El Juego Del Destino

Capítulo 11

NO DEBERÍA DE IMPORTARME

Dylan Shadow

Sabía lo que Tessa estaba pensando: que me aprovecharía de ella y luego la mataría. Pero no era así… o al menos eso creía. Con ella, nada era tan simple como debería.

Mi celular sonó. Cuando vi el nombre en la pantalla, fruncí el ceño: era John.

- Dime - respondí, mientras caminaba por el pasillo de la mansión.

- Dylan, han secuestrado a Tessa. No se sabe nada de ella. No permitas que la maten.

Me apoyé contra la pared, soltando un suspiro.

- Tranquilo. Está conmigo. Yo la secuestré.

Hubo unos segundos de silencio al otro lado de la línea.

- Entonces… ella ya sabe que tú…

- Sí. Sabe que estoy vivo. Y por ahora piensa que la voy a matar. Ya sospecha que soy uno de ellos.

- ¿No sabe que sos uno de los líderes? - preguntó.

- No. Aún no.

De repente escuché pasos rápidos. Mayra corría escaleras arriba, directo hacia la habitación donde estaba Tessa. Algo no andaba bien.

- Luego te llamo - corté la llamada sin esperar respuesta.

Subí tras ella. Al entrar, encontré a Tessa encorvada sobre la cama, tosiendo con fuerza. Tenía los labios agrietados, las mejillas encendidas y la respiración pesada. Mayra intentaba hacerla beber un té, pero ella apenas podía sostener la taza.

- Está muy mal, joven. Tiene mucha fiebre - dijo Mayra, preocupada.

Me acerqué y posé mi mano sobre su frente. Apenas lo hice, ella la apartó con brusquedad, aun estando débil.

- No me toques - susurró con dificultad.

- Traeré antibióticos - dije, ignorando su rechazo.

Bajé rápido, tomé la camioneta y manejé hasta la farmacia más cercana. Cuando regresé, fui directo a la cocina. Preparé un té y coloqué los antibióticos en una bandeja. En eso, Mayra apareció detrás de mí.

- Joven, ese es mi trabajo - reclamó.

- No te preocupes. Yo se lo llevaré.

Subí a su habitación. Al entrar, ella estaba peor que antes: temblaba, su piel estaba empapada en sudor y respiraba entrecortado. Me acerqué despacio.

- Eso te pasa por no haber aceptado mi chaqueta. Mírate ahora - murmuré.

Ella no contestó. Dejó caer la mirada, agotada. Coloqué la bandeja a un lado y me senté en la orilla de la cama. Al instante, ella se apartó lo más que pudo.

- No te acerques - repitió, casi sin voz.

- Te traje esto. Te hará bien - le dije, acercándole la taza.

- Seguro tiene veneno… - susurró. Alcancé a ver cómo torcía los labios en una mueca. - Querés matarme.

No pude evitar sonreír.

- No tiene veneno. Y si no te lo tomás, vas a morir de una gripe como una idiota.

Por primera vez desde que entré a la habitación, levantó la vista y me miró directo a los ojos. Tenía un azul marino tan profundo que por un momento me dejó sin aire. Avergonzado por lo que sentí, aparté la mirada y salí lo más rápido posible.

***

Pasaron los días y no volví a entrar a su habitación. Mayra se encargaba de ella, pero su estado no mejoraba. La fiebre… los escalofríos… Algo no estaba bien. Y aunque no quería admitirlo, me estaba preocupando más de lo que debería.

Una noche, mientras leía un informe en mi habitación, Mayra irrumpió sin pedir permiso, con el rostro pálido.

- Joven… disculpe, pero Tessa no está bien. La fiebre pasó los cuarenta.

El papel cayó de mis manos. No pensé: simplemente corrí.

Entré a su habitación y la encontré inconsciente, ardiendo. La levanté en brazos con cuidado, aun así sintiendo ese calor insoportable de su piel - y bajé las escaleras. Mayra abrió la puerta; yo solo la cargué hasta la camioneta y aceleré hacia el hospital.

Al llegar frené de golpe, la tomé otra vez en mis brazos y entré a la guardia. El personal médico corrió hacia nosotros; la subieron a una camilla y se la llevaron.

Verla así me golpeó más de lo que esperaba. Su rostro estaba tan pálido, tan frágil… No soportaba la idea de que algo pudiera pasarle. No sabía por qué, pero me aterraba.

Mi celular volvió a sonar: Eros.

- Dylan - dijo con tono urgente - Hemos buscado por todos lados pero no aparece. Debemos hacerla desaparecer cuanto antes. - Sabía a quién se refería: a Tessa. Ellos no podían saber que estaba conmigo.

- Sigan buscando. La tienen que encontrar - respondí, fingiendo calma.

- No puede haberse esfumado así. La última vez que la vieron fue en la comisaría. Después, nada.

Entonces escuché una voz detrás de mí.

- Dylan Shadow.

Era la enfermera. Corté la llamada de inmediato.

- La señorita Tessa está mejor - informó con una sonrisa profesional - Deberá quedarse internada hasta mañana, por precaución. - Asentí.

- Gracias.

No sabía por qué me afectaba tanto verla al borde del colapso. Pero lo hacía. Y eso, más que cualquier enemigo, era lo que realmente empezaba a asustarme.




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