El juego del Destino

Capítulo 34

Me guía a una de las residencias y de ahí a una habitación. No me parece bien que pague alojamiento; ellos me recibieron en su casa. Lo mejor sería que se quedara en la mía, así que se lo propondré.

– ¡Bienvenida! – exclamó, abriendo la puerta –. Ingresa, Smerald.

– ¿No preferirías quedarte en mi casa? – pregunté, mientras avanzaba hacia la habitación.

– Ya he pagado el alojamiento de este mes.

– Bien, pero en cuanto termine este mes, vendrás y te quedarás en mi casa; me parece lo más justo.

– No sé, Smerald, me gusta mucho este lugar, me siento bien y me agrada tener un compañero; puedo hablar de cosas que con mi hermosa señorita no es posible – comentó con una sonrisa. De pronto, vi en una mesita de noche una fotografía que llamó mi atención. Me acerqué y decidí tomarla.

– ¡Deja eso, Smerald! Si mi compañero te ve sujetando esa fotografía, se molestará mucho. Me dijo que era muy importante para él; quise verla, pero no me lo permitió; es como un tesoro.

– ¡No toques eso! – exclamó el dueño, arrebatándome la fotografía. Enseguida distinguí el tono de molestia en su voz. No me preocupé por su reacción, y en mis labios se dibujó una sonrisa divertida.

– ¡Te lo dije, Smerald, pero tú nunca me escuchas! ¡Siempre haces lo que te parece mejor sin tomar en cuenta lo que te recomiendo! – me regañó Jake con seriedad. – Lo lamento mucho; ella siempre hace lo que le parece mejor; es una atrevida.

– No hay problema – respondió el joven dueño de la fotografía –. Pero, por favor, no vuelvan a tocar mis cosas.

– ¿Ahora me prohíbes tocar tus cosas, Deiben? – pregunté, elevando la mirada para encontrarme nuevamente con él, con esos ojos azules. Ha cortado su cabello, y ya no queda rastro del color azul que decoraba las puntas; ya no cae de forma graciosa sobre su rostro ni cubre sus ojos, aunque sigue siendo muy atractivo.

– ¡Místic! – exclamó, sorprendido al verme ahí –. No sabía que eras tú, y mucho menos que habías regresado.

– No tenías manera de saberlo. Es más, ¿por qué te informaría de lo que hago o dejo de hacer? No lo considero necesario – respondí con una sonrisa y una tranquilidad que me sorprendió.

– Tienes razón; discúlpame por hablar de esa manera. No te reconocí; te ves diferente, pero de igual manera hermosa. Sabes perfectamente que soy incapaz de prohibirte algo; toma – respondió, extendiéndome la fotografía.

– Esto me resulta un poco incómodo – comentó Jake, haciéndome recordar que se encuentra aquí.

– Lo siento, Jake. ¿Aún quieres verla? Dijiste que quisiste observarla, pero no te lo permitieron.

– Si no es molestia, claro – respondió. Con una sonrisa, avancé hasta donde él se encontraba para que la viéramos juntos.

– ¡Oh, Smerald! ¡Eres tú! Así eras cuando nos conocimos, con la diferencia de que cuando te conocí no tenías esa sonrisa ni ese brillo en los ojos que se ve en la fotografía. A decir verdad, cuando nos conocimos, tus ojos no mostraban más que dolor y una tristeza profunda. ¿Qué relación tenían o tienen? – cuestionó, tornándose serio de pronto.

– Deiben era mi mejor amigo antes de irme de intercambio; juntos vivimos muchas cosas bonitas – respondí, sin dar tiempo a que Deiben respondiera.

– Sí, los mejores amigos – expresó Deiben, mirándome como si estuviera molesto por ocultar lo que tuvimos, pero no quiero entrar en detalles de recuerdos que no tienen más importancia para mí.

– Puedo ver que se llevaban muy bien, Smerald.

– ¿Smerald? – preguntó Deiben.

– Así me dice Jake de cariño; desde la primera vez que nos vimos, me llama de esa manera. ¿No es encantador? Eso ahora no es importante. Me da mucho gusto volver a verte, Deiben; tú también te ves diferente. ¿Cómo has estado? ¿Qué has hecho?

– Bien, y he estado estudiando.

– ¿Qué sucedió con Dylan? Pensé que seguirías compartiendo habitación con él.

– Se cambió de ciudad dos meses después de tu partida; después de un tiempo, me cambié de habitación – explicó, sin dejar de mirarme.

– Qué bueno; de verdad me alegra mucho verte. Espero que en algún otro momento tengamos la oportunidad de hablar un poco más, saber más de ti y que me digas qué has hecho en todo este tiempo. Ahora debo irme – me acerqué para despedirme con un beso en su mejilla y devolverle su fotografía. Él aprovechó la cercanía para tomar mi mano; elevé la mirada y me encontré con sus penetrantes ojos azules.

– Eso espero, mejor amiga – susurró, para que solo yo pudiera escuchar el sarcasmo en su voz. Con esa frase me dejó claro que sí se había molestado. Una vez que me liberó de su agarre, me alejé y regresé con Jake.

– ¿Me acompañas hasta mi automóvil? – le pregunté con una sonrisa.

– Claro que sí, Smerald.

Juntos salimos de la habitación y también de la residencia. Avancé tomada del brazo de Jake, pero no podía hablar. Creí que ya no sentía nada por Deiben, pero ahora que lo tuve frente a mí nuevamente, mi corazón volvió a latir del mismo modo que hacía siempre. No puedo creer que haya sido capaz de mostrarme tan serena y dueña de mí. «¿Por qué tenía esa fotografía ahí? ¿Qué sucedió con Chloe?» Me pregunté, tratando de asimilar este primer encuentro. Se veía realmente muy diferente a como lo recuerdo; yo también he cambiado mucho; imagino que es normal. Su última frase me dejó intranquila.

– ¿Te encuentras bien? – preguntó Jake cuando llegamos al automóvil.

– Sí, estoy muy bien; no tienes nada de qué preocuparte – respondí con una sonrisa, para ocultar que en realidad no me siento bien y mi corazón trata de hacer de las suyas nuevamente, pero el amor quedó desterrado y no permitiré que regrese si puedo evitarlo.

– Conduce con cuidado, Smerald.

– Lo haré, Jake; cuídate mucho, y cualquier cosa que necesites puedes decirme. ¿De acuerdo?

– Sí, gracias – sonreí y subí al automóvil. Él se alejó, y yo avancé. Sabía que me encontraría con Deiben, pero esperaba que no fuera tan pronto.




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