El Juego

Capítulo 8: Las secuelas de una decisión

Ya entrada la noche, la sala de restauración se llenó del aroma de un rico café, y la cálida luz amarilla se proyectó sobre el cuadro a restaurar, el lienzo cubierto de grietas, como varias heridas que la vida había abierto en él. Elena se apoyó en la ventana, con los ojos fijos en la lluvia que seguía chapoteando fuera, pero su corazón estaba en otro lugar. No podía evitar pensar en su discusión con Alexander, el hombre que siempre se consideraba un salvador y nunca le preguntaba si podía salvarse a sí misma.

Cogió su taza de café pero dudó en bebérselo. ¿No deberían tragarse despacio todas las amarguras?

La puerta se abrió de repente y la figura de Alexander apareció en el umbral. Parecía que quería decir algo, pero no se atrevía a decirlo, con mirada cansada y paso vacilante, como si también supiera que este diálogo de hoy no iba a ser fácil.

──Es muy tarde, ¿aún no has vuelto? Habló en voz baja.

──El trabajo no está terminado. Elena no se volvió, con la voz fría como el hielo.

Alexander guardó silencio un momento, claramente sopesando algo.

──¿O ...... me estás evitando? preguntó con cautela.

Elena soltó una carcajada, tan fuerte que se puso enferma. Se dio la vuelta, con la mirada helada.

──¿Evitándote? Je, ¿de verdad crees que tengo tanto tiempo libre? Ese mundo que has organizado, con muros por todos lados, me atrapa hasta la muerte, y no tengo a dónde huir. Dijo fríamente, con un tono espinoso.

Alexander bajó la mirada y, respirando hondo, entró despacio en la habitación y se colocó detrás de ella. Cada paso era un intento de reprimir la ira que llevaba dentro.

──Elena, no intento controlarte, sino protegerte. Su voz era grave, con un deje de cansancio difícil de disimular.

──¿Protegerte? ¿Crees que puedes decidirlo todo por mí? le replicó Elena, furiosa. ──Interrumpiste mi trabajo, tiraste todos mis planes por la ventana, ¿y dices que es para protegerme?

Alexander se quedó helado, como si no hubiera esperado que ella reaccionara así.

──Te estaba ayudando a evitar riesgos. Alexander frunció el ceño, con un deje de impaciencia en el tono.

──¿Riesgo? Cuando dices riesgo, me suena a que estás utilizando mi trabajo como un peón a tu disposición. se burló Elena.

Alexander guardó silencio un momento, con ojos complicados.

──Si he hecho algo mal, te pediré disculpas. Pero tienes que saber que todos mis puntos de partida son por tu propio bien. Por fin había más cansancio en su tono.

──¡Nunca me preguntaste lo que quería! ¡Nunca me preguntaste lo que quería! La voz de Elena se hizo cada vez más fuerte, casi estallando de irritación.

Alexander abrió la boca, pero no salió nada. Bajó la cabeza, sin atreverse a mirarla a los ojos.

──Este cuadro es algo más que un trabajo para mí, tiene detrás la historia de mi madre. Tú ...... nunca has intentado comprenderla. La voz de Elena era tranquila, pero con una rabia infinita, como una cuerda tensada a punto de romperse.

──Elena, yo ...... Alexander se quedó atónito y susurró.

[Disposición de Isabella

En la sala de conferencias del último piso de la mansión Thorne, Isabella sostenía una copa de vino tinto, disfrutando del sonido de la lluvia atrapada en el aire. Se apoyó en la ventana, con un pequeño destello de astucia en el fondo de sus ojos.

──Elena está empezando a flaquear, sus defensas son más débiles de lo que crees. dijo Isabella con suavidad, su tono transmitía una confianza descarada.

──¿Estás segura de que no te saldrá el tiro por la culata? Si Alexander se da cuenta de lo que planeas, las consecuencias son imprevisibles. James Capri, sentado frente a ella, frunció el ceño, claramente no del todo cómodo con la táctica de Isabella.

──Precisamente porque Alexander era demasiado fuerte, no podía echarse atrás. Cuanto más protector fuera con Elena, más quedarían al descubierto sus debilidades. Isabella sonrió levemente, agitando suavemente su copa de vino como si lo tuviera todo bajo control. ──Y Elena, que sólo tiene que creer que el cuadro tiene algo que ver con el secreto de su madre, estará completamente de nuestro lado.

──Subestimas a Alexander. Es mucho más despiadado de lo que crees. James se reclinó en su silla y susurró una advertencia.

──Así que debo darme prisa. La sonrisa de Isabella seguía siendo amable, pero había un escalofrío bajo sus ojos.

[Enfrentamiento en el ascensor

En la sala de subastas, a primera hora de la mañana, el personal estaba ocupado preparando la próxima exposición de pintura. Mientras Elena empujaba el carrito con los cuadros hacia el ascensor, se topó con Alexander. Estaba allí de pie con una mirada complicada, como si tuviera mil palabras que decir, pero no pudiera pronunciar ninguna.

El aire en el ascensor estaba tan tenso que era como si pudieran oír el sonido de los latidos de su corazón.

──Elena, el asunto de ayer, yo ...... Alexander por fin abrió la boca, la voz baja con algunos forcejeos.

──No vuelvas a decirlo. No quiero oírlo. El tono de Elena era llano, como si saludara a un desconocido.

──Lo admito, a veces soy demasiado dura, pero tienes que entender que todo lo que hago, lo hago para protegerte. susurró Alexander, con un destello de inquietud en los ojos.

──¿Protección? ¡No tienes ni idea de lo que necesito! Elena bajó la mirada y rió suavemente, un poco triste, fría como un bloque de hielo.

Justo en ese momento, se abrieron las puertas del ascensor e Isabella entró, el sonido de sus tacones resonando en el pequeño espacio, añadiendo al instante tensión al ambiente.

──Parece que he llegado en el momento oportuno. Isabella sonrió, con un tono pausado, como si hubiera insertado involuntariamente un fragmento de diálogo.

──He oído que el cuadro que restauraste era especial, pero Alexander nunca te contó la verdadera historia que había detrás, ¿verdad? Enarcó una ceja, su mirada recorrió a Elena.




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