El jefe, mi mayor error

Capítulo 3

Sara

 

Lo que más costaba de vivir en el centro de la gran ciudad era encontrar un taxi, ya que no me gustaba para nada viajar en metro. Llegue a buena hora al trabajo aunque haya salido tarde de casa debido a que la noche anterior no dormí mucho por los pensamientos que rondaban en mi cabeza respecto a Kennet, ya varías veces el tenía mi cabeza llena de pensamientos por él. Organice todo el trabajo que tenía que hacer este día, cuando por fin termine la primera cosa en mi lista mental, vi a Kennet entran por la gran puerta haciendo una entrada como solo el sabía hacerlo, dejando a todos con los ojos puestos en él, madre mía que parecía modelo.

-Te espero en mi oficina- dijo a modo de saludo y entro a su oficina cerrando de un portazo la puerta. Vaya, no parecía estar de buen humor, rápidamente me acerque a su oficina y cerré suavemente la puerta detrás de mi.

-¿Andas de mal humor?- pregunte.

-¿Como pasaste la noche sin mi?- pregunto ignorando por completo mi pregunta.

-Espero que no se te suba el ego que por cierto ya lo tienes bastante elevado, pero te extrañe-dije sinceramente.

-Tenemos toda la próxima semana para estar juntos- sonrió coqueto y agregó- Quiero que vayamos a mi casa en Miami, podremos pasar..

-Sobre eso- le interrumpí- Kennet, quiero pedirme una semana para visitar a mi madre, o tal vez me tome dos.

-¿Es enserio?-pregunto extrañado.

-Necesito ver a mi madre, le extraño mucho.

-Yo también te extrañare-dijo. Yo solo le dí la espalda, esas palabras o las demostraciones amorosas hacian que me confundiera respecto a mi situación con él, pero siempre me convencía nuevamente cuando yo pensaba en que él no quería una relación. Tal vez en un futuro muy lejano dejaría de ser un mujeriego y escéptico a las relaciones.

-Se que podrás con ello, no exageres. Mi madre es lo único que me queda ahora, hace mucho que no la veo- me queje.

-¿Y que hay de mi?

-Nos vemos todos los días, una o dos semanas no harán un cambió- dije tratando de combencerno- Además- agregué- podemos hablar cuando tú quieras, solo tienes que hacer un espacio para mi.

-Siempre tendré espacio para ti, nena. Pasate a la hora de salida, quiero que vayamos a cenar.

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Cumplí con todos los trabajos pendientes hasta que el reloj marco las seis y media la cual era la hora de mi salida. Retoque mi maquillaje, apague el computador y agarre mi bolso para ir por Kennet.

-¿Ya estas?- pregunte.

-Te estaba esperando- se paro de su asiento acercandose a mi y aprovecho de agarrar mi cintura y acercarme a él -que ganas de besarte, ni siquiera viniste a la hora de almuerzo- se quejo e hizo un puchero.

-Andas muy cariñoso eh.

-Vamos a mi piso- dijo levantando y bajando las cejas a lo que reí con fuerza- eso, sigue riendote, mañana cuando despiertes lo menos que querrás hacer es reírte.

-Baja la voz, ridículo- golpee levemente su brazo con mi palma y lo seguí hasta la entrada del edificio en donde nos esperaba Christian con la puerta abierta de la limusina. Entre primero agredeciendole a el chofer y luego entro Kennet.

Recorriendo las iluminadas calles de la gran cuidad, desde pequeña había sido mi sueño vivir aquí pero la falta de dinero que sufríamos con mi madre no se concreto hasta que pude salir adelante gracias al trabajo.

-¿Que piensas?- pregunto Kennet tomando mi mano y depositando un beso en esta.

-Cosas mias- dije restandole importancia. No quería hablar de mi pasado y menos con alguien como él.

Cuando llegamos a nuestro destino, Kennet bajo primero y luego tomo mi mano y me ayudo a bajar de la limusina me condujo a la entra de su edificio en donde la ultimo piso era completamente de él. Entramos en el ascensor y en cuanto las puertas se cerraron fui a el rincón sintiendo como Kennet besaba mi cuello.

Lo que el no se esperaba era que un ataque de risa me agarrara en ese momento.

-Tu barba me da cosquillas, quítate- aguantándome la risa hice ademán de alejarlo de mi pero el nos acerco aún más.

Maldición.

-Para mañana estaré afeitado, pero ahora tendrás que acostumbrarte para lo que resta de la noche- dijo para esperar que las puertas abrieran y empezar a despejarnos de nuestra ropas para abrirnos al camino del deseo. 

 




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