una mesa circular donde estaba Gabriel, Mirko, Mikaela, Mía, Rubén y Lexa. Jenna tomó asiento, entonces empezaron a platicar.
—Olivia debe tener alguna forma de robar poder —dijo Lexa—. Sino no veo por qué querría despertar a Niko. Tal vez sigue la idea de heredar rituales, pero debería convencer a la otra parte de entregarlo. Platiqué con Zoe, corrobora esta teoría.
—Con marcas se pueden heredar rituales —dijo Jenna—. Pero Lexa tiene razón.
—¿Quién además de Vanesa puede copiar técnicas? —preguntó Gabriel—. No me suena nadie.
—Porque no conocemos a nadie —dijo Mikaela—. Nuestras técnicas están enfocadas principalmente a la pelea. Es probable que además de Jenna, necesite de otra persona para completar lo que quiere hacer.
—Si supiéramos lo que en verdad pasó —dijo Mía—, sería más fácil determinar muchas cosas.
—¿Qué hacía Niko? —preguntó Jenna—. Sé que no conoces el final, pero conoces una parte que probablemente nadie más.
—Usaba mucho la carta de La Muerte —dijo Mía—. A veces hablaba con ella, con su representación.
—¿El Arcángel de Muerte? —preguntó Jenna.
—Sí —respondió Mía—. También usaba constantemente el ritual de la Rueda de la Fortuna. La vez que me vino a visitar se veía alterado, dijo que ya no había vuelta atrás y corregiría todo, entonces me selló.
Gabriel puso las cartas que tenían sobre la mesa. La Muerte, La Rueda de la Fortuna, La Sacerdotisa y Los Enamorados. Todos las miraron atentos, entonces Jenna notó que la de La Muerte seguía con tonos grises.
—¿Por qué no tiene color aún? —preguntó Mía—. Cuando la vi en el pasado tenía colores. Incluso la mía tiene colores, no tiene un arcángel dentro.
—Los arcángeles son seres antiguos, supongo —dijo Gabriel—. Jenna mencionó que Roman fue poseído por El Emperador. No todos tienen la suerte de Fumiko o Mía. Jenna, te preguntaré esto una sola vez, ¿liberarás a Niko?
Jenna miró fijamente a Gabriel, lo primero que recordó fueron las recientes palabras de sus padres, gracias a eso reafirmó su decisión.
—Sí, yo lo liberaré. Es el destino con el que nací y lo cumpliré.
Mía disimuló una pequeña sonrisa, se emocionó de pensar que podría ver de nuevo a Niko.
—Una vez lo vi —dijo Jenna y captó la atención de todos los presentes—. Cuando Roman me metió en ese transe, vi a Niko. Se veía como cualquiera de nosotros, no como en las historias.
Mía no pudo disimular su sonrisa.
—Me da más confianza escuchar eso —dijo Gabriel—. Quiero saber cómo actuaremos.
—Tengo un plan —dijo Jenna—. Todo lo que hemos hecho y vivido en este tiempo me dio ideas. Mikashi consiguió una entrada con unos tipos, si de alguna forma la confirmamos podríamos entrar a la escuela.
—Lo mencionó —dijo Gabriel—. Me dijo que confirmaría esa entrada, si la confirma, cubriríamos mucho.
—¿Qué hay si nos emboscan? —dijo Lexa—. Es algo muy probable.
—Nos encargamos de ellos —dijo Gabriel.
—Son estudiantes —dijo Mikaela—. Gente inocente que no sabe lo que realmente defiende.
—¿Ino no era inocente? —preguntó Gabriel—. Además, sólo los dejaremos fuera de combate, no necesitamos matar a nadie, sólo a una persona.
Todos en la mesa se mantuvieron en silencio por las palabras de Gabriel, después de todo hablaban con el hombre que asesinó a los directivos por su cuenta.
—Entramos a la zona de tesoros, tomamos el sello y lo liberamos en una zona abierta —dijo Jenna—. No usen sus habilidades para matar, úsenlas para neutralizar.
Todos se mantuvieron en silencio, no podían dejar de pensar en las palabras de Gabriel.
