El Juego

Capítulo 1: El incidente de la destrucción de antigüedades

Las justas del amor y el poder

──¡Detente!

La voz de Alexander Thorne era tan grave y fuerte como siempre, como si pudiera penetrar el aire. El salón de baile enmudeció al instante, la atmósfera se congeló mientras todos giraban la cabeza para mirarla.

Elena Carson sintió que se asfixiaba con el aire. Miró los trozos de porcelana a sus pies, con el corazón latiéndole como un tambor. Se había acabado, se había acabado, se había acabado por completo.

Los fragmentos brillaban a la luz como una especie de símbolo cruel. Era el tesoro de la familia Thorne, una pieza de porcelana histórica: un «juggernaut de la corte».

Aferró el fragmento e intentó recogerlo, pero ya era demasiado tarde. Los invitados que la rodeaban cuchicheaban y el murmullo se hizo más fuerte...

──¿Quién es?

──¡Dios, es la colección de la familia Thorne!

Dentro de su mente, empezó a vomitar frenéticamente, «Qué mala suerte, así no se toca una porcelana».

Bajó la cabeza, sintiéndose como una criminal. Entonces los ojos se encontraron con un par de ojos marrones oscuros: eran los ojos de Alexander, que caminaba hacia ella, su paso era pausado, pero cada paso parecía que iba a hacerla pedazos.

──¿Sabes lo que has hecho? Habló con frialdad, su tono tan afilado como una cuchilla.

«Oh, lo sé, arruiné tu preciosa vajilla y estropeé tu estado de ánimo, perfectamente».

Le entraron ganas de gritarle: «¡Qué descuidado! Quién iba a predecir que esta cosa sería tan quebradiza!» Pero ella sabía que gritar sólo resultaría en gritos inútiles.

──Sólo ...... lo toqué accidentalmente, yo no... ──Apretó los dientes y exprimió las palabras todo lo que pudo, intentando no parecer tan nerviosa.

──¿Accidentalmente? La boca de Alexander se curvó en una mueca, interrumpiendo su defensa.

Bajó la mirada hacia los escombros del suelo, sin que ninguna emoción fluctuara en su rostro, sólo un tono tan frío que parecía nieve en invierno──.

──Esta obra de arte destruida «accidentalmente» vale nueve millones y medio de dólares. ¿Cree que un «lo siento» puede resolver el problema?

«Ah, ¿nueve millones y medio de dólares?». Elena casi no se ríe a carcajadas, y en su fuero interno seguía escupiendo: «¡¿Sólo esta porcelana, de verdad crees que es una especie de tesoro nacional?!».

──Esto no es algo que debas entender. Siguió mirándola fríamente, con los ojos afilados como cuchillos.

Elena sólo quería poner los ojos en blanco: «Por favor, soy restauradora, no destrozadora».

──Puedo compensar ...... o restaurarlo. Soy restauradora de arte profesional, si me dan la oportunidad de ──tartamudeó un poco, pero en realidad, ya había estado dándole vueltas a un millón de cosas en su mente, «¿Restaurarlo ? No te atrevas a darme una oportunidad, ¡o le tiraré esto a tu abogado!».

──¿Arreglarlo? Las comisuras de los labios de Alexander se levantaron en una sonrisa burlona.

Bajó la cabeza y miró los escombros del suelo con desdén en los ojos: ──¿Tu supuesto arreglo, con tus aparatitos?

Su tono hizo que Elena resistiera el impulso de replicar: «¿Has visto mis herramientas?». Pero no dijo nada, sólo respiró hondo.

──¿Cómo vas a pagarlo? ¿Con tus ahorros o con tu supuesta «profesión»?

Casi podía sentir la presión en el aire, su corazón latía cada vez más rápido, sus labios se blanquearon ligeramente, «Maldita sea, intentando matarlo».

──Si me da la oportunidad, sin duda puedo restaurar esta porcelana. Intentó desesperadamente calmarse, tratando de mantener su tono lo más suave posible.

Alexander la miró despacio, aparentemente sorprendido por su actitud, y enarcó ligeramente una ceja.

──Muy bien, ya que estás tan segura de ti misma, te daré una oportunidad. Su tono se volvió más frío, como si hubiera levantado una apuesta al rojo vivo.

──Pero... si fracasas, pagarás un precio mayor de lo que imaginas.

"¡Vaya, qué oportunidad! En caso de que falle, ¿podré saltar contigo?».

Para sus adentros, comenzó a burlarse de nuevo de sí misma: «Menudo caso de cabeza para aceptarlo».

──Acepto tus condiciones. Lo dijo casi apretando los dientes.

Alexander extendió la mano y su ayudante le entregó de inmediato un grueso acuerdo.

──Fírmelo y, a partir de ahora, trabajará para el proyecto de restauración de la colección privada del Grupo Thorne hasta que se complete la compensación. Había frialdad en sus ojos, casi como si la estuviera amenazando.

Elena miró las cláusulas del documento, cada línea era como una pesada cadena que aprisionaba su futuro.

Si fracasaba, no sólo tendría que pagar una indemnización, también perdería todo el control sobre su negocio, e incluso podría enfrentarse a enormes indemnizaciones y sanciones legales.

Apretó los dientes, su mano sosteniendo el bolígrafo temblaba ligeramente: «De acuerdo, de acuerdo, la vida es como jugar a las cartas, una pérdida es una pérdida».

En el momento en que firmó con su nombre, sintió como si estuviera encerrada por una cadena invisible, y la voz de Alexander volvió a sonar, grave y con un deje de risa:

──Bienvenida a mi mundo, señorita Carson.

El corazón de Elena se hundió, y una fuerte sensación de malestar surgió en su interior, como si hubiera sido arrastrada a un vórtice del que no había escapatoria.

La calma volvió al salón de baile y los invitados que la rodeaban empezaron a cuchichear como si nada hubiera pasado. Ella sabía que su tormenta no había hecho más que empezar.




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