El juego del Destino

Capítulo 27

Era la tercera vez que miraba el reloj. Al principio, pensé que mi teléfono estaba mal, pero no, eran las diez y cincuenta de la mañana y Deiben no había llegado. Debía llamarlo para asegurarme de que estaba bien. Marcando su número, solo escuché el buzón de voz. Su teléfono parecía estar apagado. Decidí llamar a Dylan para preguntarle si sabía algo. Contestó al segundo tono.

– Hola, Místic, ¿pasa algo?

– Solo quería saber si sabes algo de Deiben. Estoy preocupada. Quedamos en salir, pero no ha llegado y él nunca llega tarde. Además, he llamado y su teléfono está apagado.

– Tranquila, seguro que se quedó sin batería. Está con nosotros, ayudando a Chloe con una caja.

– ¿Con quién hablas? Ven a ayudarnos – escuché la voz de Deiben al otro lado del teléfono, seguida de risas.

– Ya voy, pero ven tú, que la llamada es para ti – respondió Dylan.

– Si es para mí, ¿por qué no me llamaron a mi teléfono?

– ¡Deja de hacer preguntas idiotas, Místic está preocupada por ti! – lo regañó Dylan al escuchar su pregunta.

– ¡Ay, Místic, olvidé que teníamos planes para hoy!

– ¡Cállate! ¡Te está escuchando!

Un dolor agudo me oprimió el pecho. No podía esperar más, así que colgué y apagué mi teléfono para que no pudiera llamarme. No quería hablar con él. "¿Olvidé que teníamos planes?", me pregunté, llena de indignación. No sabía qué pensar, solo sentía una profunda tristeza. Él prefirió ayudar a Chloe con "no sé qué cosas" y ni siquiera se molestó en avisarme. Y yo aquí, preocupándome, mientras él estaba feliz. Lo peor de todo es que no solo él prefiere a esa francesa, sino que también mi amiga. Dejé de pasar tiempo con ella por Deiben, y ahora mi novio prefiere quedarse ayudando a su ex novia en lugar de cumplir con nuestros planes. Subí a mi habitación, me encerré, dejé mis cosas sobre la mesa de noche y me dejé caer en la cama.

Era miércoles por la tarde. Volvía al campus, a la residencia de Deiben. Necesitaba hablar con él. Desde el sábado lo había estado evitando, pero después de hablar con Hayde, entendí que había exagerado. No le había dado tiempo de explicarse, y mi comportamiento había sido infantil. Debía disculparme. Me dirigí a su habitación. Debíamos hablar y solucionar las cosas.

Llegué a su habitación y llamé a la puerta. Estaba muy nerviosa. No sabía si me perdonaría, pero debía entender cómo me sentí. La puerta se abrió, y en lugar de los hermosos ojos azules de Deiben, me encontré con los ojos miel de Dylan, mirándome con sorpresa.

– Hola, Místic, ¿te puedo ayudar en algo?

– Hola, Dylan, vine a hablar con Deiben. ¿Podrías llamarlo, por favor?

– No está aquí. Me dijo que iría a la biblioteca. Debe estar allí todavía.

– Muchas gracias, Dylan. Nos vemos luego.

Me di la vuelta y me dirigí a la biblioteca. Debí decirle que iba a ir, pero en cuanto comprendí mi error, no quise perder más tiempo. "¿Qué le diré?", seguía preguntándome. Pensaba en cómo disculparme mientras caminaba. Tal vez solo debía decir: "Deiben, te amo, lamento mucho mi actitud". No, era demasiado poco. Mejor diría: "Me he comportado como una niña y lamento mucho mi actitud, pero es que te amo tanto que el miedo...". Mis pensamientos se interrumpieron al ver a Deiben besándose con Chloe.

– ¡Hola, Místic! – me saludó Marissa, mi compañera de facultad. No pude responder. Mi atención estaba en Deiben, quien al escuchar mi nombre, levantó la mirada y me vio.

– Nos vemos luego, Marissa – murmuré, controlando mis emociones.

Me di la vuelta y salí corriendo. Sentía las lágrimas correr por mis mejillas y un dolor profundo. "¿Cómo pudo hacerme esto?", me pregunté, llena de dolor. Quería correr, pero las lágrimas me impedían ver bien. Debía llegar al auto para volver a casa y no ver más. "¿Cómo no pude verlo? Después de todo, es solo otro Nollan, como Conor y Kyler. Prefieren a sus ex novias que a sus parejas actuales", me dije con amargura.

– ¡Espera! – alguien me sujetó del brazo. Era Deiben. No quería verlo, así que aparté la mirada.

– ¡Suéltame! – ordené, molesta, intentando liberarme.

– Escúchame, sé cómo te sientes, pero debemos hablar – me pidió, suplicante.

– ¡No, no puedes entender! ¿Sabes por qué? ¡Porque nunca has pasado por esto! ¡Nunca te traicionó la persona que creías el amor de tu vida! ¡Nunca te llenaron de ilusiones para después romperte el corazón en mil pedazos! ¡No te traicionó la persona en la que más confiabas, la que considerabas incapaz de engañarte o lastimarte, esa persona con la que creaste tantas ilusiones, ilusiones que tienes que cuidar porque son frágiles, frágiles como cristales ante los cuales la traición se presenta como un martillo, que todo lo destruye! ¡Así eran mis ilusiones porque se convirtieron en valiosos cristales y que ante tu traición se rompieron en miles de pedazos! ¡No quiero escuchar nada de lo que quieras decir! – expresé, destrozada. Intenté marcharme, pero me detuvo de nuevo.

– ¡De aquí no te irás hasta que hablemos!

– ¡Bien, si eso es lo que quieres! – respondí, limpiándome las lágrimas –. Habla rápido porque no tengo intención de quedarme más tiempo aquí para escuchar tus absurdas justificaciones.

– No pienso justificarme ni negar lo que has visto. Nunca te he mentido y no pienso hacerlo ahora. Entiendo que lo que has visto te ha lastimado, y créeme que lo que menos quería era hacerte daño. Te diré cómo sucedió y eso es todo. Yo estaba triste, decidí ir a la biblioteca a estudiar para sentirme mejor. Me encontré con Chloe, ella notó mi tristeza y se acercó para hablar conmigo y ayudarme. El beso simplemente sucedió. No te diré que ella fue quien me besó porque eso sería mentirte, y tampoco te diré que no quería hacerlo porque deseaba besarla y por eso la besé.

– ¡Ya basta! – exclamé, sin poder contener las lágrimas –. ¿Acaso no sabes cuándo debes detenerte? ¿No me has lastimado suficiente con tus acciones que ahora quieres herirme con tus palabras? ¡Ya guarda silencio, Deiben, no quiero escucharte más!




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