—¿Cuál es el chance de que Olivia esté siendo controlada? —preguntó Mikaela.
—Ninguno —dijo Gabriel.
—Pero ella nos libró de Niko en primer lugar —dijo Mikaela—. Ella nos enseñó todo lo que sabemos.
—¡No! —dijo Gabriel—. ¡Ella no es la heroína de la historia! Ella no pudo derrotar a Niko, ella es débil. Por eso quiere más poder, sino ella se habría deshecho de él.
Todos volvieron al silencio. Mikashi abrió la puerta y entró acelerado.
—No sé quién es, pero busca a Jenna —dijo Mikashi—. Se hizo llamar Emperador.
Todos se pusieron de pie y salieron, el grupo estaba parado frente a la puerta, frente a ellos estaba El Emperador. Pero no estaba solo.
—Les presento a mis amigos —dijo Emperador—. Torre, Diablo, Juicio y Mago.
—¿Son aliados? —preguntó Dai.
—No —dijo Jenna—. Son encarnados, arcángeles.
Hubo un silencio abrumador, ninguno esperaba tal visita. Jenna había visto el potencial de un arcángel, Mía sabía que podría ser la única que equiparara el poder con uno solo de ellos.
—Venimos por una deuda de mi amigo Juicio —dijo Emperador—. Si nos entregan al hombre llamado Mark, nos evitamos conflictos.
—¿Para qué lo quieren? —preguntó Gabriel.
—No soy de hablar de negocios, pero ustedes me caen muy bien, así que les diré. Ese hombre de ahí llamado Mark hizo un trato con mi amigo Juicio para deshacerse de su técnica, a cambio de entregarnos a su hija con su técnica, le permitimos usar la marca para heredar su técnica.
Carla se acercó frenética a Mark y golpeó su rostro, Vanesa se acercó a frenarla.
—¡Te lo dije! —gritó la madre de Jenna—. ¡Eres un maldito egoísta!
—Veo que no estaban enterados —dijo Emperador—. Pero no se preocupen, no venimos por Jenna, sino por él. No cumplió su palabra, así que pagará el juicio correspondiente. Como ella liberará a Muerte no necesitamos intervenir más.
—¿Liberar a Muerte? —dijo Mía—. No, liberaremos a Niko.
—No seas tonta —dijo Emperador—. Sellaron a Muerte, no a tu amado Niko.
Mía usó la pose de sus manos para activar su territorio, pero Mark se levantó y se adelantó al grupo.
—Me entrego —dijo Mark—. Me someteré al Juicio de tu amigo.
Cuando Mark se acercó lo suficiente a los arcángeles, Torre chasqueó los dedos. Frente a todos, frente a su hija y la mujer que alguna vez le entregó su vida, se desvaneció lentamente entre cientos de cortes.
—¿Papá? —dijo Jenna—. ¡Papá!
Jenna corrió hacia el Emperador, un sentimiento extraño la recorría. Hace segundos estaba enojada por su padre, pero ahora se encontraba triste por su pérdida.
—Vámonos —dijo Emperador—. Nos volveremos a ver cuando liberen a Muerte.
Jenna activó su ritual, las armas que había usado contra los entes de la universidad estaban grabadas con su energía ritual, se formaron dagas a su alrededor, mismas que se dispararon hacia Emperador. Después de bloquearlas con facilidad, se dispuso a activar el ritual de invocación de Kino.
—Son demasiados, no tiene sentido —dijo Emperador—. Lo guardaré para después.
Los arcángeles se retiraron, todos podían volar por alas negras que nacían de sus espaldas. Jenna se quedó observando el lugar donde estaba parado su padre antes de morir, no decía nada y respiraba con dificultad.
—Yo… Yo… Perdón.
Después de decir perdón las lágrimas de Jenna brotaron sin parar, Carla se acercó a ella y la abrazó. El resto del grupo veía la escena, la mayoría se entristeció, otros cuantos se mostraron molestos.
—No sólo Olivia, ¿no? —dijo Kaede—. Creo que necesitamos una forma de ocuparnos de ellos.
