El juego del amor

Capítulo 6

(Connor)

Supe que la caída venía antes de que esta se produjera. La bandeja que Vynz llevaba iba demasiado cargada con bebidas para todos nosotros. Mantener el balance estaba siendo todo un reto para nuestro fiel sirviente mientras cruzaba el salón familiar. Ninguno de mis familiares lo notó, ellos charlaban entre sí con tranquilidad. Yo, en cambio, no despegaba los ojos de Vynz esperando el inminente desastre.

Un paso en falso y la hecatombe ocurrió. Los vasos salieron volando por una parte, la jarra de limonada acabó sobre el tapete, mientras que el pobre Vynz yacía torcido a los pies de un sillón.

Una carcajada de franca burla burbujeó en mi pecho, pero murió antes de llegar a mi boca. Últimamente, reír ya no era lo mismo, parecía no valer el esfuerzo. En otros tiempos, una escena así me habría destornillado de la risa, pero esa jocosidad llevaba rato ausente en mi persona. Estos días mi cuerpo no contaba con el ánimo suficiente para realizar el esfuerzo que suponía reír. ¿Quién lo iba a sospechar? Connor Autumnbow dejando pasar la ocasión para una buena carcajada.

Dada su disposición generosa que la inclinaba a ayudar a otros, mi madre, la reina, se levantó de un brinco para asistir a Vynz. Sin embargo, su intervención no fue necesaria, pues de la nada llegaron otros dos miembros del servicio para auxiliar a su compañero.

—Siéntese, Majestad. Nosotros nos encargamos —dijo Zayn con nerviosismo mientras ayudaba a Vynz a levantarse del suelo.

Mi padre y mi hermano Alexor se pusieron de pie de igual modo, aunque sin tanta urgencia como mi madre.

—¿Estás bien? Ese fue un buen golpe —comentó el rey con calma.

—Todo bien, Majestad. Disculpe la torpeza —se disculpó Vynz mientras rengueaba hacia la salida del salón tomado de los hombros de Zayn.

—Tonterías, nada de qué disculparse. Fue un accidente —opinó la reina—. Debes ponerte una compresa fría en el golpe o se pondrá feo.

—Así lo haré, Majestad —le aseguró Vynz.

—En un momento limpiaremos el lugar —informó Zayn antes de salir con su amigo.

—Pobre, espero que no se haya hecho daño. Vynz ya es mayor, tal vez no debería seguir trabajando —comentó mi madre en cuanto la servidumbre se retiró.

—¿Deseas despedirlo? Oh, querida, eso lo destrozaría. Él ama trabajar para la familia real, lo sentiría como un rechazo de nuestra parte —dijo mi padre—. Fue solo un accidente, cualquiera puede caer.

—Bueno, no despedirlo, pero tal vez aligerar su trabajo —argumentó la reina—. Sería bueno que le encontráramos tareas sencillas que no lo tengan de un lado para otro llevando cosas.

Mientras veía a mis padres debatir sobre el futuro de Vynz, sentí una mirada sobre mí. Entonces reparé en mi cuñada, quien como yo, tampoco se había puesto de pie al ver el accidente. Aunque claro, ella tenía la excusa de que llevaba en brazos a su hijo de un año de edad. Enfoqué mi atención en Triana e incliné la cabeza, como preguntándole por qué me miraba de ese modo tan peculiar, como si no encontrara palabras debido a la sorpresa.

—¿Qué asunto tienes conmigo, mujer? —pregunté impaciente al ver que no se explicaba.

—¿No vas a reírte ni siquiera un poco? —preguntó Triana boquiabierta—. Connor, alguien acaba de besar el suelo en tus narices y tú estás como si nada.

El comentario hizo que mis padres guardaran silencio y enfocaran su atención en mí también. La familia entera me observaba como si fuera un insecto exótico que los tenía en igual medida fascinados y consternados.

—Es cierto, no te reíste… —musitó Alexor con ojos de sorpresa.

—¿Desde cuándo es un crimen no burlarme de la desgracia ajena? Tantos años que llevan censurándome por ser burlón y ahora se escandalizan de verme actuar correctamente… ¿quién los entiende? —me quejé.

—Oh, cielo, no nos malinterpretes. Es bueno verte actuar con madurez —intervino la reina—, pero… ¿es eso lo que está pasando? ¿O será que has caído en depresión?

Asustada ante la idea, la reina llevó sus manos a sus mejillas con expresión consternada.

—Debe ser eso, es la única explicación lógica —concordó Triana asintiendo con énfasis.

Puse los ojos en blanco con impaciencia, acababan de tocar una fibra sensible.

—¿De nuevo con ese tema? Ya les dije cien veces que estoy bien. ¡Pero qué obstinación la de todos! —me defendí poniéndome de pie en actitud airada—. Dejen de tratarme como si fuera un convaleciente. ¡Estoy bien! No necesito de su lástima, ni de sus cuidados especiales.

—Nadie te tiene lástima, cielo —intervino mi madre—, pero el cambio fue fuerte…

—Gregor se casó, no está muerto —protesté—. Además, puedo vivir perfectamente sin él. Sé estar sin él. Los que están desconcertados son ustedes porque siempre pensaban en nosotros como un par. Siempre eran Gregor y Connor para todo, jamás nos vieron como individuos. Pero van a tener que aprender a tratarme como a uno solo, ya no como dos. El problema lo tienen ustedes, no yo.

Sin esperar respuesta, me precipité fuera del salón familiar, bufando con ira por los pasillos. No me detuve hasta llegar al balcón del sur desde donde podíamos ver toda la ciudad de Encenard, nuestro reino.




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