El jardín libro Ii: Sobre la sinfonía.

Capítulo 19: Antes de este mundo y después de este mundo.

—Antes de este mundo hubo uno y después de este mundo habrá otro.
Su nueva apariencia fue percibida desde el primer momento, se sentía más ligero, sentía algo que recorría su rostro y, en resumen, se sentía diferente. Niko se puso de pie, aún debilitado por la batalla que acababa de tener. Se encontraba en una planicie, el pasto era verde y se veía fresco, el cielo azul y había tranquilidad, los árboles únicamente emitían el ruido provocado por el viento al chocar con sus hojas, no había ninguna presencia a su alrededor.
—¿Y ahora qué pasó? —dijo Niko, hablaba en voz alta para ser escuchado por alguien en las cercanías—. Me pregunto si es un territorio o algo así.
Caminó por varios metros hasta escuchar una corriente de agua, cuando llegó a ella vio su reflejo, ya no tenía su apariencia original, ahora parecía más una combinación de su aspecto y el de Muerte.
—¿Nos vemos así? —Una voz resonó en la cabeza de Niko, la reconoció al instante ya que había hablado con ella demasiadas veces, se trataba de la mismísima Muerte—. Creo que su sello salió mal y nos fusionamos.
—Vaya, entonces gané —dijo Niko—. ¿Dónde estamos?
—En el borde oeste del universo —dijo Muerte—. También conocido como el paraíso. Es el lugar del que provienen los arcángeles. Pero está vacío.
—Se supone que los arcángeles están atrapados en las cartas. ¿Tiene algo que ver?
—Definitivamente. Lastimosamente, sólo puedes volver si alguien te abre la puerta del otro lado. Mientras puedo enseñarte lo que hay por aquí.
—Mira, detente ahí. ¿Por qué de repente eres tan amable? Hace nada querías matarme.
—Quería matarte porque me tuviste prisionera y sentía que no merecía ser tratada así, pero perdí, estoy en tu mente ahora y sé que no saldré. Me gustaría pensar que es mi castigo por perder. Así que, mejor nos llevamos bien y ambos sobrevivimos.
—Llevarnos bien —dijo Niko y reflexionó un momento—. Bien. Entonces será definitivo que usaremos mi nombre de hechicero para nombrar a este nuevo yo. ¿Te parece?
Niko recorrió el borde oeste hasta llegar a una pequeña aldea, la observó desde la lejanía, estaba vacía. Cuando llegó notó que había sido abandonada.
—Debió ser culpa de Emperador —dijo Muerte—. Siempre anda corriendo a la gente de sus casas. 
—Creo que nunca lo usé demasiado. Siempre fui más de Fortuna y tú.
—Aprecio eso, me gustaba estar caminando por ahí. No tenía que vivir encerrada todo el tiempo como los demás.
—¿Qué planeabas?
Niko se sentó en una de las camas, se recostó y cerró los ojos.
—Pensé que si obtenía la energía ritual suficiente podría liberarme y volver aquí, así no estaría cuando los demás se liberaran.
—¿Eso no sería bueno? Todos son arcángeles, deberían llevarse bien.
—No es así. Es como contigo, yo soy más fuerte que ellos, por mucho, prefieren traicionarme que hacer una alianza conmigo porque yo tendría que mandar.
—¿Por qué no te deshacías de ellos y ya?
—Rompería el equilibrio de la sinfonía. 
—La sinfonía, varias veces lo mencionabas. ¿Qué es exactamente?
—El límite de mundos, cuando está debajo de nosotros significa que el equilibrio se mantiene, si cambia a estar sobre nosotros, el equilibrio se perdió. Por eso mi padre creó todo con equilibrio.
—¿Tú padre?
—Sí, Oráculo, él creó a los arcángeles, siempre fui su favorita, tal vez porque sólo yo lo llamé padre. Pero no te preocupes, no está por aquí. Debe estar en el norte.
—Me dices muchas cosas confusas.
—Bien, te explico. El oeste es donde los arcángeles viven para vigilar el equilibrio de las cosas y mantenerlo, el este es donde reinan  los entes más poderosos del universo, el sur es el borde de los difuntos, la única forma de llegar es muriendo, además me pertenece.
