El Jarrón Azul

Capítulo I:

Antes que nada,dejo los créditos al final de la historia.

Ya que la historia no es mía.

 

 

I:

A principios del siglo XX apareció un librito (en inglés) con un título que significa aproximadamente el que se ve arriba y el cual enseña una gran lección. Cientos de miles y quizá millones de hombres han admirado la anécdota y procurado seguir el ejemplo del héroe de ella, cuyo lema era: "Lo Haré","

Por ser un elocuente ejemplo de lo que constituye la firmeza de voluntad que conduce al éxito daremos aquí, con permiso del autor, un resumen de ella. Muy lejos estaremos de hacerlo en el expresivo y vigoroso lenguaje del notable y admirado escritor - Pedro B. Kyne - de fama mundial, y dudamos que un simple compendio, cuanto menos una traducción, puede transmitir la elevada filosofia que contiene el humorismo y el profundo sentido común que han hecho de la pequeña historieta una verdadera obra clásica.

 

Sin embargo, deseamos dar en sintesis la moraleja que esta admirable anécdota encierra y que ha sido una inspiración para tantos que, aspirando al éxito, habían creído insuperables los obstáculos con que tropezaran. Mr. Alden P. Ricks, mejor conocido como "Cappy Ricks", fue el fundador y el espíritu dirigente de una importante empresa maderera y de vapores. En teoria, ya se había retirado de la dirección activa del negocio, pero en realidad continuaba siendo su principal guía y consejero, rehusando, - como él mismo se expresó-, a abandonar su actividad mental no obstante haber suspendido su actividad fisica. 

Los ayudantes y administradores activos de "Cappy" eran: Mr. Skinner, encargado del negocio de maderas, y Matt Peasley, quien dirigía el de vapores. Ambos eran hombres competentes en quienes Cappy tenía plena confianza, aunque a veces le entraban dudas de su buen criterio, especialmente en lo que se refiere a juzgar la capacidad de otros. 
El problema que estos tres personajes confrontaban, según principia la historieta, era la situación que existía en su oficina de Shanghai. El empleado que había enviado a hacerse cargo de ella estaba dando mal resultado, aunque esto no sorprendia a Cappy, porque en su opinión carecia de ciertas cualidades que él consideraba esenciales. 


-Skinner. ¿tienes un candidato para 
el puesto? - preguntó Cappy.

 -Siento decirle que no, Mr. Ricks; todos los empleados que tengo bajo mis órdenes son jóvenes... demasiado jóvenes para asumir esa responsabilidad. 

-¿Qué quieres decir con "demasiado jóvenes"?, replicó Cappy. 

- Bueno, el único a quien yo consideraria competente para ocupar el cargo seria Andrews y él apenas tiene unos treinta años. 

- Treinta años, ¿eh?; pues si mal no recuerdo yo te empecé a pagar un sueldo de diez mil dólares al año y a confiarte la responsabilidad de dos millones cuando apenas tenias veintiocho. 

- Es cierto, pero Andrews... bueno, no hemos puesto a prueba todavía su competencia. 

-¡Skinner! - interrumpio Cappy en voz resonante - no alcanzo a comprender todavia por qué no te he mandado al diablo. ¿Dices que todavia no hemos puesto a prueba la competencia de Andrews? ¿Por qué tenemos aquí gente que no sabemos lo que puede hacer?... ¡Contéstame! El mundo de hoy es el mundo de la juventud, y métete eso en la cabeza. Dirigiéndose hacia el otro administrador continuó: 

- Matt ¿que te parece Andrews para el puesto de Shanghai? 

- Lo creo capaz. 

- ¿Por qué? 

- Porque lleva bastante tiempo con nosotros para haber adquirido la experiencia necesaria. 

- ¿Crees, Matt, que también tenga el valor necesario para asumir la responsabilidad? Eso es más importante todavía que la tal experiencia que Skinner y tú consideran como lo más esencial. 

De eso nada puedo decirle a usted, pero me parece que tiene energía e iniciativa, y personalmente es agradable. 

-Bueno, antes de mandarlo hay que convencernos de que tiene energía e iniciativa.... de si las tendrá cuando tenga que tomar una decisión inmediata, seis mil millas distantes de sus jefes a quienes consultar -, y proceder acertadamente de acuerdo con su criterio. Eso es lo más importante, Skinner.
- Tiene usted razón, Mr. Ricks, y creo que es usted quien debe hacer la prueba. 

- Convenidos, Skinner. El próximo representante que mandemos a Shanghai tendrá que ser un luchador que no se dé por vencido. Ya hemos tenido allá tres que resultaron un 
fracaso, y de esos no queremos más. 

Sin decir otra palabra, Cappy se echó de espaldas en su sillón giratorio y cerró los ojos. 

- Parece que va a fraguar la prueba para Andrews -dijo Matt Peasley en voz baja a Skinner al salir de la oficina de Mr. Ricks.




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