El joven de hielo.

Frenesí de hielo

En cuestión de segundos, una brisa helada recorrió el campo.

Hércules se detuvo.
Sabía que si perdía… y dejaba al joven de hielo en ese estado…
todos podrían morir.

Decidió luchar con todo.
Sin reservas.
Sin miedo.

Y entonces, en un parpadeo, el joven de hielo apareció detrás de él.
Como si nada.
Con dos espadas de hielo en las manos.

Le dio un golpe que lo lanzó varios metros.
Hércules se levantó, sorprendido.

Las espadas no eran como las de antes.
Parecían hechas de un metal más fuerte que las de El Forjador,
el que podía moldear el metal a voluntad.

El joven de hielo no se detuvo.

Invocó picos de hielo que atacaban sin cesar.
Creó más de diez gólems.
Más rápidos.
Más fuertes que los anteriores.

Hércules rompió los gólems uno por uno.
Se abrió paso entre trampas y estalactitas.
El joven lanzaba bolas de hielo como si no tuvieran fin.

Cuando Hércules logró acercarse, rompió el escudo de hielo con un solo golpe.
Y con otro, dejó al joven casi fuera de combate.

Pero el joven se levantó.
No se rendía.
Y Hércules… se emocionó.

La pelea continuó.
Golpes cada vez más fuertes.
Más catastróficos.

Ninguno caía.
Ninguno cedía.

Hasta que finalmente…
ambos cayeron.

El frenesí había terminado.

El joven de hielo perdió el conocimiento por unos momentos.
Pero algo había cambiado.

Su cuerpo comenzó a regenerarse.
Las heridas se cerraban con hielo.
Una nueva habilidad había despertado.

Se levantó.
Miró a Hércules.

—¿Gané?

Hércules sonrió.

—No. Fue un empate.
No ganaste un apodo…
pero sí el derecho a salir de este lugar.

Y eso, en este mundo…
vale más que cualquier nombre.



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En el texto hay: fantasia, comedia, drama

Editado: 06.11.2025

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