—¿Qué hay del norte?
—El límite del tiempo, pasado, presente y futuro se convergen ahí, nunca entendí realmente bien cómo funciona.
—¿Por qué de repente me cuentas tanto?
—Porque desapareceré —dijo Muerte—. Mi cuerpo físico no existe y sólo hablas con un residuo de mi alma. Pero cuando me vaya, tendrás todo mi poder.
—¿Irás al sur?
—No, renaceré. Seguramente Oráculo me haga un cuerpo nuevo, al ver que carece de poder me enviará con el resto de tu gente. 
—Entonces dejaré de escucharte, ¿no?
—Sí. Pero quiero pedirte algo.
—Supongo que puedo escuchar.
—Cuando renazca, quisiera que me busques. Será fácil, después de todo, estamos unidos en alma. Cree en mí cuando te digo que te recordaré. 
—¿Es parte de tu plan para recuperar tu poder y destruir todo?
—Soy la que más quiere preservar tu mundo, después de todo, es la creación que más orgulloso tiene a mi padre. En realidad es mi plan para redimirme.
—Bien, lo intentaré.
—Gracias. Perdón por los inconvenientes que te causé.
—Me divertí.
Niko durmió, después de esa noche dejó de escuchar a Muerte.
El grupo había escuchado con atención la historia, cuando Niko terminó de contar esa parte surgieron varias preguntas.
—¿Viste a Oráculo? —preguntó Jenna.
—No —dijo Niko—. El resto de tiempo la pasé solo, entrenaba con las técnicas de Muerte.
—¿La buscarás? —preguntó Mía—. Sabes que por su culpa te corrompiste, ella casi te mata.
—Creo que sí la buscaré. Es algo que ya va más allá de lo que está bien y lo que está mal.
—¿Nos debemos enfrentar a ese Oráculo que dices? —preguntó Mikashi.
—Me temo que no —dijo Niko con una sonrisa, se mostraba demasiado amigable—. Sólo a sus creaciones, los arcángeles. Pero me tienen de su lado, si Muerte era más fuerte que ellos y yo era el más fuerte de los hechiceros, soy el más fuerte que existe.
El grupo se llenó de una ligera esperanza, sentían que estaba bien haber liberado a Niko.
—Tendrán que entrenar, todos —dijo Niko y empezó a jugar con su cabello—. Tengo un plan para deshacernos de los arcángeles y mantener el equilibrio.
—¿Y cuál es? —preguntó Jenna—. Digo, si se puede saber.
—No lo tomen como algo que se hará sí o sí —dijo Niko, su rostro aún mostraba duda—. Pero pienso que algunos podrían tomar su lugar si es que ellos no cooperan.
—Para eso tendrían que ir al lugar donde habitan, ¿qué no? —completó Lexa.
—Muy inteligente —dijo Niko—. Eso no lo tengo seguro, si hubiera alguna forma de no tener que hacerlo, podríamos ganar todos.
—¿Qué hay de Olivia? —preguntó Alexandra—. Ella te selló una vez, ¿no te dará problemas?
—Lo logró porque Muerte me debilitó, no tendrá otra oportunidad así. Se dará cuenta de que debió matarme.
—¿Ahora qué sigue? —preguntó Mikashi—. No podemos estar siempre aquí, en esta casa apretados. No me molesta, pero los arcángeles ya saben del lugar.
—Tomaré mi idea.
Las palabras de Niko confundieron a todos, entonces se explicó.
—Es que originalmente yo propuse hacer una escuela para los hechiceros, pero todos se negaron, ahora que Olivia la usó pues nos servirá. No creo que vuelva ahí, pero nos encargaremos de los alumnos del lugar, no queremos dejar sus estudios a medias.
—Podemos ayudar con los temas de administración —dijo Mirko, a su lado estaba Riko—. Sabemos cómo funciona todo.
—Bien, hay que organizarnos —dijo Niko—. Lo último que esto será es fácil.
Fueron varios viajes, pero el grupo volvió a la Escuela Superior de Hechicería, donde los profesores intentaban seguir las clases con normalidad ante la ausencia de Olivia. Con la llegada de Niko, Mirko y Riko, nadie dudó en cederles el control total.
