El Jefe Irritable

EL JEFE IRRITABLE

Imagen de White SHADOW en Pixabay

Los gritos empezaron temprano ese día, un mensajero que erró el pedido provocó la ira del jefe y sus alaridos no tardaron en ser oídos en toda la planta. El pobre hombre se apresuró a coger el ascensor, cuando al fin pudo salir de la oficina del director.

  • Es así habitualmente, no debes preocuparte, salvo que tengas la mala suerte de ser tú el que recibas sus broncas –informó quién esperaba, a la nueva secretaria, que quedó impresionada – Procura no fallar en lo que te pida, y reducirás las posibilidades de ser el receptor de ellas. Por cierto, soy Óscar, el responsable de la publicidad –aconsejo al presentarse.

  • Yo soy Marta, hoy es mi primer día. Encantado de conocerte –respondió– Parece que eres el siguiente en pasar, ¡suerte! –se aseguró al mirar la agenda.

  • Puede que al final de lo que le tengo que exponer, escuches alguna cosa, pero tu tranquila –adelanto– Es algo habitual en su carácter y ya sé cómo lidiar con el pequeño enfado que cogerá –concluye diciendo.

Sin más dilación, entro para vérselas con el "temible ogro", como había oído apodar al jefe a algunos empleados, al ir a buscar el café de la mañana, que le pidió como primer encargo.

Se centró en su trabajo al completo y efectivamente en un rato, pudo escuchar algunos gritos del director, que cesaron en apenas medio minuto. La chica estuvo atenta a la salida del hombre del despacho, al haberle causado una buena impresión. Finalmente, la puerta se abrió y le hablo al ver que tan solo se despedía de ella con un gesto de la mano.

  • Me enseñarás a lograr eso mismo, mientras comemos después. Creo que es algo que puede serme de lo más útil –pidió antes de que se alejara demasiado.

Óscar se giró hacia la preciosa joven de cabello rubio, observándola por unos momentos sin saber qué responder. ¡Mierda, he sido una bocazas!, ¡Igual tiene novia y he dicho algo inadecuado!, pensó al darse cuenta de qué igual se precipitó.

  • Disculpa mi atrevimiento, igual no puedes si tienes pareja –corrigió al instante– Haz como si no hubieras escuchado nada, si es así o te he incomodado –añadió para terminar, bajando la cara avergonzada.

Aunque para sorpresa suya, recibió la respuesta que anhelaba escuchar de sus labios.

  • Para mí será un placer comer contigo, aunque te advierto, ¡no creo que pueda enseñarte en un solo día! –contestó con una leve sonrisa– Igual preciso de más para hacerlo, y tranquila, ¡que no hay pareja que pueda sentirse celosa! Te vendré a buscar después, y bajaremos juntos al bar de la planta baja –planteó a la secretaría, sin darle la oportunidad a negarse siquiera.

Marta se congratuló en su interior por el éxito, lo lanzó a lo loco y el apuesto joven le había cogido la bola al vuelo, para su sorpresa. Este mundo exterior es demencial... Desde que abandoné la seguridad del refugio mágico, he lidiado con situaciones de lo más absurdas, que nosotros solucionamos de manera sencilla, razono observando cómo se alejaba.

  • Señorita Marta, ¡no pienso llamarla una cuarta vez de forma educada! –La voz de su jefe, la devolvió a la realidad y se apresuró a coger el bloc de notas para entrar en el despacho.

  • Perdone, no le escuche –se excusó, ya lista para recibir algún grito.

  • Es su primer día e intento mostrarme sereno con cualquiera que esté en su situación, ¡aunque no espere lo mismo a partir de mañana! –expuso ante la mujer– Ahora siéntese, tengo algo que dictarle –ordenó con voz autoritaria.

Transcribió en varios e-mails lo que le dictó el huraño jefe, mientras se aproximaba la hora de comer, lo que supondría su ansiado encuentro con Óscar. El tiempo se le pasó lentamente, hasta que por fin, vio que el reloj marcaba la una y media y dejó de teclear.

  • Hora de ir a comer, señorita Marta –dijo Óscar al aproximarse a su mesa.

En ese momento salió también el director, malhumorado como era habitual.

  • Recuerden que el descanso es de una hora, a las dos y media, quiero ver a todos en sus mesas de nuevo –comento al dirigirse al ascensor.

Sentados a solas en una mesa, hablaron sobre su jefe. Al seguir intrigada por la causa de su mal genio hacia los demás, a la mínima que cometen algún error que consideraba imperdonable.

  • El director Ricardo, no siempre fue así, me comento al que sustituí al ser ascendido. Fue debido al desengaño que le causó una persona en la que confiaba, desde entonces tiene ese carácter imposible de soportar si le fallas –informo a Marta.

  • ¿Y cómo logras apaciguar a la bestia? –dijo al mostrarse interesada.

  • Te instruiré con una sola condición, ¡que aceptes comer conmigo de ahora en adelante! Me siento a gusto a tu lado y me resultas una grata compañía –pidió medio avergonzado.

  • Acepto de buen grado, a cambio de esa valiosa información para mí –no dudó en replicar– Soy su secretaria y me será de mucha utilidad –ofreció como excusa final para el chico.

  • En ese caso, será un placer para mí aconsejarte cómo lidiar en esos casos –retruco contento.

El comer juntos desde entonces ya se convirtió en una rutina para la pareja, y ella sentía que empezaba a conectar con el joven a otro nivel más profundo, al igual que a primera vista notaba lo mismo en el chico.

UN MES DESPUÉS

Unos gritos fuera de lo normal, se escucharon en el interior del despacho, y sabiendo quién los estaba recibiendo. No dudo en entrar en la oficina, sorprendiendo a ambos hombres.

  • ¡No recuerdo haberla llamado!, ¡señorita Marta! –grito el director encolerizado– ¡Salga de inmediato de mi despacho! –ordenó con voz tajante.




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