Luego de la intensa pelea, el joven de hielo notó algo extraño.
Parecía que habían pasado semanas…
pero en realidad, solo habían transcurrido unos minutos.
—¿Por qué pasó tan poco tiempo? —preguntó.
Hércules respondió:
—Hay alguien aquí que puede controlar el tiempo.
Es capaz de crear realidades donde el tiempo corre más rápido… o más lento.
Pero eso lo hace vulnerable.
Cuando usa su poder, queda completamente quieto.
Por eso lo protegemos más que a nadie.
—¿Y qué come? —preguntó el joven de hielo.
—Él nos dijo que no necesita comida.
Solo protección.
Salieron de lo que parecía una burbuja temporal.
Al volver, vieron a los demás entrenando.
En cuestión de segundos, sus ataques evolucionaban.
Sus movimientos eran más precisos.
Todo avanzaba más rápido… desde fuera.
El joven de hielo se alejó de ese lugar.
Y por fin, se reencontró con su familia.
Después de tanto tiempo, los abrazó.
Les contó lo que había logrado.
Y todos se alegraron por él.
Por fin… algo salía bien.
Hércules se acercó.
—Ven. Te daré un paseo por El lugar.
Caminaron entre ruinas vivas.
—Ese de allá es **El Forjador** —dijo Hércules—.
Puede manipular el metal y crear armas, herramientas, incluso muñecos de entrenamiento.
—El que vigila desde la torre se llama **Ojo de Halcón**.
Su percepción de área es tan precisa que puede detectar intenciones.
—Y el joven del tiempo… se apoda **Kairós**.
El que te mantuvo en esa burbuja.
El que hace posible que entrenemos sin perder días.
También conoció a los exploradores.
Los de reconocimiento.
Los que se movían entre realidades.
Pasaron por las casas donde dormían todos.
Por los trabajadores que construían más refugios, en silencio.
Por el comedor y la cocina, aún en pie… aunque apenas.
—Un lugar en ruinas… pero bonito, ¿no crees? —dijo Hércules.
El joven de hielo sonrió.
—Sí. Un lugar muy bello.