—¿Enserio te vas a quedar a enseñar? —le preguntó Mikashi a Louis—. Pensé que te preocupaba más terminar tu carrera.
—Clases virtuales —dijo Louis—. Ya te dije. Además, necesitan a un experto para el combate cuerpo a cuerpo y de baile.
—Necesitan más al experto de barreras —dijo Fumiko, quien entró a la habitación y abrazó a su novio—. Pero qué gusto que nos acompañes, Louis.
El grupo de hechiceros que había estado en la casa se reincorporó a la escuela. Mikashi, Louis, Mirko, Riko, Vanesa, Adrián y Niko como los miembros del consejo, este último como el director. Además de los miembros del consejo que impartían clases, Fumiko, Jenna, Lexa, Alexandra y Dai eran profesoras, muchas veces trabajaban en parejas al ser nuevas en el área de enseñanza. Zoe y Rubén volvieron como estudiantes y Mikaela como la enfermera. Por su parte, Moeko había despertado, pero no recordaba con claridad los eventos que Adeline mencionaba, permanecieron en la escuela para recibir la ayuda de Kaede, quien ayudaba a Mikaela en servicios médicos y ocasionalmente a Moro y Paola con la seguridad de los alrededores. 
El lugar que había debajo de la fuente fue cambiado, ya no albergaba un artefacto que podía conectar al borde del universo, ahora era un altar donde se encontraban los orbes de Gabriel e Ino con sus fotos, como un altar. Se volvió ocasional que los miembros de confianza salieran a misiones principales para no arriesgar alumnos o los acompañaran.
—¿Crees que deba teñirme el cabello? —preguntó Jenna a Louis, ambos habían sido enviados a resolver un incidente en una universidad—. Me lo pienso cortar, tipo altura de los hombros, tal vez pintarlo con algún colorcito.
—El cabello corto se te vería bien —dijo Louis—. Aunque no te imagino con rayos de colores, para serte sincero.
—Podrás verlo —dijo Jenna—. ¿Qué tal si me acompañas a la estilista? Cuando tengas tiempo libre, digo. Entiendo que estés ocupado con lo de la carrera y la escuela de hechicería.
—Podríamos ir el viernes o el sábado.
—Iremos el sábado.
Siguieron caminando por el patio de la universidad, fue poco tiempo después que apareció un ente de dos metros de altura, un aspecto delgado con brazos que arrastraba por el suelo.
—Mamá —decía el ente con una voz distorsionada—. Mamá.
—Creo que puedes hacerlo rápido —dijo Louis.
Jenna levantó sus manos y materializó sus dagas, las disparó a la cabeza del ente, pronto cayó y se desvaneció.
—Por los reportes creí que sería peor —dijo Jenna.
—Bueno, te has vuelto más fuerte —dijo Louis—. Ya no eres la niña que entró a la escuela de hechicería sin saber a dónde ir.
—Realmente no me siento fuerte —dijo Jenna—. Es raro, después de liberar a Niko me sentí rara, como si mi papel hubiera terminado, siento que ahora toda la atención se fue a alguien más.
—Aún tienes toda mi atención.
Jenna sonrió, le dio un golpe débil en la cabeza a Louis y siguieron caminando.
—Yo quería venir a esta universidad —dijo Jenna—. Después apareció un ente, Gabriel me salvó y decidí ser hechicera. También estaba con mi amiga, Sabina. Hace mucho que no la veo, tal vez un año. Desde que empezó todo lo de los arcángeles de forma más fuerte.
—Podríamos ir a verla —dijo Louis—. Puedo llevarte, sabes que por las misiones me dan el día libre.
—No sé si querrá verme.
El chico tomó la mano de Jenna y la llevó hasta el coche, una vez se subieron, manejó con las indicaciones de Jenna. Se encontraban frente a la casa de Sabina después de un tiempo.
—Necesitamos a alguien que nos teletransporte, enserio —dijo Louis—. Anda, ve. Te esperaré aquí.
