En cuestión de horas, el joven de hielo logró lo que parecía imposible.
Una de sus flechas atravesó el muñeco de metal.
Antes, no le hacían ni un rasguño.
Pero esta vez… lo rompió.
El joven de gran fuerza apareció.
—Felicidades. Eres el primero, aparte de mí, que logra romper el muñeco.
Pero eso no fue todo.
El joven de hielo había desarrollado una nueva habilidad:
Un tipo de teletransporte de hielo.
Solo funcionaba si dejaba una marca congelada en un lugar.
Mientras esa marca no desapareciera, podía moverse hasta ella…
o usarla como trampa, haciendo que un pico de hielo emergiera desde el suelo.
Entonces, el joven fuerte le propuso un reto.
—Romper el muñeco no significa que estés listo para salir.
Muchos se confían, dicen que van a buscar más personas…
y mueren por culpa de un zombi, o de uno de ellos.
Por eso existe una última prueba.
—Debes enfrentarme.
Si no logras vencerme, no estás listo para salir…
ni para enfrentarte a los jóvenes con poderes que intentaron matarte.
El joven de hielo asintió.
Antes de comenzar, hizo una pregunta.
—¿Cuál es tu apodo?
—Me llaman **Hércules** —respondió el joven fuerte—.
Por mi fuerza… y por lo que soy capaz de hacer.
—Si me vences —añadió—, te daré un apodo digno.
Uno que te represente.
Para que nunca tengas que dar tu nombre real.
La pelea comenzó.
Al principio, estaban igualados.
Hércules con su escudo.
El joven de hielo atacando desde la distancia con su arco.
Pero sus flechas no lograban atravesar la defensa.
Cuando Hércules se acercó, el joven activó una de sus trampas.
Un pico de hielo emergió del suelo.
Pero no le hizo nada.
Hércules se hacía más fuerte con cada golpe.
Con cada emoción.
Con cada pensamiento.
Entonces, decidió darle un incentivo.
—Si no me vences… expulsaré a tu familia de aquí.
El joven de hielo se quedó quieto.
Su cabello cambió de color.
Su hielo también.
De celeste pasó a un azul oscuro.
Tan oscuro que parecía negro.
Perdió la razón.
Entró en un frenesí de hielo.
Sus ataques se volvieron más violentos.
Más precisos.
Más letales.
Hércules lo observó.
Y entendió.
El joven de hielo había despertado algo nuevo.
Algo que no se podía detener fácilmente.