El Jarrón Azul

Capítulo IV:

Por dos meses Cappy Ricks no volvió a ver a William Peck; el administrador general lo había mandado a los Estados del Sur y del Oeste, tan pronto como Peck se impuso de todos los detalles del negocio... de los precios, pesos, tarifas de fletes, condiciones de venta, etc. De una ciudad telegrafió un pedido de dos furgones de madera de alerce; en la siguiente de su itinerario, logró que el dueño de una maderería, a quien Mr. Skinner en vano habia tratado por años de venderle, conviniera en comprar de prueba un furgón de tablas de abeto fétido, de tamaños y clases surtidas, a un precio más alto del fijado por Mr. Skinner. 

En el Estado de Arizona consiguió varios pedidos de madera para refuerzo de pozos de minas, pero sólo hasta que llegó al centro del Estado de Texas empezó realmente a demostrar su extraordinaria habilidad para vender. Alli se especializó en la venta de maderas para torres de taladrar pozos petroleros, y fue tal el bombardeo de pedidos que mandó a las oficinas generales, que Mr. Skinner tuvo que telegrafiarle pidiéndole que se calmara un poco en la venta de esa madera por estárseles agotando las existencias, y que se dedicara a vender otras clases. 

Completado su itinerario, emprendió viaje de regreso via Los Angeles, pero de paso se detuvo en el Valle de San Joaquín y vendio allí dos furgones más de abeto fétido. Al recibir Mr. Skinner el telegrama fue a mostrárselo al presidente. 

"No cabe duda que Peck puede vender madera" - anunció a Mr. Ricks un tanto corrido. Ha conseguido cinco nuevos clientes y acaba de mandar otro pedido de dos furgones de abeto fétido. Creo que tendré que aumentarle el sueldo el 1º del año". 

- Oyeme, Skinner, ¿por qué diablos quieres aguardar hasta el primero del año? Ese pernicioso hábito que tienes de diferir para más tarde lo que debes hacer hoy, especialmente cuando se trata de soltar dinero, nos ha costado la pérdida de los servicios de más de un empleado. Sabiendo que Peck merece un aumento de sueldo, ¿por qué no se lo das ahora, y con gusto?

Peck te tendrá buena voluntad, trabajará más todavia, y por lo menos te considerará como ser humano. 

-Muy bien Mr. Ricks, voy a asignarle el mismo sueldo que Andrews tenía antes que Peck tomara su puesto. 

- Skinner, tú realmente me obligas a recordarte quien manda en esta empresa, Peck vale más que Andrews ¿verdad? 

- Así parece. 

- Entonces, por amor a la justicia, págale más y has efectivo ese aumento desde el primer día que empezó a trabajar. ¡Vete de aquí porque me pones nervioso! ¡Un momento!... ¿Qué está haciendo Andrews en Shanghai? 

- Dándole a ganar dinero a la Compañía de Cable - contestó Skinner con sarcasmo. Cablegrafia como tres veces por semana sobre asuntos que él mismo debería decidir; Matt Peasley está disgustado con él.

Eso no me sorprende... supongo que Matt vendrá a decirme dentro de poco que yo fui quien escogió a Andrews para el puesto, pero no olvides,Skinner, que le advertí que el puesto era temporal.

-Si, Mr. Ricks. Bueno, creo que tendré que buscar a su sucesor e impedir que Matt venga a echarme la culpa en cara. Creo que Peck tiene varias características de un buen administrador para la oficina de Shanghai, pero tendré que probarlo un poco más. (Mirando a Skinner con sonrisa picaresca) 
"Oye, Skinner, voy a pedirle a Peck que me traiga el jarrón azul". (El semipálido semblante de Skinner casi se sonrojó). 

"Bueno, notifica al jefe de la policía y al propietario de bazar para que no nos cueste tanto". Cappy camínó hacia la ventana, mirando a la calle, pensativo pero sonriendo todavia, y añadió: 

"Tu convendrás conmigo, Skinner en que si me entrega el jarrón azul valdrá diez mil dólares
al año como nuestro gerente en Shanghai".

- Sin duda que los valdrá, Mr. Ricks. 

-Bueno. Skinner, has los arreglos necesarios para que Peck esté listo el domingo a la una. Yo me encargaré de los demás detalles. 

Mr. Skinner le dijo que así lo haría y salió, casi no pudiendo contener la risa. 

El sábado próximo, Mr. Skinner no se presentó en su oficina; de su casa avisaron por teléfono que se hallaba indispuesto. Su secretario tenía instrucciones de avisar a Peck que Mr.Skinner deseaba hablar con él ese día, pero que debido a una indisposición repentina no podria verlo en la oficina; que necesitando conferenciar con él antes de que saliera nuevamente de viaje el lunes, le agradeceria que los visitara en su casa el domingo por la tarde, a la una.

Peck contestó que con todo gusto iría a ver a Mr. Skinner a la hora indicada. 

A la una en punto del domingo se presentó Peck en la casa del administrador general, a quien halló en cama pero sin sintomas de estar enfermo. Después de desearle su pronto restablecimiento, entraron en discusión respecto a los nuevos clientes y a perspectivas que Mr. Skinner estaba deseoso de que Peck investigara. 

En el curso de la conferencia, Cappy Ricks telefoneó, Mr. Skinner estuvo escuchando por varios minutos, y luego Peck oyó decir: "Con gusto obsequiaría sus deseos, Mr. Ricks, si no fuera porque estoy en cama y no podré salir hoy, pero Mr. Peck está aquí y con seguridad que no tendrá inconveniente en desempeñar esa comisión para usted. 

- Claro que no -interrumpio Peck - y tomando el receptor se apresuró a saludar a Mr. Ricks. Oye, Peck - dijo el presidente - quisiera confiarte un encargo; no puedo mandar a un muchacho, pero al mismo tiempo me da pena darte esta molestia. 

- No será molestia alguna, Mr. Ricks, mande lo que guste que estoy a sus órdenes. 

- Gracias, Peck, por tu buena voluntad, se trata de esto; sudando yo por el centro a medio día, pasé frente a una tienda en la calle Sutter entre Stockton y Powell donde en un escaparate vi un jarrón azul. Yo soy muy afecto a los jarrones de ornato, Peck, y aunque éste no es nada extraordinario, sucede que una dama a quien tengo gran estimación, tiene otro igual, y sé que nada le agradaría más como regalo de su aniversario matrimonial que otro jarrón como ese para completar el par que necesita para las dos rinconeras que tiene en su comedor. Yo tengo que tomar el tren a las ocho de esta noche para llegar a tiempo mañana a Santa Bárbara, donde ella vive, y poder felicitarla personalmente, así como entregarle el regalo, y ese jarrón, Peck, es lo que quiero. 




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