El Joven que contó sus propias estrellas

Choques con la princesa

Temprano en la mañana el caballero fue despertado para ir donde el herrero de palacio, tenía que tomarse las medidas para que le hicieran su nueva armadura y debía decir como quería que fuese su espada. Él iba de camino mirando todo el palacio, ¿Quién llegaría a pensar que él un día se encontraría viviendo en este lugar siendo un noble, hijo de nobles? Pensó y sonrió ante tal cuestión, así llegó donde estaba el herrero junto al rey quien esperaba paciente al joven caballero.

– Debes pedir una armadura diferente a la de los otros para que te distingas –dijo el rey con una sonrisa en su rostro al ver a Sebastián llegar–.

– Lo que nos hace diferentes, mi señor –Dijo el joven caballero–, no es la armadura, es nuestra forma de pensar, una guerra no la gana la armadura de un soldado sino su cerebro mi señor –Esta respuesta agradó al rey quien le ofreció sentarse a su lado para ver como trabajaba el herrero, el caballero aceptó y mientras el herrero trabajaba el rey observaba al joven, le impresionaba que alguien tan joven llegara a efectuar respuestas como las que este caballero tenia.

– ¿Qué quieres que diga tu espada grabada? –Le preguntó el rey a Sebastián–, en el centro toda espada real tiene un nombre o una palabra grabada que define a aquel que la porta.

– Deseo –Dijo el joven–, porque solo los que con deseo de lograr su sueño luchan, lo consiguen –Cada vez que el joven caballero respondía el rey se maravillaba más por sus respuestas. Al pasar la mañana el caballero se retiró de en frente del herrero y decidió salir a caminar un rato por las afueras del reino, unos niños lo vieron y lo rodearon mientras jugaban y él sonrió al recordar su niñez junto a su padre, cuando, al igual que estos niños, se dedicaba a juguetear en toda la aldea.

Al cabo de un buen rato caminando volvió a palacio, fue a almorzar y luego salió con destino a su cuarto. Entrado en su habitación volvió a pensar en su niñez en la aldea esperanza, toda la tarde la pasó recordando el lugar que una vez fue su hogar. Por la noche se subió al techo y pasó a mirar a las estrellas, una joven cocinera de palacio lo observó en ese lugar y ella buscó la manera de llegar a él.

– ¿Por qué miras con tanta determinación el cielo? –le preguntó la joven al caballero– ¿miras la luna?

– No –fue la respuesta de Sebastián–, miro las estrellas.

– OH, son lindas, ¿Qué le miras tú?

– Las cuento cada noche desde el primer día que Salí de casa.

– ¿Y por cual numero vas?

– Estoy en el número ocho mil millones.

– Won, eso significa que hace mucho que saliste de casa.

– Sí.

– Son muchas estrellas, ¿no te cansa?

– Si es cansado, pero si no lo hago yo ¿Quién lo hará por mí?

– Disculpa por la pregunta, pero ¿Por qué eres así?

¿Así? Sí, o sea, piensas, hablas y actúas como un anciano, pero eres un joven o eso aparenta.

– Te entiendo, lo que ves es apariencia, la verdadera edad de las personas está en su cerebro.

– ¡Que viejo eres entonces! –Dijo la joven en tono burlón, lo que hizo que Sebastián soltara una carcajada.

– No es vejez, aunque se le puede llamar así, yo prefiero llamarle experiencia. Tu eres una joven muy valiente e inteligente, también eres un poco vieja mentalmente hablando.

– ¿Por qué lo dices?

– Existen personas que se cohíben de hablar conmigo porque ante mí se consideran cortos de palabra para hablar conmigo y temen que al hablarme yo los maltrataría verbalmente por no tener una capacidad digna de llamar mi atención, pero tú te has acercado a mí con palabras sencillas y no te has cohibido, eso lo admiro.

– ¿Me crees digna de hablar contigo?

– No, yo me creo honrado al hablar contigo.

– Gracias.

– No, gracias por ser tan natural conmigo –La joven cocinera se marchó a preparar la cena y el joven caballero bajó del techo y salió a caminar en palacio y se encontró con la princesa.

– ¿Por qué eres así? –Le preguntó la princesa–.

– ¿Todo el mundo hoy se ha confabulado para hacer la misma pregunta?

– Contéstame –Le insistió la princesa molesta–.



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Editado: 28.02.2018

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