—Niko lo hará —dijo Jenna—. Niko se deshará de todos.
—Calma —dijo Carla mientras consolaba a su hija.
—¿Qué te asegura que no será Muerte? —preguntó Mikaela—. Esos tipos se veían más convencidos de que es Muerte que nosotros de que es Niko.
—¿Por qué sería Muerte? —preguntó Fumiko—. Sellaron a Niko.
—A menos que los sellaran juntos —dijo Lexa—. Si es así, explicaría los colores de la carta.
—Probaremos algo —dijo Gabriel.
Louis se acercó a Jenna y la intentó levantar, pero la chica se dejó caer de nuevo.
—Quisiera quedarme aquí un poco más, a solas —dijo Jenna.
El resto del grupo entró a la casa, también Carla y Louis. Jenna se sentó en el lugar donde murió su padre y se quedó mirando el suelo. Pasó horas ahí, el grupo habló del plan de acción que llevarían a cabo y debatieron sobre la aparición de los nuevos enemigos.
—Hace frío —dijo Louis, quien había salido de la casa para darle una sudadera a Jenna—. Si vas a vengarte no creo que una gripe ayude.
Jenna tomó la sudadera, Louis volvió a entrar a la casa y regresó pocos segundos después.
—Traje chocolate caliente —dijo Louis.
Se sentó a lado de Jenna, quien tomó la taza de chocolate y bebía pequeños sorbos.
—Ni siquiera nos conocemos —dijo Jenna.
—No —dijo Louis—. Pero tampoco quisiera que estés sola.
—Me acababa de pelear con él.
—¿Enserio?
—Sí —dijo Jenna y puso la taza en el suelo—. Descubrí que mi técnica era de él y me la heredó voluntariamente, lo cual me llevó a no tener identidad propia y no ser más que una herramienta.
—Una herramienta. No creo que para esa gente de adentro lo seas —dijo Louis—. Creo que si les dijeras que no quieres liberar a Niko lo apoyarían.
—¿Eso crees?
—Estoy seguro. Al único que conozco de hace tiempo es a Victor, Mikashi, digo. Y a su novia Fumiko. ¿Sabías que ella fue la que quiso huir de la escuela de hechicería? Una vez me lo contó.
—¿Ella? Debe ser broma.
—Enserio, entonces él hizo cosas por las que lo expulsaron o algo así. Ella lo siguió y son felices juntos. Mikashi desde ese momento abandonó la comodidad de esa tonta escuela para ir a una universidad normal y cumplir el sueño de su novia.
—Bueno, está loco —dijo Jenna.
—Si alguno de los presentes estuviera cuerdo no sería buen hechicero —dijo Louis—. Creo que los mejores hechiceros son a los que les falta un tornillo o dos. A ti te faltan varios, con todo el afán de halagar. Sino no te veo matando a las dos cosas gigantes en la universidad.
—¿Te contaron?
—Sí, me pusieron muy al corriente. Como que el novio de Adeline aún no despierta, pero sigue vivo.
—Eso no lo sabía, bueno, no sé nada porque no he entrado. Sorpresa.
—Jenna, ¿quién quieres ser?
—Una hechicera que haga el bien —dijo Jenna—. Que no tome decisiones erróneas.
—Te interrumpo ahí. No puede existir alguien que siempre tome las decisiones correctas. Si algo así sucediera el mundo estaría realmente mal.
—¿Crees que romper el sello sea lo correcto? —preguntó Jenna.
—Honestamente no estoy seguro, me aterra la idea de que pueda ser Muerte quien esté sellado y no Niko. Pero se trata de apostar, como Mikashi lo hace, se juega la vida en cada apuesta y deja a la suerte hacer lo suyo. No todo debe tener una razón lógica detrás. Eso lo aprendí del ludópata ese. La verdadera pregunta es, ¿qué crees que debes hacer?
—Creo que debo liberar a Niko. Nos daría una ventaja enorme en la batalla.
—¿Esas son tus verdaderas razones?
Jenna reflexionó por un momento, entonces abrazó sus piernas.
