El Juego

Capítulo 6: Ternura gradual

Por la noche, las calles de Nueva York parecían frías bajo las tenues farolas, y el edificio Alexandria, como un monstruo endurecido, permanecía frío. Elena estaba de pie en un rincón de la sala de restauración, con los dedos vagando sobre el cuadro casi terminado y la mente hecha un ovillo. De algún modo, hoy todo le parecía extraño, como si el aire llevara un presentimiento de lo desconocido.

De repente, una luz inusual se reflejó en algún lugar del cuadro y, en ese instante, el corazón se le apretó. Inconscientemente, apartó el polvo del lienzo y sus ojos captaron una pequeña línea de escritura. Vaya, qué gran regalo, en realidad había encontrado una nueva pista. Por desgracia, el tiempo se acababa y no tuvo tiempo de mirar más de cerca cuando unos pasos, firmes y familiares, llegaron desde la puerta.

──¿Aún no has terminado? la voz de Alexander llegó desde detrás de ella, grave y un poco magnética.

Rápidamente recuperó la expresión y centró su atención en el lienzo, con una punzada en el corazón: de dónde demonios sacas la paciencia, estoy tan impresionada.

──Ya casi.

Los pasos de Alexander se acercaban, y ella pudo sentir que el aire se volvía un poco más pesado a medida que cambiaba su aliento. Se colocó detrás de ella, sus ojos recorriendo el cuadro, la atmósfera un poco sutil. Hoy este cuadro parecía haberse convertido en un accesorio para que él la escrutara.

──Tus habilidades son impecables, pero restaurar este cuadro requerirá más paciencia.

Ella se quedó inmóvil un instante y giró la cabeza para mirarle. Sus ojos no tenían esa indiferencia habitual, sino una suavidad, en realidad un poco ...... alarmante.

──¿Cómo sabes todo esto? preguntó, con tono tentativo.

Las comisuras de los labios de Alexander se levantaron ligeramente, una suave sonrisa, pero no contestó directamente.

──La restauración de obras de arte, el proceso de devolverlas a la vida. Tú lo entiendes mejor que nadie.

Ella se sintió un poco incómoda, aquellas palabras eran como un inteligente rodeo para decir: ¿qué quieres decir con «lo entiendes mejor que nadie»? ¿Qué quieres decir con «lo entiendes más que nadie»? Obviamente, no te he preguntado por tu filosofía de vida, ¿puedes dejar de hablar como si lo hubieras visto todo? Suspiró en silencio, volviendo a centrar sus pensamientos en el cuadro que tenía delante.

No dijo nada más y reparó él mismo una esquina del lienzo. Los movimientos eran elegantes y precisos, como si no se tratara sólo de restaurar un cuadro, sino de mantener algún tipo de diálogo profundo con él. Bueno, ya que eres tan sentimental, te dejaré en paz, pensé.

──¿Por qué de repente te interesa la restauración? No pudo evitar hablar, su tono era de curiosidad con una pizca de desdén.

──¿Interesado? Alexander rió suavemente, una emoción compleja oculta bajo sus ojos. La miró y su tono se volvió más grave de repente. ──Hay cosas que no podemos arreglar del todo, pero al menos podemos hacer que vuelvan a ser visibles. ¿Qué me dices?

Ella no dijo nada, sólo le miró fijamente. La inexplicable oleada en su corazón volvió a ondular. Qué filósofo, con una boca tan dulce que podría gotear miel. Pero dijera lo que dijera, lo que realmente le importaba era el secreto que se escondía tras el cuadro. Frunciendo los labios, pensó para sí misma: «Ojalá dejaras de ser tan profundo, te quitaras esas gafas y te mostraras como un ser humano».

Siguió fingiendo que organizaba sus herramientas, pero sus ojos no pudieron evitar posarse en una nota que había sobre la mesa. Con el corazón palpitante, la cadena de números de la nota era casi idéntica a la letra oculta bajo el cuadro. ¿Habría encontrado algo? Se apresuró a meter la nota en su caja de herramientas, una acción casi inconsciente.

A Alexander no le pasó desapercibida su reacción, y las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa:

──¿Qué miras?

Ella se hizo la desentendida y respondió en voz baja: ──Nada.

Alexander hizo una pausa y pareció congelarse un poco, pero luego, como si hubiera leído su mente, susurró: ──Parece que tienes algunos secretos.

Su corazón latió más deprisa, intentando no mostrar ninguna anormalidad. Dios, quiero echar a este tipo de la habitación. Pero entonces miró cómo sonreía y aquel inexplicable nerviosismo volvió a aflorar en el fondo de su mente. Él sabía demasiado, y yo no sabía lo suficiente. ¿Cuál es la conexión, y quién está realmente manipulando todo esto?

El aire en la sala de restauración se estaba volviendo pesado, como una bomba de relojería sin explotar esperando el momento en que estallara de repente. Sabía que tenía que darse prisa para descubrir la verdad que se ocultaba tras el cuadro, y aquel maldito Alexander también parecía inmovilizarla, empujándola hacia un misterio más profundo.




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