Jenna bajó del coche, se acercó a la puerta principal y dio dos golpes. La puerta se abrió al instante, era Sabina.
—Hola, yo…
Jenna no terminó lo que iba a decir, fue abrazada con fuerza por su amiga.
—Pensé que no te vería de nuevo —dijo Sabina—. Vamos, pasa. ¿O estás ocupada?
—No, es que vengo con alguien y me daría pena dejarlo fuera —dijo Jenna.
—Dile que pase —dijo Sabina—. No hay problema, mis padres salieron.
Jenna volvió con Louis, lo llevó dentro de la casa y se sentaron en la sala, Sabina acomodó refrescos y galletas en la mesa.
—¿Cómo te va? Veo que tienes más amigos —dijo Sabina, feliz de ver a su amiga—. ¿Cómo está el chico que nos salvó?
Jenna y Louis se voltearon a ver.
—Creo que mejor te cuento todo —dijo Jenna—. Y será mejor que me ayudes, Louis, no tendré suficiente voz.
Después de varias horas, le contaron a Sabina todo lo ocurrido desde la última vez que se vieron, para la chica fue una montaña rusa de emociones.
—Vaya, pasaron demasiadas cosas —dijo Sabina, intentaba procesar todo—. Lamento lo de tu padre, también lo de Gabriel.
—No te preocupes —dijo Jenna—. Ahora sólo nos queda honrarlos.
—¿Crees que podría ir? —preguntó Sabina—. Dejé la universidad hace unos meses, definitivamente no era lo mío. Tal vez podría ayudar, sabes que tengo conocimientos de contabilidad y eso.
—Sería ponerte en riesgo —dijo Jenna—. No quiero que te pase nada malo, a nadie.
—Estaré escondida si pasa algo —dijo Sabina—. Además, nos veríamos más.
Jenna lo reflexionó un momento, pero sus pensamientos fueron interrumpidos.
—Creo que vendría bien —dijo Louis—. Como miembro del consejo, lo autorizo. Nos ayudará a organizar cosas de alumnos y otros asuntos de administración. Estará bajo el cuidado del consejo, así que estará bien.
Jenna sonrió, en realidad se sentía aliviada porque podría tener a su amiga cerca más tiempo. Tras despedirse y acordar que la recogerían para el próximo lunes, fueron a visitar a Carla, la madre de Jenna, quien volvió a su casa.
—¡Hola! 
Les dio la entrada a la casa en un instante, saludó a Louis y a su hija con alegría.
—Me alegra que estén aquí —dijo Carla—. Es tarde, si se quedan a dormir no los acusaré con Niko.
—No creo que se queje —dijo Louis.
—Bien, tengo dudas —continuó Carla—. ¿Cómo es?
—Es genial —dijo Jenna.
—Muy relajado —dijo Louis—. A veces va a misiones y cuando vuelve nos trae algo, dice siempre que le sobra demasiado tiempo. Los alumnos están fascinados de escuchar la verdadera historia de parte de él.
—Ya le dijimos que escriba un libro de eso —dijo Jenna—. Pero no nos hace caso, dice que es una historia aburrida y que no da para tanto material.
—¿Lo es? —preguntó Carla.
—Definitivamente no —respondió Louis—. Todo lo que pasó en la primera generación de hechiceros fue alucinante, hay demasiado caos.
Platicaron varias horas, para la noche Jenna y Louis fueron al cuarto de la primera para dormir.
—Aquí platiqué por primera vez con Mía —dijo Jenna—. Pensaba que era mala, tenía todo el aspecto. 
—Cuando está con Niko es un pan de dios, enserio —dijo Louis—. No le importa que sea mujer, ella se enamoró literalmente de su personalidad. 
—Y él es demasiado tímido para muestras de afecto.
Jenna acomodó su cama y un tendido en el suelo, se recostó en el suelo y vio a Louis.
—No creerás que dormirás en el suelo siendo mi visita, ¿o sí?
—Y tú no creerás que te quitaré la comodidad de tu cama.
Louis se acostó a lado de Jenna en el suelo, ambos empezaron a reír.
—En ese caso, sería mejor que ambos durmiéramos juntos en la cama —dijo Jenna.
