Luego de que Kairós los salvara, el joven de hielo y Hércules se quedaron en shock.
—¿Cómo hiciste eso? —preguntó el joven de hielo.
Kairós respondió con calma:
—La verdad, fue sencillo para mí.
He hecho este tipo de cosas desde antes de conocer a Hércules.
Solo tenía que buscar el arma correcta a través del tiempo y las dimensiones…
abrir una pequeña grieta…
y sacarla.
Es más sencillo de lo que parece.
Hércules y el joven de hielo se miraron.
Y entendieron algo importante.
Si Kairós se volviera en su contra…
no habría forma de vencerlo.
Su poder era absoluto.
Y lo sabía usar a la perfección.
Decidieron volver a las ruinas.
Junto a todos los que habían sido evacuados.
Mientras tanto, al escuadrón del joven de hielo le asignaron una misión:
Recolectar comida en el lugar donde él había desaparecido.
El joven de hielo quería ir.
Quería reencontrarse con ellos.
Contarles lo que había vivido.
Lo que había logrado.
Pero ese mismo día…
algo inesperado ocurrió.
Los que habían emboscado al joven de hielo seguían allí.
Atrapados por los zombis.
Habían construido una barricada para sobrevivir.
Uno de ellos, el líder de la emboscada, lo esperaba.
Sabía que tarde o temprano, el joven de hielo volvería.
Se escondió entre los escombros.
Preparó señuelos.
Y una forma de llamar a una horda de zombis…
para que el joven no pudiera escapar fácilmente.
Ni él… ni los que lo acompañaran.
Así comenzó el viaje de reencuentro.
El joven de hielo…
y su equipo.
Sin saber que, esta vez,
el peligro no solo venía de los zombis.
Sino de los vivos…
que aún querían verlo caer.