Deiben avanzaba velozmente, más rápido de lo que lo había hecho antes conmigo. Me aferré con fuerza a él, temiendo caerme.
—¡No temas, Místic! ¡Eres lo más importante para mí, nunca te pondría en peligro! —gritó para que lo escuchara, y redujo la velocidad.
Un rato después, llegamos a mi casa. Deiben estacionó la motocicleta en la entrada. Bajé y me quité el casco. Él hizo lo mismo, pero no dejaba de mirar hacia el frente, evitando mi mirada. "¿Qué estará pensando o sintiendo?", me pregunté, observándolo. Sabía que no tenía intención de entrar, pero no iba a dejarlo irse así. Antes de que pudiera hacerlo, tenía que curar sus heridas.
—Entra, Deiben, para que pueda curar tus heridas.
—No quiero que tus padres me vean así. Pensarán que soy un chico problemático y no les caeré bien.
—Ellos jamás pensarían eso de ti; además, lo más probable es que no estén en casa. Ven —insistí, tomando su mano.
—No, Místic —respondió, sin mirarme. Me acerqué y tomé su rostro con cuidado, para no lastimarlo, obligándolo a mirarme.
—¿Qué ocurre, Deiben? —pregunté, mirando sus hermosos ojos azules. Veía dolor, culpa, tristeza y vergüenza, pero no tenía por qué sentir vergüenza ni culpa. El dolor y la tristeza, sí los entendía.
—Perdóname por no haberte dicho quién era mi padre.
—No tienes que disculparte por nada. Tenías tus razones. Anda, entra a la casa para que pueda curar tus heridas. El dolor físico siempre se pasa rápido. No te preocupes por unos cuantos golpes.
Sé que lo que llevas dentro duele más que las heridas de tu cuerpo, pero no tienes por qué cargar con eso solo. Ya no estás solo, estoy contigo y quiero ayudarte —dije, extendiendo mi mano. Finalmente, la tomó.
Deiben bajó de la motocicleta. Avanzamos hasta la puerta, la abrí y entramos. Lo guié hasta la sala. Estaba muy triste, se notaba. Pero no se iría de ahí hasta que lo hiciera sentir mejor. Él se sentó en uno de los sofás mientras yo buscaba el botiquín de primeros auxilios. Tenía pocos golpes en la cara, pero había que limpiar las heridas. Volví con el botiquín y me dispuse a curarlo.
—¿Me dices si te lastimo? —pregunté. Asintió, y comencé a limpiar la herida de su ceja izquierda, luego la de su labio. Vi sus gestos de dolor, pero no dijo nada ni me detuvo. —No debiste pelear así.
—Yo sabía que esto pasaría, Místic, por eso no quería que vinieras conmigo. Es cierto que no te permití demandarlo, y ahora sabes por qué. Pero no podía simplemente dejarlo pasar. No fui a pelear, sino a enfrentarlo por haberme mentido tan cínicamente. Me juró que él no sabía nada de ti desde que terminaron, pero le advertí que cuando me enterara de toda la verdad, haría que se arrepintiera.
—¿Sabías que el señor Greg diría todo?
—No, esperaba que no estuviera. Me avergüenza ser hijo de ese hombre —respondió con tristeza. Terminé de curarlo y guardé el botiquín. Me concentré en lo que me decía. —No quería que dijera eso. Para mí, él no es nadie. Me siento mal contigo por haberlo ocultado. Perdóname por no habértelo dicho. No quiero que ahora que lo sabes, me veas diferente.
—¿Sabes por qué te amo? —pregunté, mirándolo directamente a los ojos. Él negó con la cabeza, sin apartar la mirada. —Te amo porque eres Deiben, sin apellidos, única y exclusivamente Deiben, con todas sus virtudes y defectos que lo hacen único y diferente a todos los demás. Deiben no deja de ser Deiben por llevar un apellido u otro.
—Te amo tanto, mi perfecta novia. Eres realmente muy hermosa, y no solo físicamente, también en tu interior —me abrazó y me besó suavemente, para evitar lastimar su labio—. Lo dejé muy mal, ¿verdad?
—Mucho —respondí con una pequeña sonrisa—. No vuelvas a pelear así, Deiben.
—Tú sabes que no soy una persona que busca problemas. De hecho, los detesto. Pero siempre que tenga que defenderme o defender a alguien importante para mí, lo haré de la manera que me sea posible.
—Hay algo que no entiendo —dije, recostada en su hombro y mirando hacia el frente.
—¿Qué es?
—¿Por qué cuando Kyler te pidió que te tranquilizaras, lo hiciste?
—Se ganó mi respeto. Es por eso. Respeto mucho a Kyler, más allá de ser mi hermano mayor, se convirtió en un amigo. Se ganó el respeto que mi padre y Conor no supieron ganarse. Me trató como si supiera que somos hermanos, desde el principio me ofreció su amistad. No puedo hacer más que respetarlo.
—Eres maravilloso, Deiben —lo abracé de nuevo, emocionada de tenerlo a mi lado.
—No tan fuerte, Místic, también me golpearon en el cuerpo y me duele.
—Lo siento, ¿Quieres que te revise? —negó, sonriendo—. Te amo mucho.
—Te amo, mi princesa. Cambias mi mundo con tu sonrisa, alejas las nubes grises de tormenta solo con tu presencia —dijo, para acto seguido darme un suave beso.
—¿Por qué estás tan molesto con tu padre?
—¿Me preguntas en serio? —asentí, mirándolo directamente a los ojos—. Te lo diré. No siempre lo odié. Durante mi infancia, él era mi héroe, la persona que más admiraba en el mundo. Pasaba la mayor parte del tiempo que le era posible conmigo, y después siempre se iba por uno, dos o hasta tres meses. Mamá me decía que era por su trabajo, y a pesar de que yo era pequeño, podía comprenderlo. Esperaba pacientemente hasta que regresaba. Un día llegó y me explicó que debíamos mudarnos a Francia, que por su trabajo debía vivir allí y que no podía dejarnos aquí tan lejos. Me dijo que había comprado una casa muy bonita para los tres, que ahí seríamos muy felices porque tenía un lugar perfecto para que jugáramos. Con todo eso, me sentí muy feliz, y así fue como llegamos a Francia. Cuando cumplí catorce años, mi mundo perfecto se fue a la basura. Descubrí que mi familia no era más que su segunda familia, que nos hizo ir a Francia para evitar que su esposa lo descubriera, y que además tenía dos hermanos. A partir de que me enteré de eso, me alejé mucho de él, y cada vez más. Cuando nos hizo regresar fue aún peor. Yo tenía mi vida allá, y él me la arrebató, decidiendo de nuevo por mi madre y por mí como si fuéramos sus títeres. Desde que llegué aquí, son dos veces las que lo he visto, y no quiero verlo más, Místic. Yo sabía de la existencia de mis hermanos, pero no sabía si eran hombres o mujeres, ni sus nombres ni edades, hasta que llegué aquí. Cuando conocí a Conor, me sentí realmente extraño al saber que se trataba de uno de mis hermanos. Me sentí peor porque creí que tú eras su hermana; en ese caso, tú serías mi hermana, y yo ya sentía algo por ti. Como recordarás, él no me agradó en absoluto. Es por eso que no me importó que fueras su novia, aunque siempre respeté lo que tú me dijiste. Después conocí a Kyler. Él, desde un principio, se portó muy bien conmigo. Es increíble, somos hermanos, pero somos totalmente diferentes. No me interesa conocer mejor a Conor, y en cuanto a Kyler, lo considero mi amigo, pero a mi padre no lo perdonaré jamás.
Editado: 22.02.2025