El juego del Destino

Capítulo 14

Llegamos. Me despido de mis padres, bajo del vehículo y los observo alejarse. Camino hasta la habitación de Florencia, llamo a la puerta y espero unos segundos. Se abre, y me encuentro con Florencia, quien luce una gran sonrisa. No parece triste en absoluto. "¿Por qué dijo que estaba triste? En realidad, se ve emocionada y feliz. ¿Está loca?", pienso, desconcertada.

– Ven, entra.

– ¿Qué ocurre, Florencia? No pareces nada triste.

– No puedo contarte mucho, pero debes prepararte porque alguien vendrá pronto. Te dejaron esto – me entrega un paquete con una nota encima.

La nota dice: "Hermosa Místic, espero sea de tu agrado. Estoy convencido de que lo lucirás como nadie. Nos vemos 7:00 p.m."

– ¿Qué es esto? – pregunto, desconcertada.

– ¡No lo sé! ¡Ábrelo! – exclama Florencia, emocionada.

Abro el paquete con cuidado. Contiene un hermoso vestido de noche negro, con accesorios y zapatos a juego. La nota solo indica la hora.

– ¡Es realmente divino!

– No entiendo nada.

– Ya lo harás. Hay que maquillarte, peinarte... ¡El tiempo vuela!

Observo atentamente a Florencia mientras saca sus herramientas de belleza. Está muy emocionada. "¿Qué significa todo esto? La nota no tiene remitente, pero estoy segura de que se trata de Deiben. ¿Qué trama?", me pregunto, sintiendo una creciente emoción. Últimamente, ha actuado de forma inusual. Creo que finalmente conoceré lo que le sucede. No entiendo por qué, pero mi nerviosismo crece mientras Florencia me peina y maquilla.

Se acerca la hora indicada en la nota. Estoy muy nerviosa. Me miro en el espejo; estoy lista. Me veo realmente bien. Deiben tiene un gusto sofisticado; todo lo que eligió es hermoso y me queda perfecto. "¿Cómo supo qué me quedaría bien?", me pregunto, al darme cuenta de lo bien que me sienta el vestido. Los zapatos también son perfectos. Siempre se fija en los detalles más pequeños. Nadie más podría ser tan encantador. Llaman a la puerta y Florencia la abre.

– Han llegado por ti, princesa – dice Florencia con una sonrisa.

Giro hacia la puerta y veo a Deiben. Lo sabía. Solo él es capaz de esto. Lleva un elegante traje negro, camisa blanca y corbata burdeos. Tomo mi abrigo y me dirijo a la puerta.

– Te ves hermosa – musita, mirándome y sonriendo. – ¿Te ayudo?

– Gracias – le doy el abrigo. – Te ves muy guapo.

– Gracias, linda. Vamos, se nos hará tarde.

– ¿Para qué? – pregunto, llena de curiosidad.

– ¿Confías en mí? – me pregunta, mirándome a los ojos. Asiento, sonriendo. – Entonces, vamos.

Me ofrece su brazo, lo tomo y avanzamos. No sé adónde me lleva, pero confío ciegamente en él. Salimos y me guía hasta un hermoso automóvil descapotable negro. "¿Será suyo?", me pregunto. Siempre usa su motocicleta, que le da ese toque "malo". Parece malo, pero es el hombre más bueno del mundo, tan detallista y dulce. Lo amo con todo mi corazón. Todo esto es demasiado perfecto; parece un sueño.

– ¿Te gusta? – me pregunta, mirándome. Asiento. – Es el regalo de cumpleaños que mi padre me dio este año. Siempre me da lo mejor, pero casi no lo uso.

– Es un gran regalo.

– El mejor regalo que he recibido me lo dio la vida, el destino o Dios, como prefieras llamarlo. Y ese regalo eres tú.

– Gracias, Deiben. Eres realmente encantador. Si no te gusta usarlo, ¿por qué ahora sí? No me molesta viajar en tu motocicleta; me gusta mucho.

– A mí me gusta llevarte en ella, pero me pareció más adecuado el automóvil para una princesa. Sube.

– Casi no hablas de tu padre. ¿Por qué?

– No me gusta hablar de él, linda. Algún día te contaré todo, te lo prometo, pero no hoy, que es un día muy especial.

Me guía hacia la puerta del copiloto, la abre y subo. Lo observo rodear el auto para subir también.

Deiben conduce hacia un lugar desconocido. Se ve muy feliz, aunque también un poco nervioso. Mantiene la mirada en el camino. Es muy atractivo. Desde que lo vi por primera vez, sentí una atracción especial.

Llegamos a un restaurante. No imagino cuánto tiempo estuvo planeando esto, pues hacer una reserva aquí requiere mucha anticipación o buenos contactos. Me desabrocho el cinturón y me dispongo a abrir la puerta.

– Espera – me pide, evitando que abra la puerta. Él baja y rodea el auto para abrirme la puerta. – Princesa.

Me extiende la mano para ayudarme a bajar. Lo tomo sonriendo. Me encanta su amabilidad. Una vez que bajo, cierra la puerta y avanzamos hasta el aparcacoches. Deiben le entrega las llaves y recibe un boleto, que guarda. Entramos al restaurante.

– Sean bienvenidos – nos recibe el encargado de las reservas. – ¿A nombre de quién?

– Deiben… – se queda pensativo. Una señorita me distrae pidiéndome el abrigo. Se lo doy, y Deiben termina de dar su nombre al señor. Escucho algo, pero no entiendo su apellido. Nunca lo ha mencionado. Un poco inusual, pero tampoco es lo más importante.

– Su mesa está lista, señor. Si son tan amables de seguirme – indica otra señorita.

Tomo el brazo de Deiben y la seguimos.

– ¿Así que señor? – pregunto, elevando una ceja. Me parece gracioso que le digan señor siendo tan joven.

– Lo sé – musita, sonriendo.

Llegamos a nuestra mesa, alejada del resto, con vista al exterior. Está decorada de forma especial: luces, mantel blanco sobre uno rojo, rosas rojas y blancas… Cada detalle es perfecto. Estoy segura de que es obra de Deiben. Planeó una cena romántica y pensó en todo. Deiben abre una silla y me invita a sentarme. Lo hago, y él se sienta frente a mí.

– En un momento vendrán a atenderlos. Aquí está el menú.

– Gracias – responde Deiben, sin dejar de mirarme. La señorita se aleja.

– ¿Por qué me miras así?

– Solo trato de averiguar si te gusta todo esto.

– ¡Me encanta! El restaurante, la mesa, todo. Gracias, Deiben – expreso, emocionada.

– Gracias a ti, Místic, por aparecer en mi vida y estar conmigo – responde, extendiendo las manos sobre la mesa. Tomo las suyas. – Cuando te conocí, algo cambió en mí. Cuando te vi sonreír por primera vez, me di cuenta de que no existe nada mejor que ver tu sonrisa. Eres la mujer más hermosa que existe. Estoy enamorado de ti, te amo.




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