El Juego de los Eternos. La maldición de los Lycans

Capítulo VIII: Lo que el alma no olvida

Los días pasaban, y el corazón de Kalen, en lugar de arder, se enfriaba.

Al principio, pensó que era paz. Que esa sensación de calma era el fin de una búsqueda eterna. Que haber encontrado a su luna significaba descanso.

Pero el descanso… se parecía demasiado a la muerte.

La ninfa—quien ahora respondía al nombre de Lyria—era perfecta. Atenta, tierna, presente. Pero había algo extraño en su forma de hablar. En cómo evitaba ciertas preguntas. En cómo cambiaba de tema cada vez que él mencionaba recuerdos de sueños que no había compartido con ella.

Una noche, mientras la luna llena brillaba en lo alto, Kalen se sentó junto a Lyria en la cima del risco más antiguo del bosque. Ella apoyó su cabeza en su hombro, y él, en lugar de sentirse completo… sintió una punzada de vacío.

—¿Te acuerdas de cuando te soñé… bajo la lluvia? —preguntó de pronto, sin mirarla.

Ella dudó un segundo. Mínimo. Pero lo notó.

—Claro… estabas herido. Yo te curé —respondió suavemente.

Kalen la miró.

—No.

—Tú… tú no estabas ahí. En ese sueño, yo gritaba tu nombre. Y nadie venía.

Lyria se tensó.

—Tal vez fue un recuerdo falso. El hechizo nos separó mucho tiempo…

Pero las palabras se deslizaban como aceite. No eran torpes, ni falsas… eran demasiado perfectas.

Esa noche, cuando ella dormía, Kalen salió solo al bosque. Caminó durante horas. No por senderos conocidos, sino guiado por el instinto, por esa voz interior que siempre había escuchado en medio del caos.

Se detuvo junto a un lago. El mismo que aparecía, una y otra vez, en sus sueños.

Y ahí, por primera vez, la vio.

No en carne. No en espíritu.

Pero su reflejo apareció sobre el agua, fugaz, como una visión robada.

Una joven. Cabello salvaje, ojos como el oro líquido. Cansada, pero de pie. Con cicatrices en el alma y fuerza en el pecho.

Su luna. Su verdadera luna.

Y en el reflejo, los labios de ella se movieron.

No dijo “te amo”.

No dijo “te busco”.

Solo dijo una palabra.

"Corre."

Kalen se levantó con el corazón acelerado. El lazo que había creído sellado… ardía.

Una llama encendida a la fuerza.

La certeza brutal:

Esa no era su luna.

Y estaba en peligro.




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