El juego del Destino

Capítulo 30

En cuanto abro los ojos, me percato de que estoy en mi habitación. "¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Llamaron a mis padres? ¡No puede ser! ¡No quiero preocuparlos!", pienso de inmediato. Intento incorporarme, pero un horrible dolor de cabeza me obliga a recostarme de nuevo.

– ¡No hagas eso! Debes guardar reposo – indican con preocupación.

– ¿Qué haces en mi habitación, Deiben? ¡Vete de aquí ahora mismo!

– Relájate, porque no me iré. Si cuidaras bien de ti, no tendrías que tolerar mi presencia aquí. ¿Por qué no has comido bien? Te desmayaste por inanición; también me han dicho que no duermes bien. ¿Qué pretendes? ¿Morir?

– ¡No eres nadie para meterte en mi vida! Si quiero morirme o no, es mi problema. ¡Vete!

– ¡Come! – indica, ignorándome, en tono autoritario, mientras acerca una charola con un tazón de sopa de verduras y un vaso de jugo.

– ¡Deja de darme órdenes! ¡No quiero nada de ti! ¡Llévatelo y vete de mi casa!

– No me iré de aquí hasta que comas toda la sopa, y no me importa el tamaño del berrinche que hagas. Permaneceré aquí.

– Entonces espero que puedas encontrar un lugar cómodo donde esperar, porque no pienso comer nada que hayas preparado.

– ¡Ya deja esa actitud, Místic! Cuando te desmayaste frente a mis ojos, me asusté mucho. Te llevé a la enfermería, de ahí a un consultorio cercano, y después te traje aquí – expresa con tristeza. Hago como que no escucho nada, mirando hacia un lado. – Come, o tendré que llamar a tus padres y contarles lo que sucedió.

No quiero que mis padres se enteren; se preocuparían y se sentirían culpables. No merecen algo así. Debo seguir adelante con mi vida por ellos; no quiero verlos tristes por mi culpa, cuando son realmente muy buenos padres. Pero no lo hago a propósito. Simplemente, mi estado de ánimo no me ayuda a cuidarme. Quiero estar bien, pero no logro dormir sin que las pesadillas me despierten y sin que la tristeza me quite el apetito. Una vez que termino todo lo que había en el tazón y tomo el jugo, dejo la charola sobre mi mesa de noche.

– Gracias – musita Deiben.

– ¡No lo he hecho por ti, lo hice por mis padres! – replico molesta, recostándome y mirando al techo. Lo que menos quiero es verlo.

– Está bien, lo importante es que lo hiciste. Ahora debes dormir un poco.

– No quiero.

– Lo harás de igual manera. Te puse algo para dormir en el jugo; ya sabía que no lo tomarías por ti misma. La doctora dijo que debes comer bien, que tus nervios están muy alterados y que ese medicamento te ayudará a dormir por las noches. Debes tomarlo cuando consideres necesario y tener cuidado.

Sin responderle, continúo mirando al techo. Unos minutos más tarde, comienzo a sentir el peso de mis párpados; me estoy quedando dormida. Tengo miedo de tener pesadillas, así que trato de luchar contra esa sensación, pero no puedo evadir el sueño para siempre. Me encuentro muy cansada; debo dormir. Poco a poco, me sumerjo en un sueño profundo. No sé si es por lo que tomé o porque mi cuerpo ya necesita descansar, pero me siento más relajada. Espero, de verdad, que no aparezcan las pesadillas.

– ¡Deiben! – grito al despertar de sobresalto por una pesadilla. Incorporándome en la cama, trato de tranquilizarme y calmar el dolor en mi pecho. Siento cómo mi cuerpo tiembla y las lágrimas corren por mis mejillas sin que pueda controlarlas.

– Estoy aquí contigo – expresa Deiben, quien corrió hasta mi cama al escuchar mi grito. Siento cómo me abraza y comienza a acariciar mi cabello para calmarme. – Lo siento mucho, bonita, tranquila.

– ¿Por qué, Deiben? ¿Por qué? ¿Qué hice mal? ¿Por qué dejaste de quererme? Yo daría mi vida por ti, para que estés bien y seas feliz. Te amo de verdad, con cada célula de mi cuerpo; mi amor es intenso y sincero. ¿Por qué no puedes amarme de la misma manera? ¿Por qué tengo que soportar todo esto sola? ¡No puedo! ¡No puedo más con todo esto! ¡Me quiero morir, es lo único que quiero! – expreso, sin poder contener todo el dolor que me ha consumido estos días.

– Linda, tranquila, escúchame – pide, poniéndose frente a mí y tomando mi rostro entre sus manos para que lo mire. – No has hecho nada mal. Eres la mujer más maravillosa que puede existir; estás llena de cosas buenas y bellas. Tú eres hermosa, la chica perfecta.

– Pero no me amas. ¿De qué me sirve todo eso que dices si no me amas?

– Sí te amo, estoy enamorado de ti y te cuidaré siempre. Perdóname por todo el daño que te he causado. Vuelve conmigo.

– Vete, Deiben. No te preocupes más por mí. No tienes que estar conmigo por lástima. Tienes todo el tiempo que querías para aclarar tus emociones. Márchate.

– No siento lástima por ti – responde en tono indignado, pero puedo ver en sus ojos que me ha pedido volver porque siente culpa y lástima por mi situación.

– Claro que la sientes. Ahora que ves lo que me ha producido todo lo que ocurrió, dices que me amas y me cuidarás. Ya no dices: "Estoy confundido, Místic, no puedo aclarar lo que siento". Ahora dices: "Eres la chica perfecta y quiero estar contigo".

– No es así – responde, desviando la mirada.

– Tus ojos jamás podrían engañar a alguien; siempre son sinceros. Lo que tratas de esconder con tus palabras, ellos lo revelan. Sé que me quieres y que no quisiste lastimarme. No tienes que sentirte culpable. Estaré bien; no voy a morir por esto. Lo superaré, te lo prometo. Pero no quieras quedarte por lástima y culpa; es suficiente con lo que siento, como para sentirme además una basura miserable que causa lástima.

– Lo siento.

– Mírame – pido, tomando su rostro entre mis manos, tranquilizándome lo más posible. – Me voy a ir el domingo; estaré lejos por un tiempo. Considero que es tiempo suficiente para que aclares lo que sientes y también para que yo me recupere de todo esto.

– ¿A dónde vas? Nires no me ha dicho nada.

– Él no lo sabe porque no le conté nada a Hayde. Desde lo ocurrido, no he hablado con ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.