El jefe, mi mayor error

Capítulo 43

 

Sara

 

 

- ¡Pero si es mi niña hermosa! –exclamó Kennet en cuando nos vio cruzar la puerta de su habitación.

 

Danielle inmediatamente reacciono ante la voz de su padre y se removió entre mis brazos para que la bajará. Kennet se tapó la boca con emoción cuando vio que Danielle ya no caminaba afirmada de algo, sino que ahora lo hacía sin ayuda, solo un poco tambaleante. Así llegó hasta la cama, y como esta era alta, clamo mi ayuda abriendo y cerrando sus manitos en mi dirección.

 

Me apresuré a llegar a su lado y la deposité en la cama, en donde inmediatamente se lanzó a los brazos de Kennet. Él la achucho por un largo rato.

 

-No puedo dejar de abrazarte, bebé. No cuando estuve a poco de no poder hacerlo nunca más.

 

De manera distraída seque una lagrima que estuvo a punto de bajar por mi rostro, estaba muy sensible. Ver a Danielle y a Kennet juntos, era algo que en algún punto llegué a pensar que no volvería a ocurrir, y me sentía feliz que la vida, el universo o lo que fuera nuestro destino, nos haya podido conceder una nueva oportunidad, una que solo algunas personas lograban conseguir.

 

Danielle llevo sus manos al rostro de Kennet, como si lo estuviera evaluando, y luego, contra mi suposición que ella lloraría, le sonrió mostrando sus pequeños dientitos.

 

- ¿Cómo es que tu cada día estás más preciosa? -La abrazó y luego sonrió en mi dirección. –Eso también te incluye a ti, Sara

Con rapidez puse las manos sobre mis mejillas al sentir como estas se enrojecían. -Hola a ti, Kennet.

 

Él se carcajeo ante mí reacción y acomodó a nuestra hija entre sus brazos. Danielle parecía entusiasmada por acaparar toda su atención. Podía entender esa necesidad de parte de ella, era obvio que lo había extrañado.

 

-No sé qué será de mí cuando algún hombre este detrás de Danielle. No soportaré a quién sea que quiera tener a mi hija para él –soltó de repente. Alcé una ceja en su dirección y me senté a los pies de la cama.

 

Sabía que Kennet era celoso, vamos, él era muy celoso como para ocultarlo, pero me parecía gracioso que él se estresará por algo que probablemente pasaría en unos veinte años, o por lo menos esperaba que fuese así.

 

-No seas exagerado –rodé los ojos. –Falta mucho para ello. Es un hecho que Danielle va a crecer –le expliqué. Pude ver el miedo en sus ojos mientras hablaba –Y lo que tanto te aterra, terminará convirtiéndose en realidad.

-No voy a dejar que alguien juegue con mi hija –respondió a la defensiva.

-Nadie jugará con ella, porque ella se podrá defender. Será una chica fuerte y no necesitará de nadie para proteger su espalda.

 

Kennet acarició el cabello rojizo de la bebé con cariño, mientras mantenía el ceño fruncido. Danielle parecía entretenida viendo a los conejitos en relieve de sus zapatos. Se dio cuenta de mi atención sobre ella y con balbuceos me mostró sus zapatos.

 

-Estaba a punto de rogarte por teléfono para que vinieras a verme –dijo Kennet cambiando de tema. –Y debo admitir que tenía un poco de susto que no te acercarás más.

- ¿Cómo es que yo sintiendo este sentimiento tan fuerte por ti podría si quiera pensar en alejarme de ti? Es ridículo.

 

Sé que todo el tema de la desconfianza venía por el tiempo que estuvo ausente. Tal vez, Kennet pensaba que yo pude haber encontrado a otra persona que, por supuesto, me descolocaba tanto como él. Eso era imposible, era imposible encontrar a una persona que, en solo unas semanas, convirtiera mi estómago en una función de un circo con solo una mirada, tal como Kennet lo hacía.

 

-Mmm no lo sé, sé que afuera hay mejores hombres que yo.

 

Lo miré con fastidio.

 

-Ninguno de los hombres que hay afuera me interesan –alargué mi mano y tomé la suya. –Tienes que confiar en mi Kennet…

-Toda relación se basa en la confianza –se adelantó.

-Exacto –sonreí.

-Yo confió en ti, pero se me hace irreal que, entre todos los idiotas, me hayas elegido a mí.

Fingí pensar, y luego respondí con entusiasmo –Eso quiere decir que hay más idiotas que tú- bromeé.

 

Danielle se sintió olvidada y empezó a protestar por un poco de atención, Kennet encantado se la dio. Alcancé la pequeña mochila en donde guardaba todo lo que mi hija pudiera necesitar y saqué una compota de melón, se la tendí y ella con una sonrisa bobalicona la recibió. No me aguanté y apreté sus sonrosadas mejillas, era una ternurita.

  

Mientras Kennet y mi bebé estaban distraídos, aproveche de responder unos mensajes que tenía pendientes. Quedé con la boca abierta cuando abrí el chat de Maddie. Me había enviado imágenes de dos sets de lencería con diferentes encajes y colores, y me contaba que pretendía tener una noche de pasión con Héctor, por lo que pedía mi opinión para elegir la opción más “caliente”, palabras textuales de Maddie, y así sorprender a su novio.

 

Me sentía una novata en terrenos sensuales y se debía simplemente a que no tenía experiencia. No tuve más de dos novios y mi primera vez resultó ser un desastre porque también lo era para el chico. Luego con Kennet siempre había sido explosivo y sin tanto juego previo, por lo que nunca me esforcé en seducirlo.

 

- ¿Qué haces tan lejos sentada? –preguntó, sacándome de mis pensamientos y palmeo a su lado. - ¿Ya te da miedo acercarte a mí? No te daba miedo antes cuando…

-Kennet –susurré haciéndolo callar.

 

Me saqué los zapatos y subí a la cama. Tomé distancia, pero Kennet rápidamente rodeo mis hombros y me acerco a él. Me quedé inmóvil sobre su pecho, sin embrago, este se sentía tan cómodo, que no hubo necesidad de que me tuviera retenida, yo misma me acomode.  




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