Han transcurrido tres meses. Es viernes por la mañana y me encuentro en mi lugar en el salón de clases, lista para la primera clase del día. Hoy las clases terminarán antes debido a un evento deportivo importante para la universidad, aunque no para mí. En cuanto finalicen, volveré a casa y haré mi tarea mientras los demás asisten al juego. Perdida en mis pensamientos, me percato de alguien que se sienta a mi lado.
– Hola, Místic.
– Deiben, ¿qué… qué sucede? – pregunto nerviosa por su cercanía.
– ¿Sabes que desde que Kyler salió de la universidad soy el capitán del equipo de baloncesto, cierto? – asiento –. Hoy tengo un partido importante, quiero que me acompañes. ¿Lo harías? Por favor.
– No puedo hacerlo – respondo con seriedad.
– Piénsalo al menos, ¿sí? Estaré esperando que cruces la puerta del gimnasio – responde poniéndose de pie y alejándose.
No he logrado concentrarme en ninguna clase. No sé qué debería hacer; mi corazón está hecho un lío y, aunque trato de controlarlo, todo se complica con Deiben. Jake se unió al equipo de baloncesto, así que también participará. Juega bien, aunque la verdad no tanto como Deiben. "¿Debería ir?", me cuestiono por enésima vez. Hace un par de meses le dije a Deiben que intentaría verlo de nuevo como amigo, como cuando nos conocimos, pero es tan complicado. El timbre suena anunciando el final de las clases. Salgo del salón y pretendo ir a la salida, pero mis piernas me traicionan y me llevan al gimnasio.
Cruzo la puerta. Cuando Deiben se percata de mi presencia, sonríe y me saluda. Jake me ve, se acerca y me abraza.
– ¡Has venido a verme jugar, Smerald! – expresa emocionado –. Te dedicaré todas mis canastas.
– Gracias, Jake. Juega muy bien y recuerda que lo más importante es divertirte.
– Nunca lo olvido – responde, sonriendo y alejándose.
Avanzo entre la multitud, buscando un lugar en las gradas. Menos mal que a Deiben no se le ocurrió jugar fútbol americano; si no, esto estaría mucho peor. Aún recuerdo perfectamente los partidos de Conor. Deiben me señala un lugar vacío a pesar de que el gimnasio está lleno. Me dirijo allí y veo un papel doblado a la mitad con mi nombre y algo escrito. Ahora entiendo por qué nadie ha ocupado este lugar. Agarro el papel, me acomodo y lo leo. Sonrío ante su romántica nota.
¡Sabía que vendrías!
Posdata: No te burles de mí.
Atentamente: Deiben.
Elevo la mirada y lo encuentro observándome directamente, con una sonrisa divertida. El partido comienza. Observo atentamente; Deiben anota la primera canasta y hace un gesto indicándome que me la dedica. Eso es muy tierno. "¿Por qué hace eso?", me pregunto, molesta por no poder controlar lo que siento. Su comportamiento hace que mi corazón lata aceleradamente. Sus hermosos ojos azules controlan todo lo que pienso; me atrapan por completo. Aunque estuve mucho tiempo lejos de él, sus ojos siguen teniendo el mismo efecto sobre mí. No importa que rechace el amor en mi vida; sé que continúa en mi corazón y no deseo sentirlo.
El partido finaliza. Bajo de las gradas; debo felicitar a Deiben y Jake por su triunfo. Ahora entiendo por qué Kyler dejó a Deiben como capitán; sin duda, él merece serlo más que nadie. Avanzo hasta donde están todos celebrando, ubico a Deiben y me dirijo hacia él, pero Jake aparece frente a mí con una enorme sonrisa. Es lógico, ha sido un gran partido y ha jugado increíblemente bien.
– ¿Qué te pareció el partido, Smerald? ¿Te gustó? ¿Jugué bien? – pregunta emocionado.
– Claro que sí, Jake, jugaste muy bien, felicidades.
– Gracias. ¿Qué te parece si vamos a comer para celebrar?
– De acuerdo.
– Excelente, iré a ducharme y cambiarme. No tardo – asiento sonriendo. Se aleja y, por fin, me acerco a Deiben.
– ¿Ya felicitaste a tu mejor amigo? – pregunta elevando su ceja izquierda.
– Aún no.
– ¿Hablaste con él hace un segundo y no lo felicitaste? En ese caso, eres una terrible amiga.
– ¿Creí que hablabas de ti?
– Yo no soy tu mejor amigo, soy el amor de tu vida, aunque claro, aún te niegas a aceptarlo.
– No, ya no lo eres. Lo correcto es que conjugues el verbo en pasado: yo ya no siento amor por nadie.
– ¿De verdad? – pregunta acercándose; doy pasos hacia atrás para alejarme –. ¿Sabes? Este gimnasio no es lo suficientemente grande para permitirte escapar de mí, toda la vida.
– No pierdo nada con intentarlo – respondo sonriendo de manera inocente –. Jake y yo iremos a comer para celebrar. ¿Te gustaría acompañarnos?
– Por supuesto que sí, no te dejaré a solas con él.
– ¿Celoso? – inquiero mirándolo divertida.
– No pienso negarlo. Él está enamorado de ti y no te atrevas a negarlo porque él lo hace muy evidente. Es lógico que esté celoso.
– No tienes razones para estarlo, tú y yo no somos nada, solo eres mi amigo.
– Si así lo quieres, entonces diré que son celos de mejor amigo. Yo te conocí primero, fui tu mejor amigo antes que él, merezco preferencia.
– Debes ir y arreglarte porque vestido así y apestando a zorrillo no te llevaré a ninguna parte.
– Eso no lo discutiré, apesto – responde con tono bromista; ambos reímos –. Iré a prepararme.
– Te espero.
– Gracias, linda – agradece acariciando mi mejilla y guiñándome para después marcharse.
Lo observo mientras se aleja. Decido salir del bullicioso lugar y esperar en el pasillo de los casilleros. Llego a una pequeña banca, tomo asiento y espero a que aparezcan mis acompañantes para ir a comer algo.
Editado: 21.04.2025