UN CAMINO PELIGROSO
- Sabía que era arriesgado.
- Necesito el dinero.
- Podríamos buscar una solución, renuncia.
- No puedo.
- Claro que puedes - me negué, sintiendo la frustración crecer en mi interior.
- Voy a encontrar a los culpables.
- No entiendes que esto es peligroso, te pueden hacer daño. ¿O ya te has olvidado de lo que les ha sucedido a todos los detectives que han intentado trabajar en este caso? - su voz temblaba ligeramente.
- No me pasará nada - respondí con una seguridad que ni yo creía.
- No estaría tan segura - la miré con una mezcla de incredulidad y temor.
- Tengo miedo de que algo te suceda, Tessa. ¿Entiendes?
- Estaré bien - dije, aunque mis palabras sonaron huecas incluso para mí.
Después de que Lili se fuera, decidí ir a casa de Miriam. Tras leer esa carta, sentía que alguien me perseguía. Miré a todos lados, pero nadie estaba allí. La noche comenzaba a caer y la gente se refugiaba en sus casas, buscando la seguridad de sus hogares. Sentí pasos detrás de mí, lo que me hizo acelerar el paso hasta que finalmente llegué a la casa de Miriam. Toqué el timbre, pero nadie salió. Algo llamó mi atención: la ventana estaba entreabierta. Decidí acercarme con cautela.
Un grito silencioso se formó en mi garganta al ver el cuerpo de Miriam tirado en el suelo, rodeado de un charco de sangre. Estaba muerta. Comencé a temblar incontrolablemente. Con el corazón latiendo, decidí entrar. El piso estaba cubierto de sangre; la habían apuñalado repetidamente.
Rápidamente saqué mi celular con las manos temblorosas y marqué el número de Alfred.
- Tessa.
- Inspector, mataron a Miriam - mi voz era apenas un susurro, ahogada por el horror.
***
El cuerpo de Miriam fue sacado en una camilla, cubierto con una sábana blanca. Los policías revisaban la casa minuciosamente, buscando cualquier pista, pero no encontraron huellas. Quien quiera que lo hizo, sabía lo que hacía. Eran profesionales.
Fuimos a la comisaría y estuvimos allí toda la noche, respondiendo preguntas y tratando de reconstruir los hechos. El silencio era interrumpido solo por el tecleo de los ordenadores y las voces apagadas de los oficiales.
Me coloqué los guantes de látex. Encendí la potente lámpara, y la luz blanca e implacable reveló la palidez de su piel, las horribles heridas que la habían silenciado para siempre. Empecé por sus manos, examinando cada centímetro de sus dedos, buscando rastros de piel, cabellos, cualquier cosa que pudiera haber quedado atrapada.
Raspé debajo de sus uñas, recogiendo los residuos en un sobre de papel. Luego, con un hisopo humedecido en solución salina, tomé muestras de ADN de sus manos, sus brazos, su cuello. Cada muestra fue etiquetada meticulosamente y guardada en un contenedor estéril.
Con unas pinzas, recogí cuidadosamente pequeñas fibras de la camisa y las guardé en un sobre separado. Luego, examiné la tela en busca de posibles huellas dactilares.
Encontrar huellas en una superficie porosa como la tela era extremadamente difícil, pero no podía permitirme dejar piedra sin remover. Utilicé un polvo especial para revelar huellas dactilares y una brocha de fibra de vidrio para aplicarlo suavemente sobre la tela. Poco a poco, comenzaron a aparecer líneas y patrones en la superficie de la camisa. Contuve la respiración mientras fotografiaba cada huella revelada, asegurándome de capturar cada detalle.
Finalmente, al amanecer, decidí volver a casa. El inspector me llevó, temiendo que algo pudiera sucederme. Después de que los demás policías se aseguraron de que no hubiera nadie en la casa, se fueron, dejándome sola con mis pensamientos.
Estaba agotada, tanto física como mentalmente. No sabía a dónde me llevaría este caso, pero lo que sentía no era bueno.
Mike no estaba en casa, trabajaba hasta la madrugada como conductor de delivery.
A pesar del cansancio, estuve trabajando en el caso hasta que volví a la comisaría. Necesitaba mantenerme ocupada, enfocarme en los hechos y evitar que el miedo me consumiera.
Días después, los resultados llegaron, y mi corazón se hundió. Las huellas dactilares eran borrosas, incompletas, inservibles. El ADN... nada. Sin coincidencias en la base de datos. Era como si hubiera sido un fantasma, entrando y saliendo sin dejar rastro.
Esa noche, el cansancio me pesaba como una losa. Estaba sentada en mi sofá, repasando mentalmente cada detalle del caso, cada pista.
De repente, un golpe resonó en la puerta. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal. ¿Quién podría ser a estas horas? Miré por la mirilla con cautela. Un joven, como de unos 25 años, estaba parado en el umbral.
La paranoia me invadió. ¿Podría ser una trampa? ¿Uno de ellos? Pero algo en su expresión me decía que no, que había algo más. Respiré hondo y decidí arriesgarme. Descorrí el cerrojo y abrí la puerta.
- ¿Diga? - pregunté, manteniendo la voz firme, aunque mi corazón latía con fuerza.
- ¿Tessa Steel?
- Soy yo - respondí, observándolo con atención.
- Soy alguien que le puede ayudar a encontrar a los asesinos.
#396 en Detective
#515 en Thriller
detectives y asesinatos, dolor desamor venganza odio eleccion, mafia amor odio
Editado: 05.12.2025