El joven de hielo.

Traición bajo el hielo

Después de escuchar tantos balazos, el pelotón decidió esconderse.

Se movieron entre los árboles, buscando cobertura.
Esperaban que los enemigos se acercaran lo suficiente…
para noquearlos.
O matarlos, si era necesario.

Entonces, Ron gritó:

—Nos volvemos a encontrar, ¿no?

El joven de hielo intentó congelar las armas enemigas.
Pero algo estaba mal.

Las armas tenían calor.
Y los soldados… llevaban guantes especiales que bloqueaban el frío.

En ese momento, uno del escuadrón bajó de los árboles.

Era el jefe del pelotón.

Ron lo miró y sonrió.

—Ahí estás, mi compañero más leal.

La traición fue clara.
Cruel.
Silenciosa.

Los jóvenes quedaron paralizados.
Desanimados.
Confundidos.

Pero el joven de hielo dio un paso al frente.

A pesar de las balas incendiarias, manipuló su bate con hielo.
Lo reforzó.
Lo usó como escudo.

Los demás lo siguieron.
Atacaron.
Lograron eliminar a dos soldados.

Quedaban Ron y el traidor.
Contra tres jóvenes…
y el joven de hielo.

Un duelo a muerte.

El joven sacó su arco.
Sin flechas.

Ron se rió.

—¿Qué vas a hacer sin flechas? ¿Asustarme?

El arco se tornó azul.
Una flecha de hielo se formó en su mano.

Había descubierto algo nuevo.
Podía manipular armas a distancia.
Transformarlas.
Usarlas con hielo.

Le costaba energía.
Pero el viento frío lo ayudaba a recuperarse.

Disparó.

La flecha impactó el brazo de Ron.
Lo congeló.
Casi lo desprendió.

Los otros jóvenes corrieron hacia Ron y el traidor.
El duelo comenzó.

El joven de hielo aprendía en tiempo real.
Manipulaba armas.
Guiaba a sus compañeros.

Dos horas después, con Ron herido, descubrió otra habilidad.

—Si les congelo algo… puedo sentir dónde están.

Usó esa percepción para rastrear a Ron y al traidor.
Los acorralaron.

—¿Los llevo a nuestra base para que los juzguen… o prefieren morir aquí? —preguntó el joven.

Ambos respondieron:

—Aquí.

El joven disparó dos flechas de hielo.
Una al corazón de cada uno.

Silencio.

Luego se volvió hacia su pelotón.

—El segundo al mando queda a cargo… hasta que lleguemos a la base.

Recogieron el armamento especial, las balas, y todo lo útil del campamento.

Regresaron a la base.

Fueron recibidos con alegría.
Con respeto.

Pero el joven de hielo solo pensó en una cosa:

—¿Ahora en quién puedo confiar?

...

Ron, desde la distancia, observaba.

No dijo nada.
Solo deslizó una carta entre sus dedos.
La activó sin nombrarla.

Una cortina de humo envolvió el bosque.

—Nos volveremos a encontrar —murmuró, inseguro.

No era miedo.
Era precaución.

Durante su recuperación, había descubierto algo nuevo.
No necesitaba decir el nombre de las cartas para activarlas.
Excepto las invocaciones.
Y las más peligrosas.

Eso lo hacía más rápido.
Más letal.
Más silencioso.

Pero también más solo.



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En el texto hay: fantasia, comedia, drama

Editado: 06.11.2025

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