El Juego del Amor

Capítulo 9: La Verdad Desvelada: El Secreto de Lyra

La confesión de Lyra a Silas en el parque había sido un primer paso hacia la verdad, pero la revelación completa de su secreto, la identidad de Dorian como su pareja clandestina, aún pendía como una espada de Damocles sobre el grupo. Silas, aunque herido, había encontrado una extraña paz en la honestidad de Lyra, una honestidad que, paradójicamente, lo acercaba más a ella de lo que el juego nunca lo había hecho. Sin embargo, la verdad no era solo suya para guardar.

El detonante final llegó de la manera más inesperada, y en el peor momento posible. Elara había organizado una pequeña reunión en su apartamento, un intento de reconstruir los puentes rotos y de hacer que el grupo volviera a sentirse como una familia. Lyra había accedido a venir, aunque con una reticencia palpable. Silas también estaba allí, observándola con una mezcla de ternura y cautela. Valerius y Kael, aunque aún tensos entre sí, habían aceptado la tregua por el bien de Elara. Seraphina, como siempre, era la observadora silenciosa, sus ojos perspicaces captando cada matiz de la interacción.

La noche transcurría con una falsa normalidad. Había risas forzadas, conversaciones superficiales y una constante sensación de que algo estaba a punto de romperse. Lyra se sentía incómoda, la mirada de Silas sobre ella era un recordatorio constante de su confesión, y la presencia de Valerius y Kael, quienes la habían visto en su momento más vulnerable, la hacía sentir expuesta. De repente, un golpe insistente en la puerta interrumpió la precaria paz. Elara frunció el ceño, nadie más estaba invitado.

Cuando Elara abrió la puerta, Dorian estaba allí, su rostro una máscara de furia contenida. Había estado bebiendo, y sus ojos, inyectados en sangre, se fijaron inmediatamente en Lyra.

—¡Así que aquí estás, Lyra! —gritó, su voz resonando en el pequeño apartamento—. ¡Escondiéndote con tus amiguitos mientras yo me preocupo!

Lyra se levantó de un salto, su rostro palideciendo.

—Dorian, ¿qué haces aquí? Vete.

—¿Que me vaya? —Dorian soltó una risa amarga—. ¡No, Lyra! Es hora de que todos sepan la verdad. ¡Es hora de que sepan con quién te acuestas mientras juegas a la señorita inocente!

Elara, Valerius y Kael se pusieron de pie, la tensión en el aire cortante. Silas, con el corazón en un puño, observaba la escena, sintiendo una mezcla de rabia y compasión por Lyra. Seraphina, inmóvil, observaba el drama desarrollarse.

—¡Dorian, cállate! —Lyra suplicó, sus ojos llenos de lágrimas—. ¡No tienes derecho!

Pero Dorian no se detuvo.

—¡Derecho! ¡Yo soy tu novio, Lyra! ¡Tu novio! Y tú estás aquí, jugando a la casita con estos... estos... —Su mirada se posó en Silas, y una sonrisa cruel se dibujó en sus labios—. ¡Especialmente con este! ¿No es así, Lyra? ¿No te gusta jugar con los sentimientos de este pobre tonto?

La acusación de Dorian fue un golpe directo al corazón de Silas. Elara y Valerius intercambiaron miradas de incredulidad. Kael, con el ceño fruncido, dio un paso adelante.

—¿De qué demonios estás hablando?

—¡Estoy hablando de que Lyra y yo hemos estado saliendo en secreto durante meses! —gritó Dorian, su voz elevándose—. ¡Mientras ella jugaba a la inocente con todos ustedes, yo era el que la esperaba en casa! ¡Yo era el que la consolaba cuando este estúpido juego la estresaba!

El silencio que siguió a la revelación de Dorian fue ensordecedor. Elara se llevó una mano a la boca, sus ojos fijos en Lyra. Valerius, con el rostro endurecido, miró a Lyra con una mezcla de decepción y traición. Kael, que había estado a punto de explotar, se quedó mudo, la sorpresa y la ira luchando en su rostro. Pero fue la reacción de Silas la que más dolió. Su rostro, que había mostrado una pizca de esperanza en los últimos días, se descompuso. La verdad, dicha en voz alta, era más dolorosa de lo que había imaginado. Lyra lo había estado usando, jugando con sus sentimientos, mientras estaba con otro.

—Lyra... —susurró Elara, su voz llena de dolor—. ¿Es esto cierto?

Lyra, con las lágrimas corriendo por sus mejillas, asintió lentamente.

—Sí. Lo siento. Lo siento mucho.

La confesión de Lyra fue el golpe final. El grupo se fracturó en ese instante. Valerius se alejó, su decepción palpable. Kael se dio la vuelta, incapaz de mirar a Lyra. Silas, con el corazón roto en mil pedazos, salió del apartamento sin decir una palabra, la imagen de Lyra y Dorian grabada a fuego en su mente. Elara, la organizadora del juego, se sintió responsable del caos que se había desatado. Su juego, que había prometido diversión y romance, había expuesto las verdades más dolorosas y había roto los lazos más preciados. La verdad de Lyra había sido desvelada, y con ella, la inocencia del grupo se había perdido para siempre.




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