El juego del amor

Capítulo 16

(Connor)

Entré al salón familiar haciendo gran alharaca, para que supieran que venía enfadado.

La reina se encontraba redactando una carta sobre la mesa que había a un costado de la estancia. Triana estaba a su lado con una enorme sonrisa en los labios.

—Por favor, madre, detente —le pedí secamente, pues sabía exactamente lo que estaba haciendo. Esas eran las invitaciones para las jóvenes que la reina pretendía traer para humillarme públicamente.

—Oh, no seas aguafiestas, Connor, será divertido —dijo Triana sin quitar la vista del papel.

—¿Divertido? ¡Yo no le veo lo divertido! —me quejé.

—Más que aguafiestas, eres un zopenco —opinó Alexor desde la sala, donde se encontraba  recostado sobre el sillón—. Van a traerte a un puñado de hermosas chicas para que te enamores de una y todavía te quejas. ¡Deberías estar dando saltos de alegría!

—Pues no me siento afortunado, no pedí ayuda para conseguir esposa y no la deseo. Esto es innecesario.

—Por supuesto que necesitas ayuda. Si alguien no interviene, morirás soltero —dijo Alexor en tono burlón.

—Oh, boberías —nos cortó la reina y luego se giró para mirarme con expresión cariñosa—. Cielo, lo último que deseo es molestarte, yo solo busco que puedas conocer más de cerca a algunas maravillosas jovencitas y, si todo sale bien, tal vez surja un vínculo romántico con alguna de ellas. Por favor, date la oportunidad de convivir con nuestras invitadas, estoy segura de que lo pasarás bien y, en el peor de los casos, tendrás diez nuevas amigas y luego todas volverán a casa.

—¿Diez? Madre, son demasiadas —dije escandalizado. Ya cuando vivían aquí Triana y mi hermana Odette juntas me parecía que había demasiado aire femenino en el ambiente, ¡diez chicas iban a poner el castillo de cabeza!

—Yo también creo que el número es excesivo, Connor es tímido hablando siquiera con una —intervino Alexor.

—Lo redujimos lo más posible. Procuramos solo tomar en cuenta a las mejores familias o a aquellas que tienen el aprecio de la reina. Entre las dos fuimos eligiendo, aunque Aurora también hizo algunas sugerencias —explicó Triana.

—Ah, ya veo que la pelirroja también está conspirando en contra mía —me quejé lanzándole una mirada acusatoria.

—Pues sí… yo le escribí para contarle —dijo Triana con una mueca de disculpa—. Aurora está muy emocionada por la idea, de hecho, vendrá con Gregor de Sandor para presenciar todo en persona.

La fulminé con la mirada.

—Uy, sino fueras una chica te daría un mamporro —le advertí.

De inmediato, Alexor se levantó de un brinco en actitud de que iba a defender el honor de su esposa.

—Basta, aquí nadie le hará daño a nadie —puso orden la reina—. Va a ser una temporada muy emocionante para la familia y deseo que la vivamos en armonía. Me encanta pensar que estaremos todos juntos… bueno, excepto por Odette.

Triana tomó la mano de su suegra con cariño, como queriendo quitarle el mal sabor de boca de que nuestra hermana menor viviera tan lejos de casa.

Viendo que era imposible hacer que la reina cambiara de opinión, salí del salón en busca del rey.

Mi padre se encontraba en el Salón del Trono en una audiencia con su consejo, por lo que tuve que esperar un buen rato a que se desocupara.

Cuando al fin terminó, los caballeros que conformaban el consejo salieron uno a uno.

—Buenas tardes, Alteza —me saludó Teodoro Schubert de pasada.

—¿Qué tal le va, Alteza? —preguntó Julián Russo alejándose por el pasillo.

—¿Alguna novedad con los forajidos? Aún faltan varios —señaló Nicolás Gil deteniéndose frente a mí.

Rechiné los dientes, tras capturar a los primeros tres, parecía que el resto de la banda se había evaporado en el aire.

—Aún no, pero los encontraré. Me molesta pensar que esas sanguijuelas están mintiendo , siguen insistiendo en que en su banda no hay mujeres —me quejé.

—Sí, los delincuentes no son conocidos por su honestidad —acordó Nicolás—. Por favor, hágame saber si requiere de mi apoyo. Supongo que en los días venideros usted estará muy entretenido con su pequeño harén —dijo con una mirada de pícara complicidad.

El comentario me provocó un calambre en el estómago. La reina quería hacer creer a todos que estaba buscando ayuda para los festivales cuando ya todo el mundo había adivinado sus verdaderas intenciones.

Necesitaba parar esto, moriría de la humillación si el estrafalario plan de mi madre seguía en marcha.

Una vez que el Salón del Trono quedó desocupado, el guardia de la entrada me hizo una indicación de que podía entrar.

El rey se encontraba con los ojos cerrados sobre su trono, como tomando un pequeño respiro de sus numerosos deberes.

—Por favor, debes parar a mamá —le pedí mientras caminaba hacía él con paso decidido—. Lo que planea es un disparate.

El rey abrió los ojos de golpe y los enfocó en mí.




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