—No —dijo Jenna—. Son más tontas. En realidad una parte de mí quiere liberarlo para que Mía lo vea de nuevo, se nota que le gusta y lo ama. Además tiene cosas que agradecerle. También porque quiero volver a platicar con el tipo simpático que vi en mi transe. La otra parte de mí quiere saciar la curiosidad de ver al más fuerte.
—¿Cuáles son tus razones para no liberarlo?
—Que podría ser Muerte.
—¿Qué harás?
—Liberarlo.
Louis sonrió por la velocidad de la respuesta de Jenna.
—¿Sabes? Entiendo tu situación.
—¿Perdiste a tu padre a manos de un ser tan poderoso que ni tú podrías hacer algo?
—Más o menos. Lo perdí en un incendio.
—Lo siento, no debí hablar así.
—No te preocupes —dijo Louis—. Estás molesta más que triste.
—Estoy molesta conmigo, no pude hacer nada. Si fuera más fuerte podría haberlo salvado.
—Entonces cúlpame a mí también. Tampoco pude hacer nada.
—No era tu responsabilidad.
—Tampoco tuya. Tu padre aceptó ese destino desde hace mucho, quizá él lo vio como una expiación de sus pecados. Pero nosotros no comprenderíamos lo que pasó por su mente.
—Sé sincero conmigo. ¿Crees que habríamos ganado contra ellos?
—No. Probablemente no habríamos ganado. Tenemos que priorizar proteger a Moeko que está dormido, a tu madre, a Adeline. Hay más inconvenientes que nos pondrían en desventaja. Entonces no ganaríamos para ser honestos.
—Ya veo.
Jenna levantó la mirada al cielo, estaba despejado y ya era de noche, ni siquiera notó el transcurso del tiempo. Se giró hacia el chico en su costado y le dio una sonrisa pequeña que sólo podría verse a la distancia a la que se encontraban.
—Gracias —dijo Jenna y se puso de pie para después tomar la taza que había dejado en el suelo—. Sé lo que haré.
Louis se levantó y le dio un abrazo, la chica no se negó y lo correspondió. No se encontraba mejor, pero su mente se había aclarado un poco.
—¿Cuándo sería el día perfecto para liberar a Niko? —dijo Jenna tras entrar en la sala donde todos se encontraban.
—Lo más pronto posible en cuanto tengamos el sello —dijo Gabriel—. Nos buscarán y estarán detrás de nosotros. ¿Lo liberarás?
—Obviamente —dijo Jenna, aunque se veía decaída y con la voz apagada, se mostraba confiada en su decisión—. Es el destino que quiero.
—¿Cómo estás? —preguntó Lexa, a pesar de no ser tan cercana a ella recordaba con cariño la época en la que entrenaron juntas durante las vacaciones.
—Mal —dijo Jenna mientras apretaba sus labios—. Pero necesito distraerme para superar esto.
—¿Estás segura de que quieres hacer esto ahora? —preguntó Lexa—. Quizá podemos posponerlo lo más posible.
—Está bien —dijo Jenna—. Lo haremos cuanto antes. Tampoco se puede hacer un entierro ni mucho menos.
—No quiero interrumpir —dijo Kaede—. Pero necesito que vean esto.
Kaede mostró su celular, mostraba las noticias del día donde reportaban a los arcángeles que previamente aparecieron frente a la casa y la muerte del padre de Jenna. La chica pasó saliva al revivir la escena.
—Tenemos que irnos —dijo Vanesa—. Los policías vendrán y nos llenarán de preguntas.
—La policía sirve cuando quiere —dijo Adrián.
—Podría poner un territorio que nos oculte —dijo Rubén.
—No —dijo Mirko—. Eso nos expondría demasiado, tendríamos a más gente en los alrededores y no podríamos salir.
—Es verdad —dijo Rubén—. ¿Qué hacemos?
—Atacar —dijo Jenna—. Sólo hay que pensarlo un poco. Si atacamos ahora, evitamos que Olivia se haga más fuerte, la tomamos por sorpresa y podemos salir con ventaja.
