El juego del Destino

Capítulo 24

El día terminó más rápido de lo que deseaba. Ya en mi habitación, lista para dormir, el día había sido tranquilo, excepto por la inesperada visita de Conor. Mañana no iría a las primeras clases; acompañaría a Hayde al aeropuerto. No sabía cuánto tiempo estaría fuera, y quería pasar todo el tiempo posible con ella.

La alarma me despertó. Me levanté y me arreglé rápidamente para bajar a la cocina a desayunar. Me había levantado muy temprano; todo estaba en silencio. Quince minutos después, empecé a oír ruidos: ya se habían despertado. Hayde tenía que estar en el aeropuerto dos horas antes de su vuelo. Terminé de desayunar justo cuando llegaron a la cocina.

—Qué sorpresa, parece que alguien se cayó de la cama —bromeó Hayde.

—Buenos días a todos —saludé con una sonrisa. No me molestaría con mi hermana; pasaría mucho tiempo hasta volver a verla.

—¿Ya desayunaste? —preguntó mamá.

—Sí, mamá. Ahora iré a cepillarme los dientes y a recoger mis cosas. Después de llevarlos al aeropuerto, iré a la universidad; tengo un examen.

—No es necesario que vayas, hermana, si tienes examen —dijo Hayde comprensiva.

—Es después del descanso. Además, Deiben llevará a Nires al aeropuerto, y luego iremos juntos a la universidad.

—De acuerdo.

—Espero que no sea en esa "motocicleta de la muerte" —dijo mi padre, a quien no le gustaba que viajara en la moto de Deiben.

—No te preocupes, papá. En la moto no cabría nada de lo de Nires; llevará su coche.

—Menos mal, porque sabes que no me gusta que vayas en esa cosa que maneja ese jovencito.

—Sí, papá.

Después de conversar un rato, subí a mi habitación, me cepillé los dientes y recogí mis cosas. Al salir, encontré a Hayde sacando sus maletas. La ayudé a bajarlas. Me costaba más de lo que pensé dejarla ir, pero debía ser fuerte. Mi padre llevó las maletas al coche. Me sentía triste y tentada a pedirle a Hayde que no se fuera, pero era egoísta, y nunca me lo perdonaría.

Salimos y subimos al coche de papá. El aeropuerto estaba lejos, a una hora de casa, por eso salimos tan temprano, considerando el tiempo que Hayde necesitaba para los trámites. Durante el trayecto, nadie habló. Sabía que mis padres estaban tristes, pero también felices y orgullosos de Hayde; se merecía todas las oportunidades del mundo.

Llegamos al aeropuerto. Papá se encargó de las maletas, mientras mamá, Hayde y yo nos dirigimos a la entrada. Vi a Deiben y Nires. "¿Cuánto tiempo llevan aquí?", me pregunté mientras los saludaba con la mano. Deiben se acercó, saludó a mamá y Hayde, y luego fue a ayudar a papá. Se había ganado su cariño. Mientras ellos hacían los trámites, yo esperé. Deiben llegó y me abrazó.

—No me olvidé de ti —susurró en mi oído, dándome un beso.

—Lo sé, amor —respondí abrazándolo.

—¿Cómo te sientes?

—Bien, no te preocupes.

—Eres lo más importante para mí; siempre me preocuparé por ti.

—Gracias. ¿Y tú cómo te sientes?

—Un poco triste, pero es normal. Nires es mi mejor amigo y compañero de residencia. Ahora tendré que compartir con alguien desconocido, pero también estoy feliz por ellos.

—Eres maravilloso, Deiben; por eso te amo —le di otro beso.

—No aquí, por favor —dijo mi padre. Nos reímos.

—Lo siento, señor —se disculpó Deiben, tomándome de la mano—. Vamos con Hayde y Nires.

—Vamos —dijo mi padre, avanzando.

En la sala de espera, hablamos de cuánto los echaríamos de menos. Le había dicho a Hayde que no me olvidara y que esperaría sus mensajes y fotos desde Alemania. Escuchamos el anuncio de embarque. Odiaba las despedidas.

—Cuídate mucho, Hayde. Te extrañaré. No olvides lo que te dije. Que tengas buen viaje.

—Yo también te extrañaré, Místic. Te quiero mucho. Llama, aunque esté lejos, siempre estaré para ti.

—Gracias —la abracé. Luego me acerqué a Nires.

—Nires, cuida de mi hermana y de ti. Que tengas buen viaje. Te extrañaré mucho.

—No te preocupes. La cuidaré bien. Te avisaré al llegar. Puedes confiar en mí, cuñada.

—Lo sé, gracias —lo abracé.

Después de despedirlos, mis padres se fueron a trabajar, y Deiben y yo fuimos a la universidad a hacer el examen. Estaba triste, pero debía seguir adelante. Había estudiado lo suficiente; me iría bien en el examen.




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