—Sube tú primer —dijo Louis.
—No, es una trampa, y yo sé de trampas.
—Bien, al mismo tiempo.
Ambos se levantaron al mismo tiempo, Louis destendió las cobijas del suelo y ambos se acostaron en la cama, se veían fijamente al estar acostados de lado.
—Buenas noches —dijo Jenna y cerró los ojos.
—Sí, buenas noches.
En la Escuela Superior de Hechicería, Niko luchaba contra la cobija de su cama, cuando acomodaba una esquina la contraria se desacomodaba.
—Necesitas una cobija más grande —dijo Mía, quien vestía una bata para dormir y tenía el cabello suelto—. Además, la vas a destender dormido, ¿por qué te preocupas?
Niko vio a Mía, se sentó en la orilla de la cama y dio dos golpes a su lado. Mía se acercó y se sentó de frente a él sobre sus piernas, casi arrodillada sobre la cama.
—¿No te molesta que sea mujer? —preguntó Niko—. Me veo muy diferente.
—Te ves linda —dijo Mía—. Además no estás mal de cuerpo.
Niko soltó una risa que disimuló agachando la cabeza.
—Bueno, entonces puedo responder a tu pregunta de aquella vez —dijo Niko.
—¿De qué hablas? —preguntó Mía—. No me digas que…
—Sí, recuerdo la pregunta. El día que te sellé en la carta te me declaraste en tu casi muerte.
—¿Cuándo no me contestaste por estar muy ocupado con tu amada Muerte?
—Ya estaba libre de ella en ese momento —dijo Niko y abrazó a Mía—. Si no te molesta, me gustaría aceptar ahora.
—Bien, pero tienes que hacer más que un abrazo.
—Te amo. ¿Sirve que te lo diga? 
—Un poco sí, pero yo también te amo, con cada planta del mundo.
Niko se quitó la liga que sostenía la coleta de su cabello e inclinó su rostro un poco para ver a Mía.
—Te extrañé mucho —dijo Niko—. Te lo he dicho a diario, pero hoy tiene más sentimiento que de costumbre.
—Sabes que también te extrañé —dijo Mía—. Pero no debiste sellarme, pude haberte ayudado contra Muerte.
—No. Esa pelea debía ser mía. Además, gracias a que te sellé estamos aquí, a punto de darnos un beso.
—¿Quién lo dará? Sabes que quien lo dé primero podrá…
Niko se acercó a Mía y besó sus labios, ella se limitó a seguir el beso mientras la abrazaba, pronto, se inclinaron hacia la cama, con Mía encima de Niko. El beso terminó, ek cabello pelirrojo de Mía caía sobre el rostro de Niko.
—¿Podrá qué?
—Nada —dijo Mía—. ¿Podemos seguir? No quisiera que estés cansada.
—Para ti nunca lo estaré.
Mía volvió a besar a Niko, pronto se acomodaron correctamente en la cama y, antes de apagar la luz, le colocaron seguro a la puerta para no ser interrumpidas.
La mañana llegó, el último día de clases, viernes. Ese día se entraba más tarde de lo normal. Los golpes en la puerta despertaron a Niko y a Mía, quienes se encontraban apenas cubiertas por una cobija.
—Dennos un momento —dijo Mía—. Necesito cambiarme.
Minutos después abrieron la puerta, Jenna y Louis estaban del otro lado, de reojo se podía ver el interior de la habitación, detrás de la Mía desarreglada que se puso la ropa con prisa, estaba la cama donde Niko se había envuelto por la cobija y se había vuelto a dormir.
—Queríamos invitarlas a comer —dijo Jenna—. Para aprovechar que no hay clases. Pero creo que están ocupadas.
—Oh, no. Fue en la noche —dijo Mía—. Iremos, sólo tomaremos una ducha y nos cambiaremos.
—Invitamos a Mikashi y a Fumiko —dijo Louis—. Para que sepan que irán.
—Perfecto —dijo Mía.
Mientras el grupo salió a comer, Dai fue a la habitación de Vanesa acompañada de Mikaera, Mirko y Riko.
—¿Llegó el día? —preguntó Vanesa.
