Era sorprendente lo fácil que una se podía acostumbrar a lo bueno. En unos cuantos días de tener una cama amplia, contar con tanta comida como me apeteciera y tener alguien a mi servicio, yo ya me sentía más que cómoda en mi nueva vida. Bueno, tal vez eso era una exageración, las lecciones de etiqueta me costaban montones y los encuentros con Julián seguían poniéndome nerviosa.
Por fortuna, él casi no estaba en casa, su trabajo como juez del reino hacía que pasara largas horas fuera, además de que también era parte del consejo del rey Esteldor, así que eso todavía añadía más carga a sus deberes diarios. Sin él, la casa se sentía tranquila y yo disfrutaba enormemente de la compañía de la abuela; aun durante las lecciones, me encantaba pasar tiempo juntas.
Fiorella era dulce y tenía una paciencia enorme. Yo ponía mucho empeño a mis lecciones para complacerla y que supiera lo agradecida que estaba por su bondad. La vida era tan bonita bajo su cuidado que quería poner todo de mi parte para que esta nueva realidad no se terminara nunca.
Incluso si Julián no me quería, yo de todas formas intentaba ser muy cordial con él, para que jamás le cruzara la idea de deshacerse de mí.
Miré mis manos, las heridas que tenía del trabajo manual se iban volviendo cicatrices, pero ese no era el único cambio en mí, también había ganado algunos kilos gracias a la vasta comida. Mis huesos ya no sobresalían tanto como antes y mi aspecto era menos demacrado, incluso mi cabello brillaba más.
Me llevé la muñeca a la nariz e inspiré hondo, disfrutando del delicioso perfume que la abuela me había obsequiado. Como si un montón de vestidos nuevos y zapatos no fueran suficiente, la abuela se había tomado la molestia de regalarme muchos otros artículos personales que jamás había tenido antes. El tocador de mi habitación estaba repleto de peines, tocados y demás monerías que las damas de rango acostumbraban tener.
Bajé al comedor, tratando de caminar erguida y dando pasos delicados como había aprendido en mis lecciones. Probablemente jamás iba a tener la finura de una dama de verdad, pero al menos debía intentar asemejarlas lo más posible.
Como cada que andaba por la mansión, procuré no tocar ni siquiera rozando los muebles o las paredes. No era que alguien me lo hubiese prohibido, pero las posesiones de los Russo eran tan hermosas que parte de mí aún temía contaminarlas con mi zafiedad.
Los abuelos ya me esperaban, Fiorella me dedicó una sonrisa de bienvenida, mientras que Julián prosiguió leyendo la nota que tenía en la mano.
Cuando tomé asiento a su izquierda, apartó el papel.
—Supongo que no sabes leer. También deberíamos enseñarte —dijo sin mirarme a la cara.
—Sabe y lo hace muy bien —le informó Fiorella con orgullo.
Julián pareció sorprendido.
—Mamá me enseñó antes de fallecer —aclaré sin dirigirme directamente a él.
Pude ver en su rostro lo mucho que le incomodó la alusión a mamá, casi como si hubiera dicho una palabra sucia. Le desagradaba hablar de a su hija, cada que su nombre era mencionado él ponía mala cara.
Comenzamos a cenar, ahora ya conocía mejor la utilización de los cubiertos, aunque aún no la dominaba y, de cuando en cuando, debía echar una ojeada a mis abuelos para confirmar que lo estaba haciendo bien.
—Hoy me encontré con Olimpia Columbo y Ginebra Schubert —comenzó a hablar Fiorella. Cada noche era ella quien llevaba la plática durante las cenas, el abuelo era un hombre callado y yo siempre temía decir alguna torpeza—. Mis amigas se han estado preguntando por qué he estado ausente en estos días. Tuve que contarles de tu llegada —dijo mirándome con alegría—. Como es natural, ansían conocerte, pero he dado la excusa de que sufriste un enfriamiento durante el viaje a Encenard y que te encuentras en cama recuperándote. Confío en que eso nos dará algo de tiempo para seguirte preparando y que refines tus modales; de cualquier modo, estoy segura de que pronto estarás lista, has mostrado un gran progreso en pocos días. Eres una alumna muy esmerada.
—Muchas gracias —dije orgullosa de que hubiera notado mi esfuerzo y esperaba que supiera que lo hacía por ella, para que me quisiera y entendiera lo mucho que estaba en deuda por todo lo que hacía por mí.
—Va a ser fantástico cuando por fin puedas acompañarme a los eventos. Sé que todos quedarán encantados contigo —aseguró la abuela—. Además, llegaste en una edad perfecta, estamos a muy buen tiempo de conseguirte un marido.
El abuelo carraspeó sonoramente, actuando como si hubiera escuchado una locura.
Fiorella le dedicó una mirada de amonestación.
—Deja de decir absurdos, mujer —dijo ceñudo—. ¿Qué familia respetable querrá aceptarla sabiendo la verdad? Por que entérate que yo no llevaré este engaño más lejos. No dejaré que un pobre incauto la tome pensando algo que no es.
Si con algo podía contar, era con el recordatorio constante del abuelo de que yo era distinta, que mi situación aquí era una ilusión, que se trataba de un elaborado engaño, pero que jamás sería una dama de verdad. A sus ojos ser hija de un campesino me contaminaba. Tal vez era mitad Russo, pero mi parte Nolan me ponía por debajo de los demás y el abuelo no lo olvidaba, ni permitía que yo lo hiciera.
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Editado: 28.08.2024