—No sabemos si tenemos la entrada —dijo Riko.
—La tenemos —dijo Mikashi—. Me lo confirmó Moro.
—Yo no iré —dijo Mikaela—. No estoy de acuerdo con lo que harán, puedo quedarme fuera esperando por si necesitan una cura, pero a priori no entraré.
—Está bien —dijo Gabriel—. ¿Quién más se quedará? Levanten la mano.
Rubén, Fumiko, Mikaela, Adrián, Kaede, Adeline, Vanesa, Carla, Mirko, Riko, Lexa, Zoe y Dominique levantaron la mano.
—Lo hablamos —dijo Lexa—. Cuidaremos la casa, además si vamos muchos nos descubrirán más fácil y no creo que nuestras técnicas sirvan.
—Entonces iremos Jenna, Mikashi, Louis, Alexandra, Mía, Dai y yo. ¿Me equivoco? —dijo Gabriel.
—No crean que no quiero ayudar —interrumpió Kaede—. Pero tengo que quedarme a vigilar a Moeko por cualquier contratiempo.
—No me quejo de nada, creo que quienes iremos somos suficientes para este asalto.
Todos se miraron los unos a los otros, los que no asistirían al asalto se retiraron de la sala. Una vez quedaron los siete hubo un silencio extraño, todos sabían cuál era la pregunta.
—Necesitan suerte —dijo Mikashi—. Por eso voy, también por eso viene Louis, si se presenta la ocasión, verán una fusión de territorios.
—Suena a una excusa para fusionar los territorios —dijo Alexandra, quien se había cambiado de asiento a lado de Jenna—. Yo necesito mi venganza.
—Concuerdo —dijo Dai—. Son razones más personales.
—Yo quiero verlo —dijo Mía—, no hay más.
—¿Jenna? —preguntó Gabriel—. Yo voy porque necesito enfrentarme a Olivia.
—Y yo porque es el destino que quiero —dijo Jenna—. Creo que es más que suficiente, pero no llevaría a nadie diferente a ustedes. Ahora, ¿cuál es el plan?
Dos horas después los siete salieron de la sala, todos estaban en sus habitaciones o vigilando el exterior.
—Decidimos cómo deshacernos de los policías —dijo Kaede—. Diremos que hacíamos un cortometraje y eso era promoción, si no me creen controlo sus mentes.
—Con que funcione —dijo Louis—. Ciertamente no son tan geniales como yo.
—¿Ustedes qué harán? —preguntó Vanesa—. Me gustaría ir, pero no me veo utilidad ahí.
—Iremos de frente —dijo Gabriel—. Usaremos el eclipse de Ale, Mía cuidara fuera para que no le hagan nada mientras usa su territorio. Dai irá conmigo para buscar a Olivia mientras Louis, Mikashi y Jenna van a buscar el sello.
—¿Saben dónde está? —preguntó Fumiko—. Mikashi nunca puso atención, Louis ni siquiera viene de la escuela de hechicería y Jenna es nuestra esperanza.
—Me temo que dependeremos de su suerte —dijo Fumiko—. Qué bueno que llevan a Mikashi.
La chica se acercó a su novio y le dio un beso rápido en los labios, después le sonrió.
—¿A qué hora partirán? —preguntó Vanesa.
—En cuanto salga el Sol, por ahora dormiremos —dijo Gabriel.
—Entonces puedo premiarte —le dijo Fumiko a Mikashi—. Vamos, no quiero perder tiempo.
Gabriel rio un poco y vio a la pareja irse, después se dirigió a Vanesa.
—Te necesito al mando aquí. Confío en ti más que en nadie.
—Sin duda no podré ser una líder como tú —dijo Vanesa—. Vuelve pronto, no quieres que se me incendie la casa.
Todos fueron a su habitación, Jenna se sentó en la cama donde su madre estaba acostada.
—Por la mañana, tal vez antes de que despiertes, me habré ido —dijo Jenna, no volteaba a ver a su madre a los ojos—. Pero quiero decirte que te amo. Si algo sale mal, si no puedo volver…
—No digas más —dijo Carla—. No quiero pensarlo.