—Así es —dijo Dai—. Adrián y Rubén vienen para acá, dijeron que querían traer algo para desayunar primero.
Todos entraron a la habitación, Vanesa sacó los juegos de mesa que guardaba en una caja en su armario. Los acomodó frente a todos y habló con seriedad.
—Voten —dijo Vanesa—. Saben que no podrán usar energía ritual.
—Algo que dure horas —dijo Riko—. También que sea de hacer equipos, quiero que Mirko me ayude.
—Eres mala en cualquier juego, en todos te termino ayudando —dijo Mirko.
—Lo sé —dijo Vanesa y le dio un beso en la mejilla a Mirko.
—Todos sabemos que son pareja —dijo Adrián desde la puerta—. ¿Por qué no lo besas bien?
—Tiene razón —dijo Dai—. Vanesa ya me dijo que de por si siempre andaban juntos. Por ciertas fuentes sabemos que como estudiantes hacían lo mismo.
—¿A ustedes quién les contó eso? —preguntó Mirko.
—Niko sabe mucho de todas las épocas —dijo Dai y se rio.
—Debería saber callarse —dijo Riko, quien se giró y le dio un beso lento a Mirko—. Pero ya que nos dieron permiso.
Una bulla resonó en la habitación, todos se acomodaron y empezaron a jugar. Todos los hechiceros que sabían sobre los arcángeles también sabían que su paz no duraría demasiado, pero la disfrutarían mientras pudieran. Todos se sometían a los entrenamientos que Niko proponía, habían mejorado el control de sus técnicas incluso si ya eran expertos, todos concordaban en que Niko representaba un nivel superior a ellos.
El día lunes llegó, Jenna había cortado su cabello, aún no lo pintaba porque no sabía qué color elegir, pero ese día ella iba junto a Louis a recoger a Sabina, quien había sido aceptada por el resto del consejo, por su parte, Niko y Mía conversaban a solas en la sala de juntas.
—¿Sabes cómo era el mundo de antes? —preguntó Mía.
—No, probablemente nunca lo sepamos —dijo Niko—. Pero está bien.
—¿Crees que sepamos cómo es el mundo de después?
—Muy probablemente. Si se cumple el plan de los arcángeles, que también es muy probable, veremos el siguiente mundo.
—¿No habrá esperanza?
—La habrá, pero también habrá una sola oportunidad.
—Al menos estamos en este mundo, en el mundo del durante.
—Sí —dijo Niko y sonrió—. Quiero que sepas algo. Antes de este mundo y después de este mundo, prometo que siempre encontraré el modo de que me ames, y ya lo habré hecho.
—¿Me correspondiste y me corresponderás?
—Obviamente.
La puerta de la sala de juntas se abrió, entró Dai junto a Adrián.
—Encontramos a alguien, Niko. Te conoce.
Entró una niña, probablemente tenía nueve o diez años, se acercó al centro de la sala y sonrió.
—Hola, Niko —dijo la niña.
—Hola, Muerte.
—Hola, Mía. Me alegro de que puedas estar con Niko como lo deseas. Soy Muerte, lamento los inconvenientes que te causé también.
—No habla como una niña de diez —le susurró Dai a Adrián.
—¿Se supone que te cuidemos? —preguntó Mía.
—Sí —dijo Muerte—. Veámoslo de la forma divertida, son dos mujeres, me adoptaron. Aunque tenga todos mis recuerdos, me gustaría que esta vez mi vida sea normal.
—¿Es parte de tu redención? —preguntó Niko.
—Lo es —dijo  Muerte—. También me gustaría tener otro nombre, no podemos ir por la vida diciéndome Muerte. 
—¿Puedo? —preguntó Mía.
—Por mí bien —dijo Muerte.
—Adelante —dijo Niko.
—Te llamarás Dafne.
—Me gusta —dijo Niko.
—A mí también —dijo la niña. 
La presencia de Muerte, o Dafne, sólo significaba que pronto el equilibrio se rompería, sin embargo, los hechiceros se habían preparado para tal momento. Por ahora, sólo podían disfrutar de los residuos de paz que les quedaban, porque pronto se encontrarían en el mundo después de el mundo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.