El regreso a casa fue una caminata triste, no entendía por qué Gabriel había faltado a nuestro encuentro. Hacía unas semanas, él no perdía ocasión para estar conmigo, incluso a veces simplemente caminaba cerca de mí para hacerse presente, pero últimamente se portaba distante y esta noche ni siquiera había aparecido.
Llegué a casa un rato después y procuré mejorar mi semblante para que Marlene y papá no sospecharan que algo iba mal.
—¡Por fin llegaste! —exclamó Marlene en el segundo en el que crucé la puerta—. ¡Llevo horas esperándote! ¿Crees que los quehaceres se hacen solos? ¡Yo no puedo encargarme de la casa y de Sandy sin ayuda! Eres una desconsiderada…
Abrí la boca para responder, irritada por sus reclamos. Deseaba decirle que, si tanto me necesitaba en casa, ¿por qué se empeñaba en deshacerse de mí? Pero cambié de opinión y decidí guardar silencio. De nada serviría señalar sus inconsistencias y solo ocasionaría más pleitos en casa.
—Lo siento, no me percaté de la hora —me disculpé comprimiendo mis labios.
—Becca, cariño, es peligroso que andes sola de noche —dijo papá llevando a Sandy en brazos.
—Lo siento, tendré más cuidado —dije acercándome a él para que me entregara a la bebé.
Cenamos en silencio, yo moría de hambre, pues me había saltado el almuerzo por buscar a Gabriel. Al acabar mi plato aún sentía hambre, pero no quise pedir más, temiendo que Marlene pudiera molestarse.
Papá no dejaba de mirarme de reojo, como si tuviera intención de hablar conmigo. Horrorizada por la posibilidad de que Marlene por fin hubiera logrado su cometido, me retiré a mi recámara temprano, excusándome tras un dolor de cabeza inexistente.
Me fui a dormir con la idea fija de que debía hablar con Gabriel, el tiempo se agotaba y ya no podía postergarlo más. Debíamos escapar cuanto antes.
A la mañana siguiente me levanté determinada, debía apresurarme para poder alcanzar a Gabriel antes de que comenzara su trabajo y plantearle mi situación. Una vez que él supiera, todo iría mejor.
Me dirigí a la salida más temprano de lo usual, pero al dar el primer paso fuera, papá me dio alcance.
—Espera, Becca, necesito hablar contigo —dijo colocándose a mi lado.
Sentí que la sangre abandonaba mi cuerpo, había llegado el momento, por fin me pediría que aceptara la propuesta del viejo Ron.
—¿Ahora? —pregunté horrorizada.
Papá miró sobre su hombro, como si quisiera comprobar que Marlene no estaba escuchando.
—En realidad no, quiero que me busques a la hora del almuerzo. Estaré esperándote tras la bodega —me pidió—. Es muy importante.
Asentí agonizando por dentro y luego me eché a andar lejos de él, como si así pudiera dejar mis problemas atrás.
Gabriel siempre tomaba la misma ruta para llegar al viñedo, aguardé junto a un árbol a que él pasara. Lo vi acercarse en compañía de su madre.
Normalmente, cuando íbamos acompañados, evitábamos hablar para no levantar sospechas, pero hoy no podía darme ese lujo. Les corté el paso, haciendo que los dos se sobresaltaran.
—Buenos días, ¿cómo están? —saludé con nerviosismo.
La madre de Gabriel era una mujer seria que jamás se mostraba amigable con la gente. La vida había sido dura con ella y ahora ella era dura con todos.
—Buenos días, Rebecca, ¿qué deseas? —preguntó arisca
Al lado de su madre, Gabriel se encontraba boquiabierto por mi impertinencia.
—Quisiera robarle a Gabriel unos minutos, sino le molesta —pedí tratando de sonar lo más casual posible.
La mujer agrandó los ojos con sorpresa, hasta donde ella sabía, yo y Gabriel no éramos ni siquiera amigos.
—Claro… adelante… —dijo confundida—. Yo seguiré mi camino, no deseo retrasarme.
Pude sentir la mirada que ella nos dedicaba de tanto en tanto mientras se alejaba de nosotros. Esperamos a que la madre estuviera a una distancia prudente antes de comenzar a hablar.
—Becca, quedamos de nunca llamar la atención —me recordó Gabriel en tono de amonestación en cuanto fue prudente hablar.
—Te estuve esperando anoche, ¿no viste mi señal? —pregunté con voz de reclamo.
Gabriel soltó un suspiro largo, como si se sintiera agotado incluso antes de hablar.
—La vi —admitió.
—¿Y? ¿Por qué no fuiste a verme?
—Estaba ocupado —dijo esquivando mi mirada, por lo que supe que mentía.
—¿Ocupado? ¿Desde cuándo estás demasiado ocupado para encontrarte conmigo? —pregunté con un dejo de dolor en la voz.
Gabriel alzó los ojos, en ellos encontré algo que no me gustó. Me miraban fríos, como si no me reconocieran.
—¿Qué deseas, Becca? —preguntó casi con fastidio.
—Marlene convenció a papá de casarme con el viejo Ron. Él va a pedirme hoy mismo que lo acepte. Necesitamos huir, ya no podemos postergarlo más. Sé que te preocupa dejar a tu familia, pero podemos ver el modo de apoyarlos a la distancia…
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Editado: 28.08.2024