—Sólo no quiero más arrepentimientos. Volveré, lo intentaré de verdad. Pero si aparecieran los arcángeles, no sé si podría volver.
—No te hundas en la venganza. Aunque te dieran el poder por egoísmo, no significa que tengas que ser egoísta. Haz tu propio destino, recuerda que hay gente que lloraría tu muerte.
—Perdón, por ocultarte esto tanto tiempo. Pero no quería que te preocuparas por mí. Pensé que todo sería diferente, que todo sería…
—¿Más fácil?
Jenna asintió.
—Hija, nada es fácil en esta vida. Lamento ocultarte la verdadera razón por la que nos separamos tu padre y yo, nunca fue tu culpa.
—Lo sé. Pero es lo que tenemos.
—Sí. ¿Hay alguna forma en la que pueda evitar que vayas?
—No, me temo que no. El futuro ya está decidido. Nada ni nadie lo cambiará ya. Perdóname.
—Entiendo. Al menos despiértame antes de irte.
—No lo haré. Porque volveré para que puedas verme.
Carla sonrió, cerró los ojos e intentó conciliar el sueño. Jenna salió de la habitación, si se quedaba más tiempo ahí podría cambiar de opinión. Golpeó en la puerta de la habitación de Louis, quien le abrió a los pocos segundos.
—¿Jenna?
—¿Puedo dormir aquí? Si duermo cerca de mi mamá no podré ir mañana.
—¿Te va a desmayar mientras duermes?
—Probablemente —dijo Jenna y soltó una risa muy breve—. No quiero que la última vez que vea a mi madre sea mientras me ruega por quedarme, mejor que sea su imagen fingiendo que duerme.
—Qué selectiva. Pasa, hay una cama libre de todas formas.
Jenna se acostó en la cama, se cubrió con la cobija y cerró los ojos. No pudo dormir.
—¿Insomnio? —preguntó Louis, quien escuchó a Jenna levantarse—. Yo tampoco puedo dormir, pienso que todo esto es demasiado importante para mí. Tipo, hace nada estaba yendo a la universidad preocupado porque iba a entregar un trabajo y ahora me encuentro en medio de un debate que decidirá el futuro del mundo.
—Yo hace un año buscaba universidad, ahora escapo de la que elegí. La vida da vueltas muy feo.
—Tienes razón. Jenna, todo saldrá bien mañana.
—Eso espero —dijo Jenna y se acostó de lado, veía a Louis en la oscuridad.
—Así será, yo te protegeré —dijo Louis—. Eso sí está en mi alcance.
—Gracias, pero me temo que yo también te protegeré a ti —dijo Jenna—. No me sentiré bien si haces todo el trabajo.
—Menos mal, entonces haremos buen equipo. Duerme bien, Jenna, hay que descansar bien para hacer las cosas bien.
—Buenas noches.
Ambos conciliaron el sueño varios minutos después. Gabriel estaba acostado en el sillón de la sala, cubría sus ojos con un brazo y respiraba profundamente, cualquiera que lo viera creería que estaba dormido. Pero Vanesa no era cualquier persona.
—¿No puedes dormir? —preguntó Vanesa.
—No —dijo Gabriel—. Estoy pensando todo lo que puede salir mal.
Vanesa se sentó en el suelo, recargó su espalda en el sillón y abrazó sus piernas.
—¿Viste el futuro? —preguntó Vanesa desanimada.
—Sí.
—¿Me dirás qué pasará?
—No, no puedes saberlo.
—¿Es la última vez?
—Sí —dijo Gabriel y se quitó el brazo del rostro, volteó a ver a Vanesa—. Es la última vez.
Vanesa empezó a sollozar, se limpiaba la nariz y hacia muecas para intentar evitar llorar. Se levantó y se colocó sobre Gabriel, lo abrazó con fuerza.
—Iré —dijo Vanesa desesperada—. Iré, iré.
—No lo harás, lo sé —dijo Gabriel y abrazó a Vanesa—. Vivamos como si fuera la última vez.
