El timbre sonó, anunciando el fin del descanso. Observé a mis compañeros regresar a sus lugares. Hoy era jueves, y después del descanso teníamos clase con la profesora Blair. Saqué mis cosas y me concentré en mis apuntes mientras esperaba. Vi a Deiben sentarse, pero lo ignoré. Llegó la profesora, y centré mi atención en la clase. Así transcurrieron las demás clases.
Al terminar la última clase, recogí mis cosas y salí lo más rápido posible. Llegué al estacionamiento, al auto de Hayde, que he estado usando desde que él se fue. Busqué las llaves en mi mochila. "¿Dónde están? ¿Se me habrán caído? ¿Por qué justo ahora? ¡No puede ser! Estoy segura de que las guardé bien", pensé, buscándolas con desesperación. No quería quedarme más tiempo allí.
—¿Buscas esto? —preguntó una voz dulce. Levanté la mirada y vi a Deiben, sosteniendo las llaves del auto.
—Gracias —murmuré, tomándolas y evitando su mirada.
—¿Estás molesta? —preguntó, buscando mi mirada, pero desvié la vista. Sus ojos siempre me atrapan, y una vez que lo hacen, mi voluntad le pertenece.
—¿Por qué debería estarlo?
—No lo pensé, pero cuando saliste así, sin darte cuenta de que te había quitado las llaves, imaginé que algo andaba mal. ¿Por qué estás molesta?
—No estoy molesta, solo tengo mucha prisa. Hablamos después, ¿quieres? Ya me tengo que ir.
—Lamento cómo actué. Estaba muy emocionado de verla ahí, no quise lastimarte.
—Está bien, no me has lastimado —respondí con calma, girándome para abrir el auto, pero él me detuvo.
—No te enojes conmigo, mírame —pidió, tomando mi rostro entre sus manos y obligándome a mirarlo—. Perdóname, debí presentarte como mi novia. No sé por qué no lo hice, no me di cuenta de que mi actitud te estaba lastimando. Me emocioné mucho al verla, creí que nunca más la volvería a ver, y de pronto aparece. De verdad lo siento, trata de entenderme.
—De acuerdo, te entiendo. Salúdame a tu "poupée". Ahora solo quiero irme —dije, sin poder controlar el dolor que me invadía.
—No debí decir eso, lo siento de verdad. ¿Te acompaño a casa?
—Quiero estar sola y pensar un poco.
—Entiendo. ¿Te veo mañana entonces? —Asentí. Se acercó y me besó—. Te amo.
—Yo a ti, Deiben —respondí con tristeza. Me abrió la puerta del auto, subí, él la cerró y se alejó.
Salí del campus y conduje a casa. Guardé el auto y subí a mi habitación. Quería dejar de sentirme molesta con Deiben. Ya se había disculpado, pero no podía simplemente olvidarlo. Tal vez una ducha me ayudaría. "¿Tenía que decirle 'poupée'?", me pregunté por enésima vez. No lo entendía, tal vez estaba exagerando.
Después de ducharme, me vestí y me concentré en secarme el cabello. Sonó el timbre. "¿Quién será?", pensé. Dejé todo sobre el mueble y bajé. Al abrir la puerta, vi un globo rojo en forma de corazón, con la palabra "Lo siento" escrita, y un sobre atado a la cinta. Era claramente de Deiben. Lo recogí y entré. Abriendo el sobre, encontré una nota escrita a mano:
Podría poner dentro de esta nota un millón de palabras. Escribir "lo siento" en todos los idiomas posibles. Pero no existen palabras ni disculpas suficientes para borrar el daño que una acción puede causar.
Lo siento, mi bonita.
¿Cómo podía seguir molesta con él después de ese detalle? Mis celos desmedidos… Deiben es incapaz de lastimarme, debo confiar en su amor. Subí a mi habitación, dejé que el globo flotara y busqué mi teléfono. Debía agradecerle y aclararle que ya no estaba molesta. Él es un gran novio, y no debía dudar de sus sentimientos. Solo se emocionó por ver a la francesa, no hay nada más. Marcando su número, respondió al segundo tono.
—Mi princesa —me saludó.
—Gracias por el globo, Deiben, no era necesario.
—Claro que lo era, Místic, te lastimé y me siento muy mal por eso.
—No te preocupes, me sentí un poco celosa, lo siento.
—No tienes que disculparte, puedo entenderte, linda. Si yo te viera así con tu ex, créeme que me pondría mucho peor —Su comentario me hizo reír—. ¿Qué te parece si el sábado salimos y hacemos lo que quieras?
—De acuerdo, ¿a qué hora?
—Paso por ti a las diez de la mañana.
—Te esperaré, te amo mucho.
—Yo te amo a ti, Místic —respondió cariñosamente. Terminé la llamada.
Era sábado por la mañana, estaba lista para salir con Deiben. No debería tardar; siempre es puntual. Eran las nueve cuarenta y cinco. Revisé mi bolso por última vez, me senté en la sala esperando que sonara el timbre. Esperaba pacientemente, aunque el tiempo se me hacía eterno.
Editado: 22.02.2025