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Antes de caerse desnuda de una cama desconocida, Camila ya estaba teniendo un día horrible. Se había despertado en la cama de un chico que no conocia mientras este la abrazaba por la espalda. No era necesariamente la parte mala. El chico era guapo, pero no sabía dónde se encontraba ni que estaba haciendo ella ahí. Se incorporó y froto los ojos para pensar con claridad. Estaba en un apartamento con paredes grises y bien decorado, por las ventanillas de este pasaban cientos de autos por la calle que se encontraba al frente del edificio. Intento hacer memoria…Lo último que se le venía a la mente…
El chico se movió entre las sabanas.
—¿Mmm?…Oh, ya despertaste
Era aquel chico desconocido que no lograba recordar. Las sabanas pulcramente blancas tapaban hasta el torso de su cuerpo, mientras que el resto del abdomen casi marcado estaba exhibido al público de los ojos de Camila. Tenía un cabello de tono negro con algunas extensiones rojas que hacían resaltar más sus grandes y redondos ojos verdes. No parecía un mal tipo. Y podía verse hasta como uno de esos modelos de revistas eróticas que volvía locas a sus amigas.
Camila parpadeo.
—Esto….Yo no…
El sonido de una puerta abriéndose y cerrándose hizo llamar la atención de los dos y una voz grito:
—¡Hey imbécil! ¡¿ya despertaste?!
Era evidente que parecía ser uno de sus amigos. Llevaba el cabello un poco más despeinado y en un tono cobrizo. Tenía unos jeans desgastados y una campera negra que lo cubría desde los hombros hacia un poco más arriba de las rodillas con una camiseta que tenía unos extraños signos dibujados a color rojo. Le colgaba del cuello un medallón pequeño dorado, y llevaba una bufanda rojiza debajo de este. Cuando se percató de la presencia femenina reacciono unos segundos después y abriendo en grande sus ojos empezó a gritar varias disculpas mientras se daba media vuelta y tapaba sus ojos aunque en su dirección actual no hubiera nada por ver.
—¡Dios, lo siento mucho! ¡no eh visto nada, lo aseguro!
Hizo pequeños saltitos mientras se alejaba del lugar aun con una de sus manos tapándole su cara y la otra tocando las paredes o muebles para evitar lastimarse.
«Pero…¿Mirar qué? », pensó.
Deslizo un poco su vista hacia abajo y efectivamente, se dio cuenta de que estaba completamente desnuda y sin si quiera mi ropa interior.
—¡Oh, santa mierda!
Sus pies se habían movido lo más rápido que pudieron y se adentró de vuelta en las aun calentitas sábanas blancas. Mientras que una risa bromista salía de los finos labios partidos de aquel chico de ojos verdes que la miraba con una dosis de felicidad y broma extrema al mismo tiempo que se levantaba de la gran cama y dejaba descubierto su muy perfecto trasero desnudo y volvía a mirarle solo para que una muy confundida Camila se ruborizara y tapara sus facciones vergonzosas con aquellas colchas que escondían el gran misterio de lo que había pasado esa noche en su primer día en la gran y rara ciudad de Manhattan.
(…)
—Así que…No me conocéis, no dormí contigo y ¿casi hice un Pol dance con una manguera de jardín? —Pregunto Camila mientras hacia una recopilación de todas las estupideces que le habían dicho que hizo a causa del alcohol en su sistema.
—Sí, sí y sip —Respondió el muy eufórico amigo de cabellos azabaches en cual Camila había descubierto que se llamaba Alex—. Pero entre nos, yo que tu si me lo cogía desde la cabeza hasta los pies
Una tercera voz se había unido a la charla entre los dos y entrando a la cocina después de pegarle un zape en la cabeza a su “amigo” pregunto en tono burlesco:
—¿ahora qué tipo de estupideces estas diciendo para asustarla Alex? —indago aquel chico de cabellos medio rojizos al que según historias de Alex, era algo así como mi «Superman en versión pornográfica», o alguna cosa parecida.
—Solo le estaba diciendo a nuestra muy confundida huésped —hizo un ademan con su cabeza en mi dirección—, que tuvo la grata suerte de haber sido rescatada por su gran príncipe azul…
—Espero que no la hayas traumatizado con tu muy asquerosa y pervertida mente —se burló a carcajadas— Por cierto, soy Ares. Ares Conti.
Sus ojos verdes se habían posado otra vez en mí y solo asentí un par de veces bajando mi cabeza aun recordando la vergonzosa imagen de su desnudo trasero casi al frente de mis retinas, mientras que el solo sonreía como si la situación de esta mañana hubiera sido un efecto alucinógeno producido por la imaginación.
—Veo que eres una chica de pocas palabras. Eso es…interesante —comento.
—Bueno, pues no suelo hablar mucho con alguien que me ve desnuda por las mañanas.
—No te avergüences. Tienes buen cuerpo, un punto para ti —mordió una de las manzanas que se encontraba sobre una sesta pequeña de frutas.
—En este punto ¿debería decir «Gracias, mi gran caballero de desnuda armadura»?
—De nada «Mi borracha princesa calienta mangueras»
Y giñando uno de sus ojos había salido de la cocina donde cierta chica seguía intentando procesar lo que acababa de ocurrir, para seguidamente salir de la cocina profesando uno cuantos rezos en nombre de aquel gran chico de nombre Ares.
Habían pasado ya unos cuantos minutos, en los que Camila pude interactuar un poco más con los dos chicos que para su sorpresa eran verdaderamente divertidos. Incluso hasta logro comprobar que Ares no era tan imbécil como pensaba, que eran hermanos pero de diferentes padres y, por acotación de Alex, que su hermano solía hacer de payaso en fiestas de cumpleaños de niños, solo para coquetear con las madres de estos.