El día del partido de Conor llegó, un evento crucial para él, así que no podía faltar. Las clases terminaron temprano para dar paso al juego. Florencia, ya lista como porrista, se preparaba para su actuación; debía lucir "perfecta", como siempre decía. Me dirigí sola a mi lugar habitual en las gradas, y el partido comenzó. El fútbol americano me aburre, pero debía soportarlo. Al terminar, tenía que hablar con Conor para solucionar nuestros problemas. Lo quería mucho y no quería seguir enojada, aunque conocía su carácter. No se le pueden pedir peras a un olmo, ¿verdad? Siempre supe que no era el príncipe azul, pero así lo había aprendido a querer.
Llegó el medio tiempo con el marcador a nuestro favor, el gran momento de Florencia. Su emoción era contagiosa y me sentí feliz de ser testigo de algo tan importante para ella. Observé lo mucho que había mejorado. Su meta era ser capitana, y por lo que veía, lo conseguiría. Era excelente, mucho mejor que Gianna, la capitana actual, y Lucy, su segunda al mando. Florencia, por razones obvias, no soportaba a Lucy. En mi opinión, Kyler, el hermano de Conor, sería un mejor partido para mi amiga. A diferencia de Conor, Kyler era centrado, respetuoso, estudiaba Marketing y era un joven brillante.
—Por fin te encuentro —me dijo Hayde—. Debo irme a casa. ¿Te dejo el auto?
—No, Hayde, gracias. Le diré a Conor que me lleve.
—Bien —respondió, alejándose rápidamente. Tenía prisa. ¿Qué haría?
El segundo tiempo comenzó a la par que la lluvia, aunque suave al principio. Terminé empapada, pero no me fui. Era importante para Conor, y desde que éramos novios, no lo había dejado solo en ningún partido. El partido terminó con una victoria para nuestro equipo, jugadores sucios y gradas casi vacías. Los jugadores se dirigieron a los vestidores. Me puse de pie para esperar a Conor. Después de veinte minutos, escuché la risita de Gianna. Me acerqué cautelosamente y, al verla con Conor, me escondí para observarlos.
—Eres el mejor, Conor —dijo Gianna—. Felicidades.
—Gracias, Gianna. Siempre tan linda. Vi que tu flexibilidad ha mejorado.
—Cuando quieras puedo mostrarte lo flexible que soy —respondió Gianna—. Por ahora, ¿puedo darte algo por tu victoria?
—Claro, pero no es solo mi victoria, es de todo el equipo —dijo Conor con falsa modestia. Vi cómo Gianna lo besaba, y él le correspondía. Les tomé una foto y me fui antes de que me vieran; estaban demasiado concentrados en su beso.
Me sentí traicionada. La tristeza y la ira crecían con cada paso. Al salir, las lágrimas no pudieron contenerse. Conor me había hecho daño. No sabía si podría perdonarlo; la verdad, estaba más enojada que triste. Gianna, además de capitana de las porristas, era la ex novia de Conor. Parecía que aún quedaba algo entre ellos. No lo entendía.
Llegué a casa y estaba vacía. Hayde había salido; su auto estaba ahí. Subí a mi habitación, me cambié y mandé un mensaje:
Místic: Espero que sigas celebrando. Fue un gran partido, y creo que Gianna te dio la recompensa adecuada. No te molestes en llamar. Ya no estoy para ti. Adiós.
/Foto/
Envié el mensaje con la foto adjunta y apagué mi teléfono. No era justo lo que Conor había hecho, y esta vez estaba sola. Si Hayde estuviera aquí, me ayudaría, pero ya no podía confiar en ella. Ella no confiaba en mí y me ocultaba cosas. Yo no le diría nada más de mi vida, aunque me doliera. Me quedé dormida con el enojo, la tristeza y el dolor. El sonido de la puerta me despertó; era Hayde.
A la mañana siguiente, me arreglé sin apetito. Salí de casa y me dirigí a la universidad. Saqué mis cosas del casillero y fui al salón, casi vacío. Era la primera vez que llegaba temprano. De pronto, mi teléfono sonó. Tenía muchos mensajes sin leer, probablemente de Conor.
Conor: Sal, por favor. Te vi llegar. Necesitamos hablar.
Ignoré el mensaje, como todos los demás. No quería verlo ni escuchar sus mentiras. Lo que vi fue suficiente. Siempre le había dado lo mejor de mí, y él solo se besaba con Gianna. No era justo. No era tonta, y no iba a tolerar eso. Su comportamiento no tenía justificación. Todas morían por él, y por eso tenía ese ego tan alto, pero si pensaba que yo era como las demás, se equivocaba.
—Amiga, ¿qué ocurre? —me preguntó Florencia—. Me encontré con Conor afuera. Me dijo que te dijera que salieras, que podían arreglar las cosas, pero que dejaras de ignorarlo. Y, la verdad, no entiendo nada.
—Gracias por el mensaje —respondí.
—No saldrás? ¿Qué pasó? Dime qué te hizo y yo me encargo de él.
—Solo peleamos, Flor, y no quiero verlo ahora.
—Entiendo. Debo irme a mi lugar —asentí mientras la veía irse.
Llegó la hora del descanso, y salí con Florencia hacia la cafetería. Me sentía más tranquila. Las clases me habían ayudado a dejar de pensar en lo sucedido. Estábamos a punto de entrar cuando alguien me sujetó fuertemente del brazo, girándome bruscamente y causándome dolor.
—¡Te dije que necesitamos hablar! —gritó Conor. Florencia me preguntó con un gesto si quería que esperara, y negué con la cabeza.
—¡Suéltame, Conor! ¿Qué te sucede?
—Que estoy harto de tu comportamiento infantil. Me mandas una foto y un mensaje, sin darme oportunidad de explicar. ¿Quién tomó esa foto?
—Yo misma.
—Mientes. Ni siquiera estuviste en mi partido. Me dejaste solo sabiendo que era importante para mí, y ahora te comportas así.
—¿De verdad? Te vi, Conor. Te vi besándote con Gianna. Estuve aquí bajo la lluvia, vine a felicitarte, ¿y qué encontré? A ti besándote con Gianna. Piensa lo que quieras, pero déjame tranquila. No tenemos nada de qué hablar. No me interesa estar con alguien así.
—Sé que estuvo mal, y te pido perdón.
—Si eso es todo, me voy. No quiero verte ni hablarte. Déjame tranquila.
—Místic, por favor, estoy arrepentido. No sabía que estabas ahí. Creí que te había dado igual. Perdóname.
Editado: 15.01.2025