Un día después de instalarse en el refugio, el joven de hielo construyó su propia casa.
Una estructura hecha completamente de hielo.
Fría, pero firme.
Suya.
Le asignaron un rol:
Defender el lugar junto a Hércules en caso de ataque.
Proteger a los demás.
Evitar heridos… o algo peor.
Pero en su mente, había una pregunta constante:
*¿Estarán bien mis compañeros?*
Del otro lado, en el refugio original, sus compañeros entrenaban sin descanso.
Querían ir a buscarlo.
Y en esos días separados, sus habilidades habían mejorado notablemente.
Estaban listos para enfrentar al jefe…
y ganarse el derecho de salir.
Lo intentaron.
Pero no lograron vencerlo.
Así que decidieron seguir entrenando.
Confiaban en que el joven de hielo volvería con vida.
Mientras tanto, en el nuevo refugio, **Ojo de Halcón** detectó una anomalía.
No era un zombi común.
Parecía… mutado.
Enviaron al joven de hielo a inspeccionar.
Al principio, parecía un zombi normal.
Le disparó una flecha de hielo.
Nada.
Intentó de nuevo.
Y entonces… el zombi creció.
Se volvió del tamaño de una casa.
La batalla comenzó.
El zombi lanzó un golpe brutal.
El joven lo esquivó con dificultad.
Su escudo de hielo no lo congelaba.
El impacto sacudió el suelo como un terremoto.
Respondió con una bola de hielo.
Luego con hilos afilados.
Pero la piel del zombi era demasiado resistente.
Rompió los hilos como si fueran papel.
Hércules comenzó a evacuar a todos.
Incluso a los que estaban entrenando.
Sabía que esto no era una pelea común.
El zombi lanzó otro golpe.
Iba directo al joven de hielo.
Hércules lo cubrió con un escudo más resistente.
El impacto rompió el suelo.
Lo desequilibró.
Pero se salvaron… por pura suerte.
El zombi mutado era inmune a los poderes conocidos.
Pero Hércules y el joven de hielo aún tenían esperanza.
Juntos… podrían vencerlo.
Justo cuando iban a atacar, los ojos del zombi se tornaron rojos.
Entró en un estado de furia.
Más rápido.
Más fuerte.
Y entonces… llegaron más zombis.
Muchos más.
El lugar se llenó.
—Hasta aquí llegamos —dijo Hércules.
Parecía el final.
Pero **Kairós** apareció.
Creó una burbuja temporal.
Encerró a todos los zombis normales.
Y en un instante… los extinguió.
—Llegó el momento de que ayude —dijo.
El zombi mutado logró escapar.
Iba a golpear a Kairós.
Pero él levantó la mano.
Apareció un reloj extraño.
El tiempo se torció.
El zombi volvió a su tamaño normal.
Kairós lo cortó con un arma de otra dimensión.
El arma desapareció al instante.
Y el zombi… se desintegró.
—Yo los protegeré —dijo Kairós—
como ustedes me protegieron todo este tiempo.