El Juego

Capítulo 5: Un profundo secreto

Elena tiró del marco para abrirlo y el sobre se deslizó de su espalda, cayendo silenciosamente al suelo. Se detuvo, con el ceño ligeramente fruncido, y se agachó para recogerlo. El papel, áspero como estaba, parecía como si los años le hubieran gastado una broma.

El sobre estaba gastado y mal cerrado. Lo desenvolvió y apareció un papel escrito con pluma estilográfica. La letra era seca y fuerte, pero ...... la sensación de inquietud estaba casi a punto de saltar de entre las líneas.

── «Si Alexander se enterara de esto, nunca te perdonaría».

Una frase corta que sorprendentemente hizo que mi corazón diera un vuelco. Tal vez fuera porque sabía que todo esto, me temía, era más complicado de lo que había imaginado. El membrete mencionaba la tragedia de la madre de Alexander y algo sobre el pasado que yo simplemente no podía entender. Cada palabra era como una aguja, clavándose directamente en mi corazón.

Respiré hondo, doblé la carta y me la metí en el bolsillo, con los ojos fijos en el portarretratos. No pude evitar decirme a mí misma: «¿Qué secreto se esconde aquí exactamente? ¿La verdad o una mentira más grande?».

Al día siguiente, Elena se subió a sus tacones altos y entró en la oficina del Thorne Group. Cuando empujó la puerta, Alexander estaba bajando la cabeza para procesar documentos. Al oír el sonido, levantó la cabeza, con la mirada aguda, como si pudiera ver a través de todos mis pensamientos.

── «He encontrado una carta». Hablé directamente, mi tono era plano, pero mis ojos estaban muertos en él, «La carta menciona sobre tu madre y ...... algunos secretos».

El ceño de Alexander se frunció ligeramente, la comisura de su boca esbozó una fría sonrisa, recostándose en su silla. Al ver esa mirada, no pude evitar preguntarme si pensaba que me encogería por esas palabras. Menudo pensamiento.

── «¿Qué quieres saber, Elena?».

Lo miré fijamente, mi corazón ya hacía olas enormes, pero permanecí tranquila en la superficie. «Quiero saber la verdad, sobre la tragedia de tu madre, sobre esas cosas mencionadas en la carta».

Había una gran tensión en el aire, y los ojos de Alexander eran tan fríos que podían congelarse.

── «Eso no es algo que debas saber».

No pude evitar una mueca de desprecio: «Pero ya sé parte de ello». Continué: «Si no me lo dices, lo averiguaré por mí mismo».

Se levantó y se volvió hacia la ventana, de espaldas a mí, con voz baja pero de advertencia: «¿Crees que puedes soportar toda esta verdad? Elena, son cosas que no puedes entender».

Me dieron ganas de reírme de lo ingenua que era por tener esa pizca de suavidad que quedaba en mí, «Sólo inténtalo. No me rendiré».

Tras unos segundos de silencio, Alexander se volvió hacia mí, con un destello de complejidad en los ojos. Me miró profundamente, suspiró y finalmente habló: «Si de verdad quieres saberlo, ve a buscar a Isabella».

── «¿Isabella?» Fruncí el ceño: «¿Por qué iba a saberlo?».

El tono de Alexander contenía una pizca de sarcasmo: «Sabe más de lo que crees. Pero no te arrepientas».

El despacho de Isabella era tan frío como una bodega de hielo. Estaba de pie junto a la ventana y se volvió con elegancia, con las comisuras de los labios ligeramente levantadas, pero con los ojos afilados como cuchillos.

── Elena. Su sonrisa tenía una pizca de picardía: «Parece que realmente te niegas a rendirte fácilmente».

«Quiero saber la verdad». La miré fijamente, sin dar ni medio paso atrás.

Caminó despacio hacia mí y sus ojos me atravesaron como cuchillas afiladas: «¿Estás segura? Hay algunos secretos que conocerlos podría costarte más».

Una sonrisa fría se dibujó en mi corazón. ¿Perder más? ¿Cuánto he perdido ya por el camino? Es sólo un poco de verdad, ¿merece la pena que me eche atrás? «Ya no me echo atrás».

Se rió suavemente, con voz grave: «Bueno, puedo contarte algo. Pero recuerda, hay un precio detrás de cada respuesta».

Se dirige hacia la estantería y abre un cajón oculto, del que saca una cajita y me la entrega.

── «Aquí están las pistas que buscas. Recuerda que la verdad es más dura que la mentira».

Cogí la caja, y lo que surgió en mí no fue sólo miedo, sino una profunda determinación. Ella tenía razón, esto era sólo el principio, y a cada paso se desvelaría un misterio más profundo. Y yo, por mi parte, no tenía vuelta atrás.




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