El jefe, mi mayor error

Capítulo 44

Sara

 

 

Maddie apareció como un ángel en conjunto con Violeta y Héctor.

 

 

- ¡Feliz cumpleaños! –gritó Violeta y salto sobre sus pies para que la abrazara. Era una niña adorable.

-Gracias por venir –dije y la apreté contra mí. Ella se separó, mirándome sonriente.

- ¿Y Dani? –preguntó viendo hacia adentro.

-Está en la sala, ve por ella.

 

Mire a Maddie, quien me miró sonriente y me saludo con un enorme abrazo de oso. No quería emocionarme, pero cuando ella susurró palabras tan lindas para mí no lo resistí más y solté algunas lágrimas.

 

-Maddie siempre encuentra la manera de hacerte llorar –comentó Héctor riendo. Sacó un pañuelo de su bolsillo y me lo tendió.

-Gracias –sorbí. –Y es verdad. Maddie es mala.

-Oh cariño, eso no es cierto. Tú eres muy sensible-. Golpee su hombro y ella se mofó.

-Como sea. Ya pasen, muero de hambre –pedí. Miré detenidamente a Sebastian, quien se había mantenido mudo ante la llegada de mi amiga y de su novio.

 

Abrí la puerta para ellos y fui testigo de las miradas para nada agradables que se lanzaron Kennet y Sebastian a penas verse. Pensé que ellos no se saludarían, pero quedé sorprendida cuando ambos se saludaron con un tenso apretón de manos. Algo es algo.

 

 

 

 

Toda la gente que había invitado estaba aquí. Ya había soplado las velas del pastel, y ahora todos nos encontrábamos con un pedazo de el en nuestras manos.

 

-Esta torta está exquisita –exclamó Ninoska relamiéndose los labios.

-Lo es, es mi torta favorita desde que era una niña. Siempre la pido para mi cumpleaños.

-Es demasiado dulce para mí. Si yo me negaba a comprarte esta torta cuando eras pequeña, no me hablabas por días si no era necesario –recordó mi madre con nostalgia.

-Mamá –susurré.

-Déjala. Es divertido saber de la pequeña Sara.

-A ella le encanta dejarme en vergüenza.

-Soló me gusta recordar tu infancia con tus conocidos –rio y piñizco mi mejilla.

-Si, a Cheryl definitivamente le gusta dejarte en vergüenza –aseguró Ninoska llevándose otra cucharada de pastel a la boca. – ¡Ay Dios!, qué bueno está esto.

 

Seguimos charlando sobre temas triviales, hasta que Gabriel clamó la atención de su madre y Ninoska se fue para atenderlo.

 

Vi a Kennet hablando con Héctor, mientras a sus pies Antonieta, Danielle y Violeta jugaban. Nuestras miradas se encontraron, y yo la desvié avergonzada. Me había pillado viéndolo. Lo miré nuevamente y esta vez, me sonrió de manera coqueta, antes de seguir prestándole atención a lo que decía Héctor.

 

-Iré a botar esto –dijo Cheryl, llamando mi atención. Asentí y esperé a mi madre apoyada contra la pared.

-Quería decirte algo, Sara –dijo Sebastian apenas llegó a mi lado. Miró varias veces sobre mis hombros. Podía notar que estaba nervioso. –En realidad quiero que todos lo escuchen –alzó la voz, llamando la atención de la mayoría.

- ¿Qué sucede? –pregunté intrigada y un poco incómoda al tener todas las miradas sobre nosotros ¿Qué ocurría?

Tomó aire y bajo la atenta mirada de todos los presentes comenzó -Yo quería pedirte…

 

Llámenme bruja, porque podía sentir ver venir lo que me quería decir, y desde luego no podía permitir que él terminara de hablar.

 

¡Qué mierda pasaba por su cabeza!

 

-Sebastian creo que debemos hablar en otra parte ¿sí? –. No esperé respuesta y tomé su brazo, y aún con un poco de resistencia de su parte, lo guie hacía la cocina. –Ya volvemos.

 

Mientras caminaba, pensaba en cómo diablos iba a abordar esto. Definitivamente Sebastian había pasado todos los límites.

 

Lo solté y me apoyé en la encimera, muy lejos de él.

 

- ¿Qué tienes para decirme que todos debían escuchar? –crucé los brazos sobre mi estomagó.

Sebastian se quedó en completó silencio, por lo que exigí –Estoy tan enojada ahora mismo, y quiero una respuesta. Tú silencio no hace más que empeorar todo.

-Sara, Kennet no te merece. Y me vi en la obligación de intervenir para que abrieras los ojos de una vez. 

 

Pase las manos repetidamente sobre mi cara en un claro signo de frustración. Sebastian se había convertido en una molestia, y aunque jamás olvidaría lo mucho que me ayudo en el pasado, me estaba arrepintiendo de haberlo involucrado tanto en mi vida. 

 

 - ¿Cuál sería esa intervención? –pregunté.  

-Yo pensé que podríamos intentarlo –se sinceró –Tú y yo. Pensé que sería una buena idea pedirte que fueras mi novia.

 

Una carcajada estridente salió de mis labios y el estomagó empezó a dolerme de lo fuerte que se contraía. Respire profundamente varias veces para recomponer la compostura.

 

- ¿Tú? –lo señalé pregunté aguantándome las ganas de reír - ¿Tú realmente pensaste que teniendo a todos mis seres queridos afuera a mí no me quedaría de otra que aceptar tu propuesta?

-No es exactamente…

- ¿Y qué era entonces? Has caído muy bajo tratando de obligarme a algo que sabes que no quiero y que no siento.

-No era mi intención.

- ¿No lo era? ¿Y qué mierda esperabas? Que saltará extasiada a tus brazos luego de que tu realmente me pidieras noviazgo, porque claramente llevo esperando tu propuesta por meses – espeté con sarcasmo.

-Nada es imposible –respondió y se encogió de hombros.

-Estoy anonadada ¿Qué sucede en tu cabeza? Pareciera que no entendieras que lo que estuviste a punto de hacer está mal. Es enfermizo.

 

El rostro de Sebastian se mantenía sereno, sin reflejar ninguna emoción a lo que yo le decía. Que no demostrará nada me tenía aterrada y me hacía preguntarme si es que él tenía la capacidad para ver las consecuencias a los actos que el mismo había maquinado.




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