El joven de hielo.

La trampa del cazador

Un día después de su regreso, el joven de hielo recibió una nueva misión.

Esta vez, él sería el líder.

El objetivo: salir con su pelotón a cazar y recolectar comida.
Les dieron bolsas hechas con material reciclado.
Querían probar sus habilidades de liderazgo.
Ver si algún día podría dirigir un pelotón propio…
o incluso un ejército.

Partieron hacia una zona lejana de la base, donde abundaban animales y frutas.

Pero en el camino, encontraron algo inesperado.

Un grupo de supervivientes estaba siendo atacado por animales salvajes.

El joven no lo dudó.
Ordenó a su pelotón intervenir.

Lucharon juntos.
Lograron ahuyentar a las bestias.

Los supervivientes —dos hombres y un joven— apenas tenían un hacha desgastada y un palo roto.

—¿De dónde vienen? —preguntó el joven.

Uno de los hombres respondió:

—Salimos en expedición por comida, pero nos alejamos demasiado.
Nos siguieron zombis… y luego nos acorralaron los animales.

El joven asintió.
Decidió ayudarlos.
Los llevarían de vuelta a su refugio… y luego a la base.

Después de horas de caza, llenaron las bolsas de carne.

—Llévenla a la base —ordenó el joven a su pelotón—. Yo iré a ver el lugar de los supervivientes.
Los alcanzaré después.

No esperaba lo que encontraría.

---

Llegó a un edificio solitario, lejos del bosque.

Y supo al instante que algo no estaba bien.

Era una trampa.

Por suerte, su pelotón no lo había seguido.

Pero él estaba solo.
Con pocas flechas.
Y frente a él… el maestro de la emboscada.

El mismo de la vez anterior.

Esta vez, acompañado por más de cuarenta soldados armados.

El maestro sonrió.

—Bienvenido a tu muerte.

El joven de hielo retrocedió.
Sabía que ni su poder ni sus flechas serían suficientes.

Intentó huir.
Pero los disparos comenzaron.

Su escudo de hielo se debilitó.

Entonces, una sombra emergió de la nada.

Un escudo del tamaño de un hombre bloqueó las balas.
Resistente. Inquebrantable.

—¡Corre! —gritó la sombra.

El joven no lo pensó dos veces.
Corrió hasta ponerse a salvo.

Escuchó voces detrás:

—¡Encuéntrenlo!

La sombra lo arrastró a un escondite.

Cuando se detuvieron, el joven preguntó, aún jadeando:

—¿Quién eres?

La figura bajó el escudo.
Era un joven de su edad.
Fuerte. Serio. Vivo.

—Hola, amigo. Veo que casi te matan —dijo con una sonrisa.

—¿Tú… me salvaste?

—Sí. Estuve en la misma instalación que tú.
Te vi usar tu poder de hielo.
Y también vi al maestro de la emboscada. Él también estuvo ahí.

—¿Qué?

—Lo dejaron salir porque les era útil.
Pero no siempre fue así.
Parece que… le lavaron el cerebro.

El joven de hielo guardó silencio.

Ambos sabían lo que eso significaba.

Tendrían que enfrentarlo.
O escapar.

Esperaron la noche.
Idearon un plan.

Si no podían huir…
atacarían.

Y así, el joven de hielo y el joven del escudo se prepararon.
Alerta.
Silenciosos.
Listos para lo que viniera con el anochecer.



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En el texto hay: fantasia, comedia, drama

Editado: 06.11.2025

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