El jefe, mi mayor error

Capítulo 28

Kennet

 

-Solo yo quería contarte...

-¿Contarme que? Quiero saber la situación, por favor necesito saber la relación que tenías con esta mujer- suplicó mamá.

 

Creo que está era la peor parte que le tendría que contar, porque estaba seguro que el tener un nieto más no la enojaría, pero las circunstancias si.

 

-Ella no fue mi novia ni teníamos una relación- comenté con nerviosismo totalmente perceptible.

-¿O sea que esto era algo pasajero? ¿Como es que yo me entero de esto en este momento y no antes, cuando el niño aun no nacía?- preguntó.

-Yo no quería hacerme cargo de ese bebé.

 

Hubiese esperado de todo en cuanto a la reacción de mi madre, pero jamás me esperé recibir una cachetada de su parte. Jamás.

Mi madre nunca nos había levantado la mano cuando cometíamos errores cuando eramos niños, pero el que ella dejará mi mejilla magullada demostraba lo fuera de control que había resultado está situación. Al ver la respirando cual animal enrabiado me dio miedo.

Solo se podían escuchar jadeos de su parte.

Metí mis manos en los bolsillos de mi pantalón sin saber que hacer, por mucho que quisiera llevármelas a mi mejilla derecha para mitigar el dolor.

¿Tendría que hablar o esperar a que ella se dignara a hablarme?

 

-Me arrepentiré de esto muy pronto porque sabes que detesto la violencia, de eso estoy segura. Sabes todo lo que... sabes todo lo que sufrieron tus hermanos y viviste en carne propia lo que es crecer sin un padre. No sé que decirte, Kennet. Se me hace muy difícil creer que esto resulta ser como un ciclo.

-No me tome la noticia con alegría...

-No, si me di cuenta que eso no fue así- manifestó sonando irónica- ¿estás esperando solucionar esto o esperas que pase el tiempo y que tu hijo te odie tal cual tus hermanos y tú odian a su padre?

 

Lo que dijo me cayo como un balde de agua fría sobre mi. Estaba tratando de hacer lo posible para acercarme a mi hija, pero tal vez tendría que ir más allá porque no era suficiente y no conformarme con lo poco que había obtenido.

 

-Me he acercado, lo he hecho. Cada vez estoy acercándome más. Pero es difícil cuando su madre pone restricciones y no quiero que me malentiendas, se que me merezco eso, estoy totalmente de acuerdo.

 

Magdalena me miró por cosa de segundos antes de volver a hablar.

 

-Aterriza, hijo. Este puede ser el error más grande que cometas en tu vida si no intentas remendarlo.

-Lo sé. No hay día en que no me arrepienta de eso- declaré abatido. No pensé que está conversación me dejaría tal pesadumbre la cual estaba sintiendo.

-Solo quiero decirte una cosa, como me llamo Magdalena prometo que encontraré a esa mujer y a mi nieto, buscaré hasta debajo de las piedras si es necesario. Tal vez tu te conformes con tener esa clase de relación con tu hijo, pero yo no.

 

 

 

Magdalena

 

Siempre estuve orgullosa de absolutamente todos los logros de mis hijos.

Había dado todo de mi para entregárselos a ellos cuando eran niños, aun cuando eso se traducía en trabajar como esclava para que a ellos no les faltará absolutamente nada. Podía tomar hasta tres trabajos solo si mi recompensa era que al final del día, a eso de las doce de la noche, podía ver dormir a mis hijos luciendo tanta tranquilidad que me decía estar haciéndolo bien.

Por lo mismo no iba a dejar sufrir a una mujer lo mismo que sufrí yo con tres niños, si podía ayudar a que esto no ocurriera, haría todo lo posible para que nadie se sintiera de la misma manera como me sentí yo. Tan vacía y sintiendo que no era lo mejor para mis hijos.

Pese a todo lo que había tenido que atravesar, hoy en día me sentía realizada con lo alto que habían llegado mis hijos.

El enterarme que aparte de los bebés nonatos de Ninoska, había un bebé en la misma tierra que yo, el cual no conocía y compartía la misma sangre que yo me había sacado de mis casillas. Nunca llegué a sospechar que Kennet haría algo así. Sabía que mi hijo no era un santo, y por lo mismo pensé que era cuidadoso con quien se metía ya que no parecía tener intenciones de traer aun bebés a este mundo.

Sentirme avergonzada era poco. Avergonzada hasta que con la educación que les di a mis hijos, los genes del carbón de su padre no pudieron desaparecer del todo como esperaba.

Por todas estas cosas debía encontrar a esa chica y emendar un poco el daño echo por mi hijo. La búsqueda de está chica se me hacía un poco difícil, pero quien debía saber de esto sin duda era la secretaria de mi hijo. A través de ella podía conseguir desde el registro de llamadas hasta alguna credencial de la misteriosa chica en alguna de sus visitas. Debía haber algún registro.

Me llevé la sorpresa de que Sara Anderson estaba de baja debido a un reciente parto. Esto no me iba detener, por lo que pedí su dirección y maneje hasta su domicilio. En cuanto llegué a la que era su casa me encontré sin saber que decir. Le seria raro que la madre de su jefe la visitará. No quedó nada más que armarme de valor y tocar la puerta.

Había olvidado lo hermosa que era esta muchacha, solo que ahora unas ojeras decoraban su rostro. Típico de madre primeriza.

En un principio no me reconoció, por lo que decidí yo saludarla.

 

-Señorita Anderson

-Señora Rhys, no me esperaba su visita.

-Lo siento si te incomodo con mi visita , pero necesito que me facilites algo de...

 

Me detuve por el llanto de su bebé y ambas nos quedamos mirándonos a ver quien se atrevía a ir primero.

 

-Disculpe, creo que es mejor entrar- dije y no esperé su permiso para ingresar. Escuche la puerta cerrarse detrás de mi.

 

Me acerque cautelosa mente al moisés que estaba en la sala. Desconozco el porque me sentí dichosa de estarme acercando a un bebé, tal vez era por mi inmenso cariño que tenía por los niños. Eran unas criaturitas tan lindas. 
 




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