El Juego

Capítulo 3: El primer encuentro

Sala de Restauración. La luz del sol entraba a raudales, el olor a pinturas antiguas llenaba el aire y varios cuadros antiguos colgaban de las paredes como diciéndote: «No me entiendes, pero sigo aquí».

Elena se sentó en la mesa de restauración y se quedó mirando el cuadro. Los signos de la edad saltaban por el lienzo, grietas como viejas amigas que se quejaban ante ella. Sus dedos trazaron suavemente el lienzo, sus ojos tan concentrados que podrían asustar a alguien hasta la muerte.

──Si está parcialmente pintado, añade un poco de estabilizador ...... Susurró para sí misma, completamente inmersa en su propio mundo, y ni siquiera se percató del sonido de pasos firmes procedentes de la puerta.

Al girarse, Alexander se plantó en el umbral, con la mirada fría como el hielo, recorriendo sus esquemas sin vacilar.

──No. La voz de Alexander era como la escarcha invernal, congelando directamente sus pensamientos. ──Cualquier coloración es una alteración del original.

Elena detuvo su bolígrafo y levantó la vista. Sus ojos eran como un juicio, como si estuviera sosteniendo algo que fuera a explotar.

──Sr. Alexandre, este método de restauración es una norma reconocida internacionalmente. No altera la autenticidad del cuadro, sino que evita que se deteriore aún más. Habló en voz baja, intentando no parecer un pequeño volcán que quisiera entrar en erupción.

El ceño de Alexander se frunció ligeramente, como advirtiéndole que dejara de decir tonterías.

──¿Autenticidad? No te engañes. La historia ha cambiado desde que cayó tu golpe.

Qué teórico tan perfecto. Elena no pudo evitar poner los ojos en blanco, su rostro permaneció tranquilo.

──El sentido de la restauración no es cambiar, sino continuar la vida. Si no lo arreglas, se pudrirá. ¿Estás preparado para esa consecuencia?

El aire casi se congeló cuando Alexander empezó a parecer menos frío a los ojos de ella: parecía un niño escaldado, temeroso de volver a hacer daño a lo que tocaba.

Hubo un largo silencio antes de que hablara con frialdad: ──Hazlo. Tengo que estar informado de cada paso, y si algo sale mal, yo daré el último golpe.

Elena casi pudo oír cómo Alexander abría la puerta de un tirón. En el momento en que la puerta se cerró, apenas pudo contener la risa.

──Prepárate para recibir una bofetada profesional de mi parte. susurró, un poco satisfecha.

Pocos días después, llegaron noticias del almacén subterráneo de la mansión de que había llegado un nuevo cargamento de obras de arte de Europa. Elena se apresuró a comprobar si los cuadros estaban dañados. Miró la pila de cajas y encontró una cajita especial.

La desenvolvió y dentro había un reloj de bolsillo antiguo, con la caja incrustada de delicados relieves y el escudo de la familia apenas visible. Las pequeñas grietas parecían el secreto de algún hombre, despertando su curiosidad.

Levantó el reloj de bolsillo, su cabeza ya generaba automáticamente un plan de restauración, cuando de repente una voz fría llegó desde detrás de ella.

──¿Quién te ha dicho que lo muevas? Alexander apareció de la nada, con un tono helado de exasperación.

Se quedó helada y casi se le cae el reloj de bolsillo. Al darse la vuelta, Alexander se irguió, con los ojos afilados como cuchillos, temiendo que ella rompiera algo.

──Sólo estaba mirando ...... Elena abrió la boca con torpeza, pero antes de que salieran las palabras, el reloj de bolsillo ya había sido fríamente arrebatado por él.

──Esta es una colección privada, no necesito que interfieras. No había ni una pizca de negociación en el tono de Alexander, como si ella hubiera tocado su objeto más preciado.

Ella puso los ojos en blanco, con el corazón a punto de estallarle, pero mantuvo la calma: ──Pero está dañado. Seguirá empeorando si no se arregla.

Alexander la miró con una frialdad glacial, como si mirara a través de su corazón, y dijo con frialdad: ──Parece que te interesa mi colección.

Ella resistió el impulso de dar la vuelta a la mesa, su tono era tranquilo como el de una restauradora profesional: ──Es mi deber. Como restauradora, debo garantizar su integridad.

El aire parecía congelarse, la presión atmosférica entre ellos cortaba la respiración. Finalmente, desvió la mirada y volvió a dejar caer el reloj de bolsillo en su bolsillo, con un tono carente de calidez: ──La próxima vez recuerda tus límites y no vuelvas a cruzarlos.

Al darse la vuelta, su espalda estaba fría. Sin embargo, Elena vio un atisbo de emoción diferente en el movimiento de sus dedos al frotar el reloj de bolsillo.

Mientras observaba su espalda mientras se marchaba, no fue la ira lo que empezó a burbujear en su interior, sino la duda. Aquel reloj de bolsillo era claramente algo más que un objeto corriente para él. ¿Era un secreto? ¿O era sólo una parte vulnerable de él que no quería que nadie viera?

Ya era de noche, y ella era la única que quedaba en la sala de restauración. El conflicto del día seguía envuelto en un nudo muerto en su mente. La insignia del reloj de bolsillo y la gélida expresión de Alexander se entrelazaban como dos presiones invisibles que la agobiaban.

──Él tiene sus secretos y yo mis responsabilidades. susurró para sí, con los ojos decididos.

Hojeó el manual, anotando los detalles del cuadro. De repente, recordó un caso clásico en el mundo de la restauración: una obra maestra arruinada porque nadie la había restaurado. Pensando en ello, se convenció aún más de que había tomado la decisión correcta.

El viento aullaba fuera de la ventana, y en la sala de restauración, su corazón ardía como un volcán, con todas sus emociones apretadas en el fondo del corazón, a punto de estallar.

──Esto no es sólo una restauración, es una oportunidad para probarme a mí misma ──murmuró, con el ceño fruncido. Murmuró, con el ceño fruncido.

Mientras tanto, Alexander estaba de pie frente a la ventana de su estudio, jugando con el reloj de bolsillo que llevaba en la mano. La noche era profunda al otro lado de la ventana, mientras el dolor de sus ojos se sentía como una cicatriz que nunca se borraría.




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