El juego del Destino

Capítulo 41

Los rayos del sol me saludaron desde la ventana de mi habitación, despertándome. Abrí los ojos lentamente; la luz me lastimó un poco al principio, pero la sensación desapareció rápidamente. En mi mente apareció la imagen de la noche anterior: volví a besar a Deiben. Sinceramente, llegué a pensar que nunca más podría hacerlo.

Debía ir a la residencia para hablar con Jake; algo ocurría y debía averiguarlo. Además, aprovecharía para ver a Deiben. Como si mi pensamiento lo hubiera invocado, mi teléfono sonó con su tono predeterminado. Respondí y escuché su voz:

— ¿Has visto esta hermosa mañana? He despertado y mi primer pensamiento voló hasta ti. Revisa tu ventana.

— ¿Qué has hecho?

— Haz lo que te digo, Místic.

Me puse de pie y fui a la ventana. La abrí y vi dos globos rojos: uno decía "Te amo" y el otro "Te extraño". Los tomé y los llevé a mi habitación.

— Gracias por este bonito detalle.

— Nada es más bonito que ver esa hermosa sonrisa en tu rostro.

— ¿Me estás espiando?

— No, simplemente tu sonrisa está grabada en mi memoria.

— Gracias, debo hacer algunas cosas. ¿Hablamos más tarde?

— Sí, hasta más tarde, hermosa princesa de mis sueños.

— Hasta más tarde, Deiben.

Terminé la llamada con una inmensa sonrisa.

Llegando a la habitación de Jake, eran cerca de las diez y media de la mañana. No sabía de qué quería hablar, pero había dicho que era muy importante, así que, apenas pude, salí de casa. Al llegar, llamé a la puerta. Al abrirse, vi los ojos azules más hermosos que existen; una gran sonrisa iluminaba su rostro.

— ¿Me extrañabas tanto?

— Sí, pero no estoy aquí por eso. ¿Dónde está Jake?

— Salió un momento, dijo que no tardaba. Entra, puedes esperarlo.

Entré. Deiben cerró la puerta y se recargó en ella; me acerqué a él.

— Gracias por los globos —expresé, sonriendo y mirándolo a los ojos.

— No tienes nada que agradecer —respondió, sin apartar la mirada. Puse mis brazos alrededor de su cuello para abrazarlo; sonrió y me besó. Correspondí a su beso hasta que llamaron a la puerta—. ¿Por qué ahora?

— Abre —dije, alejándome de él. Deiben abrió y apareció Jake.

— Olvidé la llave —dijo, sonriendo—. Smerald, qué bueno que has llegado. Salgamos a hablar.

— No se preocupen, yo puedo salirme —dijo Deiben amablemente.

— Tranquilo, Deiben, es mejor que hablemos afuera. Vamos —respondió Jake cordialmente.

— Nos vemos después, Deiben —murmuré, sonriendo. Él asintió y me devolvió la sonrisa.

Jake salió primero y yo lo seguí. Llegamos a una pequeña banca bajo unos árboles; era un lugar bonito e ideal para hablar. Nos sentamos. Miramos al frente; permanecimos en silencio un rato. Él no se animaba a decirme lo que sucedía.

— Jake —dije, llamando su atención—. Sabes que puedes confiar en mí. ¿Qué sucede?

— Debo volver a Inglaterra —respondió con seriedad.

— ¿Por qué? Tu intercambio aún no finaliza.

— Son problemas familiares. No quiero irme, pero debo hacerlo; me necesitan.

— ¿Qué sucedió?

— No estoy seguro. Me voy por la tarde y quería despedirme de ti. Desde que te conocí, te has convertido en alguien muy especial en mi vida. Ya entendí que no soy más que un amigo y, ahora que me voy, entiendo que es lo mejor; de otra manera, jamás podría alejarme de ti.

— Me duele mucho que te vayas.

— No es algo que dependa de mí, Smerald. Por ello, quiero que tengas claro que, a pesar de todo, una parte de mi corazón se queda contigo.

— Ten un buen viaje, Jake. Espero que todo se solucione y no te olvides de mí. Que siempre que necesites algo, solo debes decirme, y si me es posible, te ayudaré sin dudarlo; por algo eres mi mejor amigo.

— Únicamente quiero algo, Místic, algo que no te cuesta nada.

— ¿Qué es?

— Un beso. Desde que te besé en Inglaterra, me quedé con el deseo de volver a besarte.

— No puedo, Jake. Perdóname, pero no puedo. Te deseo un buen viaje. Adiós, Jake.

Me puse de pie y caminé hacia el estacionamiento. Jake se había confundido; lo mejor era alejarme. Solo lo veía como amigo, y él esperaba algo más; algo imposible. Tal vez, si lo hubiera conocido antes… Mi corazón tiene un solo dueño: Deiben Nollan.

Perdida en mis pensamientos, sentí que alguien tomaba mi brazo y me hacía girar.

— No te pongas así, solo quiero un beso. Ya sé que no me amas y nunca lo harás, por ello te aseguro que no me haré ilusiones; además, después de hoy, no volverás a verme.

— No, Jake, no puedo.

Él tomó mi mano e intentó atraerme hacia él, abrazándome por la cintura para besarme.

—¡Suéltala! —ordenó Deiben, interponiéndose entre Jake y yo. No sé de dónde salió, pero me alegré de que me salvara. Su tono demostraba su ira.

—¡No te involucres! —exclamó Jake, sin hacerle caso.

— Déjala tranquila y no la molestes más. Es una advertencia.

— ¿Qué te hace pensar que te tengo miedo? Me agradas, Deiben, pero no eres nadie para involucrarte. Es algo entre ella y yo.

— ¿Sabes quién es la persona que estabas buscando? —preguntó Deiben. Lo conozco; quiere darle razones para que Jake lo ataque y así defenderse—. ¿Quieres saber quién es el dueño del corazón de esta chica? ¿Quieres saber por qué ella jamás te amará ni a ti ni a nadie?

— Deiben, basta. Acompáñame a casa —intervine, intentando que se calmara.

— No, Místic. ¡Intentó besarte! No se lo perdonaré. La única persona que puede besar tus labios soy yo.

—¡Eres tú! —exclamó Jake, furioso—. ¡No puedo creerlo, Místic! ¡Después de todo lo que pasaste por culpa de este idiota, lo perdonaste y lo escondías!

Jake estaba furioso; me había llamado por mi nombre de una manera fría. Deiben también estaba molesto. Vi cómo le lanzaba un golpe a Deiben; Deiben lo esquivó y se lo devolvió.

Observé la pelea. "¿Qué debo hacer?", me pregunté. Entré en pánico; solo estaba ahí, de pie, sin hacer nada. No reaccionaba correctamente. "¿Por qué siempre quieren solucionar todo a golpes y no hablando como personas civilizadas?", me cuestioné con tristeza.




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