El juego del Destino

Capítulo 8

Llegó el día del baile de la universidad. Por la mañana, las clases transcurrieron con normalidad, pero la tarde se dedicó a los preparativos. Le avisé a Conor que iría con Hayde y que lo encontraría en el salón de eventos o en la entrada del campus.

Me vestí con el vestido que mis padres me habían traído de viaje, dejé mi cabello suelto con rizos, y usé un maquillaje natural que resaltaba mis ojos verdes y labios rojos. Hayde salió de su habitación al mismo tiempo que yo, luciendo un increíble vestido verde agua con negro.

– ¡Te ves hermosa, Hay! – exclamé.

– ¡Tú también, bellísima! ¡Vamos! – respondió con una sonrisa.

Bajamos las escaleras, donde mis padres nos esperaban.

– No es por ser sus padres, pero serán las más hermosas del baile, estoy seguro – dijo mi padre con orgullo.

– Gracias – respondimos al unísono.

Mamá nos pidió una foto antes de salir. Subimos al auto de Hayde y nos dirigimos al campus.

– ¿Quién será tu pareja esta noche, Hayde? – pregunté.

– Nadie, hermanita. Voy contigo, aunque sé que me abandonarás en cuanto veas a Conor.

– ¿Por qué sola? ¿No te invitaron? Podría haberle pedido a Deiben que te invitara.

– ¿Deiben? Nunca lo habías mencionado.

– Es un nuevo amigo, y sí te lo mencioné.

– Nunca te vi brillar tanto al mencionar a un amigo.

– No digas tonterías, Hayde, tengo novio.

– Está bien, no te enojes. ¿Por qué no me habías hablado de él?

– Hayde, sabes que nuestra relación ya no es la misma. Te lo mencioné porque no tenía pareja y, por si acaso decidía ir, no quería que estuviera solo. Es un favor.

– Entiendo – respondió con una sonrisa.

Llegamos al campus. Conor no estaba en la entrada. Eran las siete y media. Todos llegaban elegantemente vestidos con sus parejas. De pronto, vi unos hermosos ojos azules y a un atractivo joven con traje negro. Al verme, sonrió y se acercó.

– Estás hermosa, Místic.

– Gracias, Deiben. Tú te ves muy guapo.

– ¿Tú eres Deiben? – preguntó Hayde.

– Deiben, te presento a Hayde, mi hermana.

– Ambas son hermosas y se parecen mucho. Debí imaginarlo.

– ¡Qué chico más encantador! ¡Ahora entiendo! – exclamó Hayde.

– ¡Hayde! – la regañé. Sus insinuaciones me molestaban.

– No entiendo de qué hablan, pero las acompaño. Vengan, denme el honor de acompañarlas – dijo Deiben, colocándose entre nosotras y ofreciendo un brazo a cada una. – Vi a tu amiga con tu novio y otro chico.

– ¿Sabías que seré tu acompañante? – le preguntó Hayde a Deiben.

– ¿De verdad?

– Es un favor que se ha vuelto un placer.

– Gracias. Espero que no te moleste si bailo con la hermosa joven de ojos verdes.

– No hay problema. El verdadero problema es Conor Nollan.

– Al parecer no te agrada.

– Dime, ¿a quién sí? No me digas que te agrada. Es un patán.

– Basta, Hayde.

– Es verdad, Místic.

– Conocerlo no fue agradable, pero algo me dice que no nos llevaremos bien. – Deiben nos llevó hasta donde estaban Florencia con Kyler y Conor.

– Estás hermosa, amor – dijo Conor, besándome en la mejilla y mirando a Deiben. – Tú igual, cuñada.

– Gracias. Les presento a Deiben.

– ¿Eres nuevo? No te había visto antes – dijo Kyler amablemente.

– Sí, esta es mi primera semana en la universidad.

– Soy Kyler Nollan.

– ¿Qué relación tienes con Conor?

– Soy su hermano. Espero que mi hermano no haya sido grosero.

– Un poco, sí.

– Él siempre es así, pero una vez que lo conoces… ¿Has pensado en algún club deportivo?

– Practicaba básquetbol. Es mi primera opción.

– ¡Fantástico! Soy el capitán del equipo. Oficialmente te invito a unirte.

– Mejor únete al de fútbol – interrumpió Conor. – Sería divertido verte morder el polvo.

– No me gusta el fútbol. Además, seguramente le quitaría el lugar al capitán.

– ¿Sabes quién es el capitán? – preguntó Kyler divertido.

– No, pero soy muy bueno en cualquier deporte. Seguramente sería mejor que él.

– Lo dudo – dijo Conor con amargura. – Ni volviendo a nacer serías mejor que yo.

– Eres un engreído, cuñado – bromeó Hayde, provocando risas. La música comenzó a sonar.

– Iré por algo de beber, ¿quieres algo? – preguntó Conor molesto. Negué y se alejó.

– Heriste su orgullo, amigo – comentó Kyler sonriendo. Deiben también sonrió.

– Lo siento por él, Místic. ¿Me permites este baile?

– Si Hayde no se molesta.

– Para nada, Místic. Tengo algo que hacer.

Bailamos. Deiben bailaba muy bien.

– ¿Conor y Kyler son hermanos? – preguntó Deiben. Asentí. – No se parecen en nada.

– Lo sé. Kyler es amable y educado, mientras que Conor es grosero, desconsiderado y engreído. Todos le temen porque es muy agresivo, pero conmigo no es tan malo.

– ¿Lo amas?

– No lo sé. Lo quiero. Tenemos un año juntos y… no está tan mal.

– Entiendo.

Continuamos bailando. Me encantaba su perfume.

– Ya es suficiente. Yo también quiero bailar con él – dijo Hayde. – Además, alguien está furioso.

– Lo siento.

– Ve, no te preocupes.

Me acerqué a Conor, quien estaba solo. Respiré profundamente.

– Sigue bailando, te doy permiso. Al final, te invité para que bailaras con otros.

– No seas grosero conmigo, Conor, porque no te lo voy a permitir y lo sabes.

– No me hagas enojar entonces.

– No pensé que te enojarías porque bailé una canción con alguien.

– No es alguien, Místic, es él. Hay algo en él que no me gusta y mi novia está encantada.

– Basta, Conor. Relájate. Vamos a bailar.

– Sabes que no me gusta.

– Anda, solo una canción.

– ¡Dije que no!

– Bien–replico cruzando los brazos y me coloco aún lado de él. Quien me sujeta por la cintura en una actitud posesiva.

Pasamos el resto de la noche así. Eran cerca de las once. Florencia y Kyler estaban con nosotros, pero nos ignoraron toda la noche.




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