Vanesa se acurrucó en Gabriel, empezó a llorar desconsolada mientras el chico le acariciaba la espalda como intento de consolarla.
En la habitación de Alexandra y Dai ambas estaban sentadas en sus camas, la primera leía un libro y la segunda veía por la ventana.
—¿Cómo se llamaba? —preguntó Dai, no despegaba la mirada de las estrellas—. Tu hermano.
—Dann. No quiero sonar insensible —dijo Alexandra y cerró su libro—. Pero no sé cómo decirlo. ¿Era tu novio?
—¿Ino? Pues tal vez cuando volviera se lo pediría. Sentí que al dejarlo en duda tendría razones para volver a mí y ahí nos uniríamos para siempre.
—¿Cómo es enamorarse?
—Es lindo, creo que no te das cuenta hasta que ya estás del lado en el que haces locuras.
—¿Sigues enamorada de él?
—Cada maldito segundo. No es alguien a quien olvidaré pronto. Pero me alegra que sea así.
—Debió sentirse horrible cuando te enteraste.
—Lo fue. En realidad apenas me enteré de lo que pasó en verdad. Pasé tiempo creyendo que me abandonó. Pero no fue así, yo lo abandoné.
—Yo debí hacer más por mi hermano —dijo Alexandra—. Si no fuera una miedosa él no habría muerto.
—Oye, no es tu culpa. Es culpa de esos locos de la secta.
—De la escuela.
—Ellos, en realidad ellos son los culpables y pueden pudrirse en el infierno por quitarnos a personas tan buenas.
—Tienes razón —dijo Alexandra y sonrió un poco—. ¿Algún día dejaré de pensar en eso?
—Te diré la verdad. No. Nunca, cada mañana te levantarás y lo recordarás. Pero ¿sabes qué? Así es como los mantenemos vivos, recordándolos.
—Sí, además tengo su alma o algo así.
—Exacto, siempre estará contigo. Mañana será importante, deberías descansar.
—¿Qué hay de ti?
—También debo descansar.
Apagaron la luz de la habitación, se envolvieron en sus cobijas y durmieron profundamente. Mía se encontraba en el balcón de su habitación, bebía una tasa de té y tenía otra frente a ella.
—Debo practicar para cuando vuelvas —dijo Mía y puso la taza en la mesa—. Tengo mucho que contarte, hice amigos, tuve aventuras, gané peleas y estoy segura de que estarás orgulloso de mí cuando me veas. Ya no tengo el cabello verde, no podrás molestarme por eso. Ahora soy pelirroja, tal vez así te guste más. Sinceramente no me importa si sales deforme o algo del sello, si te ves mayor o algo así. Me importa estar contigo, Niko.
Mía le dio un trago a la taza de té, era té negro, el favorito de Niko. Después se tomó la otra taza, rio un poco y entró a su habitación para dormir. Probablemente era la única que se encontraba emocionada por la misión del día siguiente. Las alarmas de los siete sonaron, se colocaron su vestimenta, no eran los uniformes que siempre usaron, eran ropas especiales diseñadas por Mirko para cada uno. Jenna usaba un uniforme similar al de Riko, ya que requeriría la mayor movilidad, Mía usaba una túnica blanca y debajo usaba ropa deportiva, Gabriel usaba ropa larga con un estilo formal y casual, Dai vestía una blusa sin mangas que se extendía y debajo usaba un short, Alexandra usaba una túnica negra con blanca, tenía dibujado medio sol y la otra mitad era una luna, Louis y Mikashi iban combinados con una sudadera negra y un pans añadidos a sus clásicos tenis de media bota. Después de vestirse fueron a la entrada principal, todos los esperaban allí, todos en pijama y desarreglados.
—No los dejaremos irse si no nos dejan motivarlos primero —dijo Vanesa, contenía las ganas de llorar al ver a los siete.
—Son nuestra esperanza —dijo Lexa—. De todos.
—Sí —dijo Dominique—. Prepararemos una gran comida para su regreso, también habrá que recibir a Niko. Seguro que aunque sea Muerte una buena comida lo alivia.
