El juego del Destino

Capítulo 17

Han transcurrido cuatro días desde que estoy aquí, o eso creo. Me siento presa, cumpliendo una condena sin conocer mi crimen. Echo de menos a mi familia, a Florencia y a Deiben. Ya no quiero estar más tiempo aquí; estoy furiosa con Conor por tenerme encerrada. No entiendo qué pretende. No siento nada por él; el amor que sentía se acabó. Mi corazón le pertenece a Deiben, y solo a él. Ni el tiempo ni la distancia acabarán con nuestro amor; Deiben y yo nacimos para estar juntos, es nuestro destino.

Escucho pasos acercándose a la puerta, que se abre para revelar a un Conor golpeado y furioso. "¿Qué le habrá pasado?", me pregunto. Sea lo que sea, se lo merece. Me preparo para defenderme, pues se ve realmente enfurecido. No puedo confiar en él. Lo observo cerrar la puerta tras entrar. Avanza hacia mí, me mira y comienza a caminar de un lado a otro como una fiera enjaulada.

–¡Ese maldito animal se atrevió a tocarme de nuevo! No es tan tonto como pensé; sospecha de mí y seguramente me vigilará de cerca. Escúchame, cariño –dice, mirándome y deteniéndose–. No vendré tan seguido para evitar que ese idiota llegue aquí y nos separe de nuevo. Confía en mí, nunca nadie nos volverá a separar –intenta tocar mi mejilla, pero me aparto inmediatamente.

–¡No te atrevas a tocarme, Conor! ¡Te lo advierto! ¡Te merecías eso y más!

–No creas que solo yo recibí golpes, cariño. Ese infeliz también recibió lo suyo por atreverse a tocarme.

–¡No te atrevas a tocar a Deiben de nuevo! ¡¿Entiendes?! ¡Eres una verdadera basura, Conor! ¡No imaginas cuánto te odio, y te odiaré aún más si te atreves a poner tus sucias manos en Deiben de nuevo!

–Solo estás confundida por culpa de ese idiota, pero con el tiempo lo superarás. Ahora debo irme. A partir de ahora solo vendré los lunes, linda. El idiota tiene que atender sus propios problemas y no podrá vigilarme. Tú mejor que nadie conoce sus horarios; no tienes de qué preocuparte. Verás que todo estará bien –dice apresuradamente, dirigiéndose a la puerta. Lo veo salir y escucho cómo cierra la puerta con llave.

Han pasado dos semanas, y ha llegado el lunes. Hoy me voy de aquí. No pienso quedarme más tiempo. He buscado algo para golpearlo, pero no hay nada. "¡Oh, Deiben! ¿Te habrá lastimado?", me pregunto por enésima vez. Quiero estar con él, abrazarlo, pero no esperaré más aquí. Hoy me voy, cueste lo que cueste. No sé dónde estoy, pero una vez que escape, no podrá atraparme. Me trajo aquí porque no lo esperaba, me sorprendió, pero no volveré a bajar la guardia. He aprendido mi lección: siempre debo estar pendiente de lo que sucede a mi alrededor. Nunca más usaré audífonos mientras camino por la calle; nunca se sabe qué puede ocurrir.

Si logro golpearlo, ganaré tiempo para pedir ayuda. Sé que Deiben me está buscando; confío en él. Sé que vendrá por mí en cuanto pueda comunicarme con él. Nuestro amor es tan grande; solo pensar en Deiben ha hecho llevadero el estar presa aquí. Lo amo de una manera que nadie podría entender; es especial y diferente. Desde que lo conocí, todo cambió.

Hoy es el día. Tengo mi plan. Solo debo esperar a que llegue Conor. Su nombre me causa asco, pero debo engañarlo para acercarme a él y a la puerta, golpearlo y escapar. Espero que funcione. Escucho pasos; debe ser Conor. Es el momento. Me coloco cerca de la puerta. Espero que todo salga bien.

–Hola, cariño –me saluda, acercándose–. Tengo una gran noticia: mañana te llevarán a otro lugar; seguro que te gustará más que este.

–¡Oh, Conor, te he extrañado mucho! –exclamo, acercándome como si fuera a abrazarlo.

–Veo que has recapacitado, mi amor. Ven aquí –me invita a abrazarlo. Me acerco y lo abrazo.

Toma mi rostro; intenta besarme. Trato de controlar el impulso de alejarme, pues debo escapar ahora. Está tan cerca que siento su aliento. Justo antes de que sus labios toquen los míos, elevo mi rodilla, golpeándolo lo suficientemente fuerte para que me suelte. Cae al suelo, dejándome la puerta libre. La abro y salgo corriendo. Encuentro la puerta de salida, bajo las escaleras lo más rápido posible, la abro... Conor es un idiota confiado; deja la puerta sin llave. Salgo corriendo sin saber a dónde voy.

No conozco esta zona, pero no puedo detenerme. Si lo hago, Conor podría alcanzarme. No sé cuánto he recorrido, pero estoy cansada. Debo pedir ayuda. En un parque, encuentro a un señor de unos cuarenta años, trabajando en el mantenimiento. Parece una buena persona; tal vez me ayude. Me acerco a él rápidamente.

–Disculpe, señor, ¿podría ayudarme?

–¿Qué le ocurre, señorita? –pregunta, preocupado al verme tan agitada.

–¿Podría prestarme un teléfono? Necesito llamar a alguien; no sé dónde estoy, no tengo para un taxi, ni forma de comunicarme. Será solo un momento, por favor, se lo suplico.

–Tranquila, hija, toma –responde, ofreciéndome su teléfono. Llamo a Deiben; él vendrá enseguida. Memorizo su número y llamo. Escucho su voz.

–¡Deiben! –lo llamo emocionada.

–¡Místic! ¿Dónde estás, princesa? –pregunta, apresurado.

–¡No lo sé, pero tengo mucho miedo! ¡Ven por mí pronto!

–Tranquila, ¿de dónde me hablas? ¿Es un teléfono público?

–No, es el teléfono de un señor que me ha ayudado. ¡Ven pronto!

–Iré por ti, mi amor, tranquila. Déjame hablar con él –me dice con tono tranquilizador. Tiendo el teléfono al señor, quien lo toma.

–Habla con Robert Smith, ¿en qué puedo ayudarle? –pregunta con tono cortés. Permanece en silencio escuchando a Deiben. "...la llevaré a mi casa..." responde. Le da la dirección, pero no la escucho; estoy pendiente de que no aparezca Conor.

–Señorita –me llama el señor Robert, sobresaltándome–. Lo siento, no quise asustarla. Vendrá por usted, pero está a dos horas en coche. Será mejor que espere en mi casa, donde estará segura hasta que llegue. Vivo cerca de aquí, ¿vamos?

–Gracias –musito, tratando de sonreír. Algo me dice que puedo confiar en él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.