Hace un mes que terminé con Conor. Todo parece tan lejano ahora. Después de su pelea con Deiben, se ha mantenido alejado de todos nosotros. Creo que ya lo ha superado. Deiben, por su parte, ha sido increíblemente paciente y comprensivo, un verdadero amigo. Su dulzura ha hecho que mis sentimientos por él crezcan. He querido besarle muchas veces, pero me he prometido esperar a que seamos novios.
Hoy me ha invitado a patinar. Es domingo y estoy en mi habitación preparándome. Son las nueve y cuarenta y cinco, y él llega a las diez. Estoy lista cuando suena mi teléfono. Es Florencia. Preocupada, contesto:
– Hola, Flor, ¿qué pasa?
– Hola, amiga. ¿Puedes venir a casa hoy? Estoy un poco triste.
– ¿Quieres que vaya ahora?
– No, nena. Salgo con Kyler ahora. ¿Te parece una pijamada a las cinco?
– Vale, Flor. Tengo que colgar. Deiben viene a buscarme. Te llamo cuando llegue.
– De acuerdo. ¡Que tengas un día maravilloso! Estoy segura de que lo será. Ese chico es increíble.
– ¡Llaman a la puerta! Debe ser él. Nos vemos luego.
– Cuídate – cuelgo.
Guardo el móvil, recojo mis cosas y bajo las escaleras. Al llegar al último escalón, mi madre abre la puerta y veo a Deiben, sonriente, en el umbral. Está guapísimo con su chaqueta negra, vaqueros negros y camisa gris. Siempre viste así, con ropa oscura. No sé por qué, pero le queda genial.
– ¿A quién busca? – pregunta mi madre. No lo había presentado a mi familia.
– Buenos días, señora. Busco a Místic.
– Hola – lo saludo –. Mamá, él es Deiben. Deiben, ella es mi madre, Luana.
– Encantado de conocerla, señora.
– Igualmente, Deiben. Espero que vuelvas pronto para conocerte mejor.
– Claro que sí, señora. Será un placer. Muchas gracias por la invitación – responde con su habitual educación. Sé que se ha ganado a mi madre con eso. Si conquistó a Hayde, mis padres serían pan comido.
– Nos vamos, mamá. Vuelvo pronto – le doy un beso en la mejilla.
– Cuidense mucho.
– No se preocupe, señora. La traeré sana y salva a casa, temprano – dice Deiben con una sonrisa. Mi madre asiente, sonriendo. Salimos y Deiben me ofrece su brazo. Lo tomo encantada y nos dirigimos a su moto.
– Seguridad ante todo, señorita – me entrega el casco. Subimos y arranca.
Adoro viajar en su moto. Puedo abrazarlo, sentirlo cerca, disfrutar de su perfume… Deiben siempre huele de maravilla. Me encanta todo de él. A veces me pregunto si habrá algo que no me guste.
– Hemos llegado – me saca de mis pensamientos. Bajo de la moto y él me tiende la mano. Entramos en la pista de patinaje. Siempre me ha encantado patinar. Practiqué patinaje artístico durante mucho tiempo, hasta que la falta de tiempo me obligó a dejarlo. Era muy buena.
– Me encanta patinar – dice Deiben mientras caminamos –. ¿Sabes patinar? Si no, te enseño.
– Sé un poco, pero siempre se puede aprender más.
– En Francia patinaba profesionalmente. Gané varias competiciones con mi compañera. Echo de menos eso.
– ¿Patinar o a tu compañera? – pregunto, sin poder evitar los celos.
– ¿Celosa? – pregunta, divertido.
– Puede ser – respondo.
– Lo sé, pero tranquila. Era solo mi compañera. Lo que echo de menos es patinar.
– ¿Y a alguien especial?
– Ahora a nadie.
– ¿Ahora?
– Hubo alguien especial, Chloe. Fue mi novia mucho tiempo, hasta que me vine aquí. Me dolió mucho dejarla. Insistí en quedarme, pero a mi padre no le importaron mis sentimientos. Es un egoísta.
– Creo que todavía te duele – digo, triste.
– No es solo por Chloe. Me molesta hablar del egoísmo de mi padre. Lo de Chloe terminó el día que conocí a una chica de ojos esmeralda. Mientras estuvimos juntos, fue hermoso, pero ahora son solo recuerdos.
– ¿De verdad?
– Nunca me había enamorado así hasta que te conocí. Chloe es maravillosa, pero nunca sentí por ella lo que siento por ti. ¿Me crees?
– Sé que nunca me mentirías, Deiben. Y en cuanto a patinar… ¿Hay algo que no hagas bien? – cambio de tema.
– No es para tanto – replica, sonriendo. Nos ponemos los patines y salimos a la pista. Patinar me relaja y estar con él… aún más. Solo somos él y yo.
– Eres magnífica – dice. ¿Crees que podrías bailar?
– Puedo intentarlo – respondo, sonriendo.
Debería volver a patinar. Deiben y yo tenemos mucha química. Cerca de las tres y veinte, llegamos a mi casa. Hablamos y reímos un rato. Sus ojos brillan… lo abrazo.
– Gracias por este día tan bonito, Deiben – susurro cerca de su oído.
– Gracias a ti, Místic. Tengo que irme. Nos vemos luego – guiña un ojo y sonríe.
– Cuídate.
– Lo haré – me da un beso en la mejilla. Lo veo irse en su moto.
Entro en casa, suspiro… ha sido un día maravilloso. Quiero ser su novia.
– ¿En quién piensas, princesa? – pregunta mi madre.
– ¡Mamá! – exclamo, asustada.
– ¿Cómo te fue? Dime la verdad, ¿Deiben es tu novio?
– No, mamá. Es mi mejor amigo.
– Pero está enamorado de ti y tú de él. ¿Por qué no son novios?
– Después de Conor, quería estar sola. Deiben me dijo lo que sentía, pero le dije que solo podíamos ser amigos. Dijo que esperaría.
– Si se gustan… ¿por qué esperar?
– No me atrevo a decírselo. Creo que él está esperando a que yo diga algo. Pero no te preocupes, Florencia me llamó. Está triste y me quedaré con ella esta noche.
– Está bien, cariño.
– Voy a preparar mis cosas.
– Cuídate mucho.
– Lo haré – le doy un beso y subo a mi habitación.
Preparo mis cosas, ceno, me lavo los dientes y bajo. Mis padres están en la sala.
– Mamá, papá, me voy. Los llamo cuando llegue.
– ¿Quieres que te llevemos? – ofrece mi padre.
– No quiero molestaros.
– Salimos de todas formas. Te llevamos y luego seguimos con nuestros planes.
– Gracias.
Subimos al coche y mi padre conduce. Miro por la ventana… "¿Qué le pasará a Flor? Dijo que saldría con Kyler… Tal vez es solo nostalgia" pienso. No es agradable estar lejos de tu familia.
Editado: 15.01.2025