—Seguro que sí —dijo Mía—. Su comida favorita eran las hamburguesas, segura querrá una en cuanto lo liberemos.
Dominique y Lexa rieron en un tono bajo.
—Vuelvan —dijo Vanesa—. Los esperaremos.
—Ustedes son los más fuertes —dijo Riko—. No tengo duda de ello, sino no irían.
—No desperdicien la ropa que les hice —dijo Mirko—. Saluden a Olivia de mi parte.
Carla se acercó a Jenna, le dio un beso en la frente.
—Te amo, hazme sentir orgullosa —dijo Carla.
—Será un mega premio si vuelves —le dijo Fumiko a Mikashi—. Te lo prometo.
—Tendré que volver —dijo Mikashi y le dio un beso en los labios.
—Oye, Gabriel —dijo Vanesa—. No, todos. Como si fuera la última vez.
Los siete asintieron, tras despedirse Jenna, Gabriel, Dai, Alexandra y Mía subieron a la camioneta, Louis y Mikashi subieron al coche de este último. Llegarían a la escuela en una o dos horas, momento en el que iniciaría el asalto.
Se estacionaron en la plaza cercana, bajaron y caminaron hasta la escuela de hechicería. Una vez frente a la puerta, Mikashi le habló a Moro, quien abrió la puerta principal como si fuera a salir junto a Paola, en el momento que se abrió se escuchó un ritual.
—¡Creación de territorio, eclipse!
Un territorio que cubrió toda la escuela y poco más fue creado, el lugar se sumió en total oscuridad, Moro se acercó a Mikashi.
—¿Basta? —preguntó Moro.
—Más que suficiente —dijo Mikashi—. Les recomiendo irse, va a empezar una pelea de hechiceros. Manténganse al borde del territorio, si alguien llega deberías poder activar el tuyo sin que choque con el de la chica de aquí. Estén a salvo.
Moro y Paola se alejaron a la barrera del territorio, no querían saber lo que implicaba una pelea como la describía Mikashi.
—Mía, cuida a Alexandra, entraremos antes de que cierren la puerta —dijo Gabriel y corrió a la entrada de la escuela.
Jenna, Mikashi, Louis y Dai corrieron detrás de Gabriel, entraron a la escuela de hechicería. Ese lugar que algunos de ellos frecuentaron tantas veces y donde tuvieron estudios, se convirtió, por segunda vez para Gabriel, en el campo de batalla.
—Ustedes abajo —dijo Dai y se dirigió a las escaleras junto a Gabriel.
Ellos dos serían los encargados de buscar a Olivia, los otros tres del grupo se dirigieron a la fuente, que en realidad era la entrada a la bóveda donde tenían los artilugios mágicos. Jenna colocó sus manos encima, la manipulo para que se abriera, cuando estuvo desbloqueada una voz se escuchó a su espalda.
—No tan rápido. —Era una voz masculina, desconocida.
Cuando se giraron lo vieron, un hombre que les mostraba la carta de El Mundo, otro a lado que mostraba la carta de El Sacerdote. Si las tenían y las mostraban con tanta seguridad, no sería una batalla fácil.
—Jenna, entra. Nosotros nos desharemos de ellos —dijo Louis—. Les tocará ver algo espectacular.
—Suerte —dijo Jenna y se dejo caer por la entrada.
Mientras tanto Gabriel y Dai intentaban alcanzar la oficina de la directora. No fue difícil atravesar la escuela, gracias al dominio de Dai todos habían sido enviados a sus dormitorios, cuando entraron a la oficina vieron a un hombre y una mujer parados frente a ellos, cuando los vieron les mostraron dos cartas más, El Colgado y El Loco.
—No está aquí —dijo Gabriel—. Nos desharemos de ellos y la buscaremos en otro lado.
Tres batallas simultáneas se llevarían a cabo en la Escuela Superior de Hechicería, Gabriel y Dai contra El Colgado y El Loco, Mikashi y Louis contra El Mundo y El Sacerdote y Jenna contra la persona que la esperaba en el sótano. Todos se encontraban determinados a ganar, incluso Gabriel que ya conocía el resultado del asalto.