El joven de hielo.

La estrategia.

Mientras esperaban la noche, el joven de hielo miró al otro y preguntó:

—¿Cuál es tu poder?

El joven respiró hondo antes de responder:

—Lo que puedo hacer… depende de cómo me sienta.
Si me siento débil, tengo la fuerza de un joven común.
Pero si me siento fuerte, o tengo una motivación, me hago más poderoso.
Incluso mi piel se vuelve más resistente… puedo aguantar balas.
Aunque aún no sé controlar bien esa última parte.

El joven de hielo lo escuchó con atención.
Ese poder le parecía fascinante.
No era solo fuerza: era su voluntad.

—¿Quieres venir conmigo al lugar donde estoy? —preguntó.

El joven dudó.

—No lo sé. Donde estoy hay más como tú y yo… y también personas normales.

La noche cayó.
El joven de hielo decidió acompañarlo para ver aquel lugar.

Corrieron entre sombras.
Por suerte, nadie los vio escapar.

El sitio era inesperado: ruinas antiguas, pero aún firmes.
Allí vivía gente con poderes poco usuales.

Entre ellos estaba un joven apodado **Argos**.
Su poder de percepción de área había evolucionado tanto que podía sentir y ver todo lo que ocurría alrededor.
Era como los ojos y oídos del refugio, capaz de advertir si había un peligro inminente.
Gracias a él, aquel lugar seguía siendo seguro.

El joven explicó:

—Aquí solo queremos paz y tranquilidad.
Si yo traigo a alguien, todos saben que no es una mala persona.
Cada uno de los que vive aquí ha usado tanto su poder que ha desarrollado habilidades especiales.

Por ejemplo, Argos puede sentir y ver todo lo que ocurre alrededor e incluso detectar las intenciones de quienes esten en su alcance.
Cada poder evoluciona de forma distinta.

El joven de hielo se sorprendió.
Era la primera vez que veía cómo un poder podía crecer más allá de su forma inicial.

—¿Yo también puedo hacer que mi poder evolucione? —preguntó.

—Sí. Solo debes practicar bastante.
Con el tiempo descubrirás hacia dónde puede crecer tu hielo.
Y sabrás qué camino te ofrece tu propio poder.

El joven de hielo asintió.
Era un conocimiento que podría salvarle la vida.

Ambos se acomodaron en aquel refugio.
Parecía incómodo, pero en realidad era cálido.
El joven de hielo cerró los ojos y se durmió, más tranquilo que en días.

Antes de dormir, escuchó al otro decir con firmeza:

—Llámame **Baluarte**.
Ese es el nombre por el que quiero ser recordado.
Porque soy la muralla que protege a los demás.



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En el texto hay: fantasia, comedia, drama

Editado: 06.11.2025

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