El Juego de los Eternos. La maldición de los Lycans

Capítulo IX: Silencio en la Sangre

La visión fue un error.

Erevan lo supo en cuanto las aguas del lago vibraron con la imagen de la verdadera luna. La conexión había resistido más de lo esperado. Demasiado. El corazón del alfa no podía engañarse por completo.

Así que decidió reforzar el hechizo.

Convocó nuevamente a la bruja. Esta vez, con sangre más antigua, con un pedazo del alma de Kalen robado en su niñez. Un anillo de sombras se cerró sobre el lazo, y la ilusión se volvió aún más dulce, más atrapante, más venenosa.

Y la luna… lo sintió.

Despertó gritando, con el pecho apretado, con los ojos desbordando lágrimas que no sabía de dónde venían.

—¡No puede ser! ¡Estaba cerca! ¡Él me vio! —gritó entre jadeos.

Aelya la sostuvo, fuerte como un muro, pero en sus ojos había una grieta.

La guerrera también había sentido el cambio.

—Lo están enterrando más hondo —dijo con rabia contenida—. Le están arrancando tus recuerdos y dándole otros. Falsos.

—Lo sentí… —susurró ella—. Me llamó.

—Y ahora te olvida.

La joven luna cayó de rodillas, con las manos apretando la tierra. Sentía como si algo le desgarrara el alma desde adentro. Como si un hilo invisible, antes tenso y vibrante, ahora estuviera roto, suelto, sangrando.

Y con ese dolor vino algo peor: la soledad. Una soledad tan profunda que hacía que el bosque a su alrededor se apagara. Los colores se desvanecían. Los sonidos se alejaban.

—No es justo —dijo en un susurro que temblaba—. Él es mío.

—Lo sigue siendo —respondió Aelya, arrodillándose junto a ella—. Pero ahora, tú vas a tener que luchar por él. Como nadie ha peleado antes.

—¿Y si no recuerda?

—Entonces lo harás recordar con fuego. Con lágrimas. Con batalla.

—¿Y si la besa a ella… como si fuera yo?

La guerrera no respondió. Porque eso dolía incluso para una como ella.

Pero entonces, algo brilló en los ojos dorados de la joven. Dolor. Rabia. Determinación.

—No quiero que me elija porque soy su luna.

—Quiero que me elija porque soy yo.

Y con esa frase, supo que no estaba derrotada.

Estaba lista.




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